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La tercera anarquía se anticipa


Un empresario norteamericano describía hace años a Chile como «un país que, cuando está al borde del desarrollo, se dispara en el pie». De este aforismo se colgó Álvaro Bardón para enunciar su ley de que «cada cuarenta años, Chile se pega un tiro en el pie»: comienzos de los ’30, comienzos de los 70 y, por tanto, correspondería que ahora nos diéramos el balazo. Y todo indica que lo estamos haciendo. Porque se oye cada locura…

Históricamente, también, cada cien años el país vive una anarquía. Los «pipiolos» o izquierdistas del siglo XIX la provocaron entre 1826 y 1830, hasta que llegó un estadista enérgico y conservador, Diego Portales, después de que el general Joaquín Prieto pusiera las cosas en su lugar, y reordenó al país, restableciendo la autoridad y el orden.

Cien años después, en los años ’20 del siglo pasado, sobrevino una nueva anarquía, en 1925 y 1926. El general Ibáñez le puso transitorio término en 1927, pero fue depuesto en 1931 y entre ese año y el siguiente tuvimos nueve gobiernos, hasta que, finalmente, la derecha reordenó definitivamente al país y pudo gobernar hasta 1938, dejando restablecida la estabilidad republicana por los respectivos cuarenta años. Ahora estamos cerca de cumplir otros cuarenta de orden restablecido por el Gobierno Militar.

Y correspondía que en la próxima década sobreviniera la siguiente anarquía, pero parece que se ha anticipado. La estamos viviendo ahora. Parece que vamos a unificar los cuarenta años del disparo en el pie con los cien años entre anarquías. Vemos las cosas más insólitas. Todo se resuelve en el fragor de la violencia callejera. Las ideas se imponen a peñascazos. El «agente del cambio» es el cóctel molotov. No se aplican las leyes. La última transgresión ha sido la del artículo 15 de la Constitución, que dice: «Sólo podrá convocarse a votación popular para las elecciones y plebiscitos previstos en esta Constitución». Pero, en un acto abiertamente sedicioso, los dirigentes comunistas Jaime Gajardo y Camila Vallejo hicieron un plebiscito como si tal cosa y nadie les dijo ni hizo nada. Y van a ir a dejar a La Moneda los resultados, para que el Gobierno (como si hubiera alguno) tome nota y proceda en consecuencia.

Pues si hubiera gobierno, ahí mismo deberían tomarlos presos por sedición, pero seguramente el personaje que todos sabemos se va a retratar sonriente con ambos y los va a convidar a tomar té y dialogar.

Bueno, en esta nueva anarquía son tantos los que atropellan las leyes, son tan numerosos los establecimientos ilícitamente tomados, son varios centenares las sentencias ilegales dictadas impunemente por los jueces de izquierda, son tan públicos y notorios los actos de violencia impunes, que ya podemos concluir que no deberemos esperar hasta la segunda década del siglo.

No habiendo, pues, propiamente gobierno, concluimos que lo que hay es desgobierno. Por eso la encuesta de la Universidad Diego Portales, dada a conocer hoy, en la cual el régimen obtiene apenas un 21 por ciento de respaldo, revela notas rojas (bajo 4) en todos salvo uno de los aspectos de la labor gubernativa («capacidad de representar a Chile en el extranjero», con 4,2). En particular, en «firmeza en la toma de decisiones», es decir, gobernar, recibe un 3,7 y reprueba.

Como es propio de una condición así, el régimen ha pasado a ser ya «un pato cojo», sin posibilidad de prolongarse en una sucesión afín, pues en la pregunta abierta sobre el próximo Presidente de la República Michelle Bachelet obtiene el 43,2 por ciento, contra 6,6 por ciento de Laurence Golborne. Mientras tanto, el 28,3 por ciento de los encuestados se inclina por un futuro gobierno de la Concertación, versus un 14,5 por ciento de la Alianza, un 9,1 por ciento de un «independiente» no precisado, y un 6,7 por ciento de Juntos Podemos, es decir, de los comunistas. Los que, sin embago y de acuerdo con todas las evidencias, son los que están mandando en el país, a la cabeza de la revolución que está teniendo lugar y de la cual nadie parece darse cuenta.

Lo que confirma la regla histórica de que siempre los comunistas, en las revoluciones, siendo una minoría pequeña, terminan haciéndose del poder.

Otro rasgo de la anarquía es que empieza a prender la idea de «empezar de cero», con una nueva Constitución», a pesar de que la actual ha sido ratificada una y otra vez por inmensas mayorías populares y de que ha sido convalidada por todos los sectores, hasta llegarse a que los originariamente más adversos a ella, como los socialistas, terminaran por apropiársela y aparecer suscribiéndola, como lo hiciera Ricardo Lagos a partir de 2005. No obstante, ahora leo en «La Segunda» que Camilo Escalona (PS) y Andrés Zaldívar (DC) han «lanzado la idea de constituir una comisión bicameral constituyente en el Congreso Nacional».

Esa ya sería la «guinda de la torta» o, en términos más autóctonos, y apenas comedidos, «la cueca sin ropa».

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