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Movilización y diálogo: el difícil arte de combinar

Graciela Moguillansky
Por : Graciela Moguillansky Economista. Especialsta en temas de desarrollo productivo, competitividad e innovación.
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En un contexto en que los partidos políticos y sus representantes al parlamento no dan confianza a la sociedad, cabe estructurar un debate nacional a través de nuevos y diversos medios: en los colegios, en las universidades, foros abiertos en medios de comunicación. El futuro de la reforma no puede discutirse entre cuatro paredes.


Durante los últimos cinco meses el movimiento estudiantil remeció al país. Puso en discusión nacional el tipo de sociedad en que queremos vivir, asombrándonos con su fortaleza, capacidad de convocatoria y la convicción de sus ideas. Pero sabemos que todo movimiento social tiene un ciclo.

La evidencia empírica muestra que el éxito de los movimientos sociales a lo largo de la historia no es un fenómeno que abunde, dependiendo de factores de difícil cumplimiento.  De acuerdo a Sidney Tarrow, uno de los especialistas más importantes en el análisis de los movimientos sociales contemporáneos, el primer factor a mencionar es la naturaleza no reemplazable de sus objetivos. El movimiento estudiantil impulsa una reforma al sistema educacional que aspira a la calidad para todos y que abre nuevas condiciones de movilidad social.  Se trata de un objetivo irreemplazable, pero muy amplio y de difícil logro bajo un gobierno neoliberal.

Debemos reconocer que siendo el lucro parte esencial del alma del gobierno, éste hoy está obligado al menos a ponerle condiciones: transparencia, calidad y buen uso de los recursos públicos. El gobierno tampoco está de acuerdo con la gratuidad para todos, pero la promete para el 40% más vulnerable, becas y préstamos para el 20% siguiente y cambios al sistema de crédito con aval del Estado, para el 20% restante.  El movimiento estudiantil, con la fuerza de sus convicciones, y el apoyo social que ha generado, podría incluso estirar algo más la cuerda, pero debe reconocer que hoy las condiciones están para poner objetivos acotados. ¿Cuán acotados?, está por verse.

[cita] Los estudiantes lograron el apoyo de sus pares, de los profesores, de las familias, de organizaciones sociales y de gran parte de la población, especialmente en el segmento de la clase media.  Sin embargo, la amplitud de esta alianza la hace a su vez heterogénea, lo que puede volverse  en su  talón de Aquiles. Hubo ya algunas manifestaciones al respecto en pasadas movilizaciones y en las brechas que se abrieron a propósito de cómo encausar sus reivindicaciones.[/cita]

Otro factor a favor del movimiento,  son  las alianzas construidas.  Los estudiantes lograron el apoyo de sus pares, de los profesores, de las familias, de organizaciones sociales y de gran parte de la población, especialmente en el segmento de la clase media.  Sin embargo, la amplitud de esta alianza la hace a su vez heterogénea, lo que puede volverse  en su  talón de Aquiles. Hubo ya algunas manifestaciones al respecto en pasadas movilizaciones y en las brechas que se abrieron a propósito de cómo encausar sus reivindicaciones. El dilema es encontrar una fórmula que evite el fraccionamiento y debilitamiento en un contexto en que para muchos estudiantes y sus familias, es demasiado onerosa la pérdida del año escolar.

Afianzar el movimiento pasa por darse metas a corto y largo plazo – eso se llama tener una estrategia hacia el futuro. A corto plazo, si bien no se ha ganado la reforma total del sistema, el tema de la educación seguirá estando en primer lugar de la agenda política y de la preocupación de toda la sociedad. Hace 4 años la situación era radicalmente distinta.

El movimiento también se afianza si se logra generar una dinámica de participación de toda la sociedad en el proceso de reforma educacional. El futuro de Chile, su capacidad de crecimiento, de desarrollo y de avanzar hacia una sociedad equitativa depende de la educación, todos estamos involucrados.

En un contexto en que los partidos políticos y sus representantes al parlamento no  dan confianza a la sociedad, cabe estructurar un debate nacional a través de nuevos y diversos medios: en los colegios, en las universidades, foros abiertos en medios de comunicación. El futuro de la reforma no puede discutirse entre cuatro paredes. El movimiento, con los actores actuales y los que se sumen, – expertos en educación, padres y apoderados, autoridades locales, entre otras- se transforma en el impulsor de la discusión, las ideas, la transformación, al tiempo que cumple el papel de vigilante  de las concesiones que el gobierno haga, y de su letra chica, asegurando la  implementación efectiva del las políticas  acordadas. Lo mismo respecto de las leyes que deban ser aprobadas en el Congreso. Este movimiento tendrá que defender las ideas y el espíritu de la reforma frente a un gobierno que terminó por aceptarla, pero que no se sabe cómo expresará su  “a regañadientes”.

Sería lamentable que después de tanto esfuerzo y adhesión conseguida, todo lo avanzando se diluyera en poco o nada de cambios reales. Por eso, la tarea es abrochar las primeras conquistas y abrir las puertas para las siguientes. Un trabajo de hormiga, organizado y laborioso, que permita seguir avanzando y aprendiendo como construir un mejor país.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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