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Aborto terapéutico

Por: Moisés Ferreira León


Señor Director:

Hace 24 horas nos enteramos que estamos esperando un bebe con un mal congénito que no tiene cura, esperamos un hijo que no puede vivir fuera del vientre de mi amada mujer.

Los tres médicos que nos atendieron nos hablaban en clave, sin mencionar la palabra que rondaba en la mente de todos, solo dándolo a entender sutilmente, con algunas muecas y señales, para no ser obvios, para no molestar,  para no mancharse, para no tener responsabilidad, para no ser parte de la decisión que ellos sin duda tomarían si estuvieran en nuestra situación.

Nos hablaron de países cercanos, de otros más lejanos donde podríamos consultar, -hay donde elegir- nos decían, solo se necesita tener la plata suficiente o la capacidad de conseguirla (a la chilena) pero debíamos olvidarnos de Chile para esto, acá tenemos otro nivel -somos respetuosos de la vida- por lo tanto,  acá no se puede, salvo clandestinamente con el riesgo de infecciones, hemorragias, muerte o un proceso penal.

¿Por qué nos pasa esto a nosotros? nos preguntamos entre lágrimas, somos gente buena, ya tenemos dos hijos y hemos probado que nos la podemos como padres, llevamos 10 años casados y nos amamos profundamente, deseamos este bebé con todas nuestras fuerzas, pero él no vivirá y eso ya es seguro, pero mi mujer si está viva y no queremos que su vida esté en riesgo, la necesitamos con nosotros, todos los que la conocemos y la amamos, pero en Chile no nos pueden ayudar, el Aborto Eugenésico, el Terapéutico o cualquier otro, no está permitido y nadie se arriesgará a ayudarnos, por más razonable que sea.

Mientras nuestra Amelia crezca hora tras hora en el vientre de mi amada,  será un recordatorio constante de lo que no podrá ser, de los errores de la naturaleza, del nulo control que tenemos sobre las causas de todo este pesar, pero a la vez nos hará pensar en que sí podemos terminar esta situación y empezar nuestro duelo, lo antes posible, no en 6 meses más, cuando hayamos sufrido todos los segundo, todas los minutos, todas las horas, consumiéndonos en el dolor que este infortunio nos ha traído.

La conclusión que sacamos de esto es simple, esta experiencia nos puede dejar una cicatriz horrible y duradera o una herida abierta que no parará de sangrar en años, esa es la diferencia entre terminar ahora con esto versus esperar que nuestro pequeño nazca muerto. Lo siento, pero no somos tan fuertes, somos solo una pareja más, con los problemas de la mayoría de las familias, somos cristianos pero no Cristo mismo, sabemos que no podemos llevar esta cruz hasta la cima, tampoco sentimos que esa sea la voluntad de nuestro Dios, ni sentimos que sea incorrecto terminar con esto ahora y afortunadamente lo mismo piensan, todas las muchas personas que nos quieren y apoyan.

Pienso ahora, en que hay gente que se ha indignado en el último tiempo y ha esparcido su indignación copiosamente en los medios de comunicación. A mí la situación que más me indigna y que en mi humilde opinión debiera indignar a la mayoría de los chilenos, es la de tener representantes que le dan la espalda a la opinión de la gente, a parlamentarios que no tienen sensibilidad alguna con los problemas que realmente nos aquejan, a viejos carcamales a los que no les importa generar estos sufrimientos con su tozudez y oscurantismo, esta falta de representantes legítimos es el origen de la mayoría de nuestros problemas como sociedad, pero solo lo comprendemos cuando estás situaciones extremas se presentan en nuestras vidas.

Ya hemos cotizado en 3 países, 4 o 5 millones de pesos nos costará si decidimos hacerlo, además tendremos que dejar con familiares a nuestros 2 pequeñitos por una semana y deberemos viajar miles de kilómetros buscando una paz que acá no nos pueden dar. No sé qué haremos, llevamos solo 24 horas buscando respuestas, sin dejar de pensar.

Sinceramente, espero que nadie que lea esto nos llegue a entender plenamente, pero por favor analicen si es racional o justificable esperar impávido una estocada, que sabemos que será irremediablemente dolorosa y profunda.

Moisés Ferreira León

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