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El Gran Cuento del Tío

Manuel Riesco
Por : Manuel Riesco Economista del Centro de Estudios Nacionales de Desarrollo Alternativo (Cenda)
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La tan cacareada globalización ha sido el gran «relato» de los especuladores internacionales. Por cierto, los más gordos se aposentan en los grandes bancos de los países desarrollados. Proclamando el libre comercio mientras continuaban protegiendo sus economías del libre acceso de mercancías y especialmente de personas, lograron imponer el mundo entero el libre flujo de capitales. Apadrinaron generosamente a los anarquistas profesores neoliberales, quienes predicando la intrínseca perversidad del Estado fueron sus más entusiastas voceros. Todo fue un pretexto para especular a sus anchas. La mejor demostración de ello es el sucesivo inflamiento y desinflamiento de los mercados financieros de los países emergentes, que incluyen sus bolsas y monedas. Éstas se han inflado mucho más en las economías emergentes que en las desarrolladas, durante las recuperaciones 2001-2007 y 2009-2010. Sin embargo, se han desinflado mucho más que las segundas durante las caídas del 2008 y ahora del 2011.

El Financial Times ha venido alertando acerca de este fenómeno desde hace tiempo y entrega nueva evidencia al respecto en un editorial del 4 de octubre del 2011, donde presenta el gráfico adjunto. Allí muestra que el 2001 la razón entre el precio de las acciones y el valor de libro de las empresas subyacentes en los países emergentes era un 40 por ciento de la misma razón en las economías desarrolladas. Sin embargo, el inflamiento de las bolsas emergentes fue tan exagerado durante esa década que para el 2007, la misma relación había llegado a ser un 20 por ciento más elevada en los emergentes que en los países desarrollados. Sin embargo, el 2008 las acciones se desplomaron mucho más en los primeros que en los segundos, con lo cual la razón entre su precio y el valor de libro de las empresas subyacentes se redujo nuevamente a un 80 por ciento de la que existía entonces en las economías desarrolladas.

Nuevamente, el inflamiento del burbujazo emergente fue considerable en la recuperación del 2009-2010, lo que elevó la razón entre el precio de las acciones y el valor de las empresas hasta sobrepasar en un 25 por ciento la misma relación existente en los países desarrollados. El 2011 se inició el desplome más rápido de las bolsas emergentes que las de los países desarrollados, a pesar que las economías de los primeros continuaban creciendo mientras se estancaban las de los segundos. A consecuencia de ello, la relación entre el precio de las acciones y el valor de las empresas subyacentes es hoy nuevamente más bajo en los emergentes que en los desarrollados.

El editorial del diario británico no puede ser más categórico al afirmar:

«Los mercados emergentes han sido siempre un reflejo amplificado de los EE.UU. y Europa, sobrepasando su crecimiento cuando a los últimos les va bien y cayendo más rápido cuando bajan. Esa tendencia está determinada por los inversionistas globales.»

Precisa el editorial que China es el catalizador de los inversionistas globales para ingresar y retirar dinero de todos los mercados emergentes. Ello se aprecia -dice – precisamente en los breves momentos en que la tendencia antes descrita no se verifica. Por ejemplo, el más reciente inflamiento de dichos mercados empezó en octubre del 2008, algunos meses antes que las bolsas de los países desarrollados tocasen fondo en marzo del 2009, pero en los mismos días en que China lanzó un enorme paquete de estímulo. Del mismo modo, alcanzaron su máximo  a fines del 2010, pocos meses antes que las bolsas de los países desarrollados llegaran a su máximo en febrero del 2011, pero justamente en el momento en que China elevaba sus tasas de interés.

La conclusión del diario británico es que, a pesar de sus superiores perspectivas económicas, los mercados emergentes no van a recuperarse antes que lo hagan las economías desarrolladas, o al menos, mientras los gobiernos de los países emergentes encabezados por China no implementen un fuerte paquete de estímulo.

¡De te fabula narratur, Willy!

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