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Simultaneidad y sucesividad, política y medios

Marco Enríquez-Ominami
Por : Marco Enríquez-Ominami Presidente Fundación Progresa
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El desafío que supone transparentar cada acto hace imposible el pensar. Pensar supone paz y tiempo. El sano control social que imponen las redes supone transparentarlo todo en el acto, no solo el patrimonio, sino que la agenda, etc., etc. Internet es por tanto la negación del pensamiento especializado, reposado, espeso, la voz del experto se enfrenta al anonimato del twittero que por diez segundos es Picasso, Churchill, el Che Guevara, desafiando el arte, la guerra, las dictaduras.


Cantinflas, comediante de trayectoria y éxitos reconocidos en el mundo así como idolatrado en Chile, dijo alguna vez en una de sus películas que lo más interesante en la vida era ser simultáneo y sucesivo, al mismo tiempo. Pues bien creo que la política o más bien los políticos más allá de su siempre utilitaria relación con los medios de comunicación enfrentan actualmente un nuevo giro en las formas de comunicar: lograr comunicar simultánea y sucesivamente sus propuestas en un escenario informativo globalizado. Más aún, el desafío de los políticos se complejiza si acordamos que estamos en medio de una nueva  crisis de la democracia representativa en América Latina, la que se expresa mediante el ausentismo electoral, en general, pero más precisamente mediante la ausencia de jóvenes en los procesos electorales del último tiempo.

Nuestras democracias acostumbradas a enfrentar  continuas crisis políticas, actualmente enfrentan nuevamente la peor de todas, la crisis de la política. Lo anterior en un escenario  donde se enfrentan mayorías electorales contra mayorías cotidianas que marchan, protestan, se expresan en las encuestas y se articulan con fuerza recientemente en redes sociales. Basta con simplemente pensar en la primavera árabe, el verano español, inglés o el mayo chileno donde miles de jóvenes articulados han tumbado, o al menos hecho tambalear, autocracias, dictaduras y democracias. En resumen, al decir de muchos cientistas políticos, la democracia electiva ya no es efectiva. Y las causas de lo anterior las podemos buscar en un cierto escepticismo intelectual que siempre acepta con facilidad la fatiga de material que genera el paso del tiempo o quizás explorar otras avenidas explicativas, éstas últimas más relacionadas con los nuevos desafíos comunicacionales de la política.

Por mi parte intentaré dimensionar el impacto de las nuevas formas de comunicación en los sistemas políticos y sus protagonistas, explorar la actitud de los políticos ante los nuevos soportes o vitrinas: las redes sociales.

Un filósofo conservador, el obispo Berkeley, escribió alguna vez, “ser es ser percibido”. Frase que siempre me ha perturbado ya que para muchos es considerada una de las fuentes del idealismo inglés. Recurro a esta cita porque creo importante subrayar algo evidente, la percepción se forma vía medios de comunicación masivos.

[cita]La audiencias, los consumidores y por tanto los electores cohabitarán con la inmediatez y con el tiempo de las ideas, que es siempre más lento, menos sexy, menos impactante que la denuncia. Los gobiernos deberán arbitrar entre distintos proyectos después de las protestas. Triunfarán las ideas sistémicas nuevamente. Ya no las biografías de los candidatos, sino que volveremos a las visiones más complejas, sistémicas, reflexivas, fundadas y serán percibidas como evidencias de compromisos políticos.[/cita]

En América Latina el promedio de consumo de televisión supera las dos horas diarias. Mayor es el consumo mientras más pobre es el hogar. Es decir la televisión sigue siendo el medio más relevante para informarse, para percibir mensajes políticos en América Latina. Lo anterior requiere subrayar que el explosivo crecimiento de la televisión por cable solo abunda a lo anterior con un matiz: sin distingo de clases, porcentajes enormes de hogares, hasta 75 % en algunos territorios del continente, pagan hasta US$ 80 mensual para escaparse de la condena de la televisión generalista y gozar de una televisión segmentada. Quise pasar por estos datos porque con lo anterior quiero fijar una premisa, la democracia depende básicamente de dos bienes jurídicos: la libertad de expresión y el acceso a información. Y quien debe cautelar por ellos es el estado mediante gobiernos que se eligen por medio de elecciones donde quienes construyen la percepción son esos mismos medios. Es decir hablar de política y medios tiene algo de ese animal inofensivo, el hámster, algo de circular, algo de improductivo o al menos de complejo en América Latina donde reina la desregulación televisiva. Lo anterior se hace aún más delicado si agregamos el dato de que el debate acerca de si la televisión es clave para la educación siempre debe concluir en que el que ve televisión, la hace educativa, aún contra su voluntad. Y en América Latina conocemos el desastre de nuestros modelos educativos públicos por tanto lo anterior se vuelve aún más relevante.
Pero quiero volver al núcleo del texto, explorar si la crisis de representatividad de nuestras democracias, la crisis de credibilidad de los políticos, ¿tiene o no sus causas en la relación políticos y medios y no solo en castas políticas decepcionantes en su actuar diario? Estoy convencido de que sí. Intensamente. Producto no solo de lo anterior sino además porque aceptando que los diarios siguen siendo la verdad para nuestros electores, puesto que el papel sigue logrando editorializar la noticia, y que los demás medios, televisión, radio, Internet, etc., son la espuma de la verdad antes editada por los diarios (aún considerando la fuerte baja de ventas de diarios y revistas en el mundo) creo con más fuerza que para los políticos el desafío de adaptar mensajes a esta revolución de los medios es casi inalcanzable. Inalcanzable porque nunca antes el mundo había sido tan segmentado, nunca antes las audiencias, consumidores y por tanto finalmente los electores eran atendidos por contenidos segmentados que se exhiben en aeropuertos, baños, teléfonos, hogares, aviones, buses, paraderos de buses, lobby de hoteles, supermercados, salas de esperas odontológicas. Me explico: como nunca antes la televisión se ha segmentado en su oferta por la vía de diseccionar  sus audiencias, de ofrecer en las mañanas una televisión femenina y en las tardes una programación más infantil y en las noches una más adulta, pero lo anterior se acompaña  de lo que comenté más arriba, el explosivo crecimiento del partido con más militantes en América Latina, el cable.

Millones de hogares que pagan por acceder a contenidos específicos, programas de cocina francesa, cocina china, noticias japonesas, noticias mexicanas, francesas, inglesas, africanas, canales de fútbol de primera división inglesa o sudamericana, canales de películas de corte más europeo o más californianas. Sumo a lo anterior el explosivo fenómeno de Facebook donde cada uno crea un grupo de acuerdo a sus intereses. Un grupo para los amantes de las ballenas azules, otro para los amigos de un amigo, otro para un plebiscito, otros para una queja de un día.

Por tanto por una parte el mensaje de un aspirante a líder debe segmentarse de un modo nunca antes previsto y con una frecuencia tampoco antes vista y donde la política, siempre generalista en sus propuestas, con dificultad se adapta a esas vitrinas. Pero esta orgía no termina aquí. Internet, como escribí más arriba, en particular agrega algo demoledor para cualquier discurso generalista: cualquier mirada estructurada se enfrenta a la inteligencia colectiva, la que se articula por ejemplo en twitter en segundos contra una idea. Por otra parte la transparencia activa que le exige a un político internet hace imposible soportar en el tiempo a un líder. Todo se desvanece en la insoportable levedad de todo ser, de todo líder. Una ola reemplaza otra ola en las redes sociales y eso se traspasa a la televisión, hoy esclava de las redes sociales, superada por la velocidad de las redes.

En este mismo momento en que escribo desde un avión, un vecino, a quien no identifico acaba de publicar en twitter que voy viajando cerca de él. Eso se llama control social activo. Un viernes en la noche desde Bolivia a Chile:

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El desafío que supone transparentar cada acto hace imposible el pensar. Pensar supone paz y tiempo. El sano control social que imponen las redes supone transparentarlo todo en el acto, no solo el patrimonio, sino que la agenda, etc., etc. Internet es por tanto la negación del pensamiento especializado, reposado, espeso, la voz del experto se enfrenta al anonimato del twittero que por diez segundos es Picasso, Churchill, el Che Guevara, desafiando el arte, la guerra, las dictaduras.

¿Cómo se adaptan las democracias o los políticos a este nuevo escenario? Aceptando que las reglas están siempre en dudas dinámicas y por tanto la democracia debe ser cotidianamente reformada, que al igual que la bicicleta si no se pedalea uno se cae, que si no se piensa todos los días en corregir la asimetría de información, de libertad, de representación entre elites y representados, entonces se avanza directo, sin mediación, hacia el conflicto sin solución.

El desafío entonces ante esta nueva ola de medios no es encarnar una respuesta para un pueblo, sino una respuesta para cada uno, para cada ciudadano del territorio que se quiere gobernar. Ese es el desafío de esta era de las comunicaciones donde internet ha venido a cambiar los hábitos de los editores, de los canales de televisión, de los poderosos y de los políticos. Pero aún hay patria señores. En medio de este fascinante escenario existe un camino para el pensamiento, para el imaginario, para un ideario, para una visión de sociedad o simplemente, para mejorar nuestra democracia representativa. Lo sustantivo de un político es su ideología, su concepción del hombre, la sociedad, el Estado, el mercado, la democracia, y esta ola o tsunami que han significado las redes dará pronto paso a una playa hambrienta de ideas que buscarán los mismos usuarios de internet, las audiencias televisivas, los auditores y lectores. En síntesis internet será víctima de sus propias reglas, una ola reemplaza otra ola. La ola del enojo, la ola de la duda informada, de la pregunta implacable contra un sistema político y económico que genera desigualdad, dará paso a otra ola: la de las respuestas. Las respuestas y propuestas encontrarán un camino de paz y prosperidad con más espacio en el debate público como ha ocurrido en otros momentos de la historia del hombre: pronto serán los proyectos de sociedad los que nunca se someterán a twitter, serán los políticos con propuestas nuevamente los protagonistas del debate. El reclamo y la protesta darán paso a la necesidad de soluciones y avenidas de progreso.

En ese recorrido chocarán entre sí miradas nacionalistas, sustentables, autoritarias y distributivas sin que la segmentación de contenidos pueda restringir ese debate. La audiencias, los consumidores y por tanto los electores cohabitarán con la inmediatez y con el tiempo de las ideas, que es siempre más lento, menos sexy, menos impactante que la denuncia. Los gobiernos deberán arbitrar entre distintos proyectos después de las protestas. Triunfarán las ideas sistémicas nuevamente. Ya no las biografías de los candidatos, sino que volveremos a las visiones más complejas, sistémicas, reflexivas, fundadas y serán percibidas como evidencias de compromisos políticos. De eso estoy seguro. Todo tiene un ciclo. Las biografías han sido el refugio de los votantes para dirimir entre candidatos en las últimas elecciones, pero ahora que la revolución de los nuevos medios ha demostrado que todos somos aún más imperfectos entonces las ideas tendrán su espacio en un teatro que los actuales medios de comunicación redibujan diariamente para que actúen los políticos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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