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El derecho del fútbol a discriminar

La verdad es que no hemos pasado el test como sociedad. Así de simple. Y bajo esa premisa, lo hecho por el club cruzado tiene, por doloroso que sea, validez. Pero este no es un tema de la UC, ni del significado de su entorno, como se ha querido describir con cierto resentimiento. Es que el fútbol nacional no soporta el desarrollo de clásicos con hinchada rival, cualquiera sea. Eso es todo.


Bien por el fútbol. Por primera vez un club hace algo de toda lógica, aunque sea feo expresarlo. Discriminar. Así de simple. Pero no es una discriminación sin sentido. Toda discriminación tiene algún sentido, incluso la positiva, aunque sea odiosa y arbitraria. La presente es una discriminación que evitaría la consumación de un delito contra las personas y/o propiedad, (¿estamos frente a un peligro abstracto o concreto para el derecho penal?), y el absurdo, a estas alturas, e inexcusable argumento de parte de los clubes en torno a su nula responsabilidad civil derivada de actos vandálicos perpetrados por parte de “sus barristas”. Eufemismo clásico dado que nunca se han hecho cargo del monstruo que ellos mismos han engendrado y alimentado. “Barras bravas”: el nombre lo dice todo, no vale la pena comentarlo.

El pasado martes volví al Monumental luego de 17 años de ausencia obligada, justamente tras un clásico con la UC, donde la piedra más chica que cayó sobre el medio en que iba era lo suficiente para llamar al “retiro voluntario”. (Eso que soy hincha de Colo-Colo.) Y mientras observaba a la selección, constaté que todo aquel entorno seguía muy similar. Era para no creerlo. Sentado en el sector “Caupolicán” observaba las rejas de contención que el mismo club ha tenido que construir para controlar, cuidado, ¡a sus barristas! Era una verdadera jaula, rodeada de rejas reforzadas. Que el mismo club tenga que llegar al extremo de construir ese cerco para excluir a sus barristas del resto de “su hinchada”, dice más que mil palabras. De ripley. ¡Discriminación en el mismo estadio!, pensarían unos.

[cita]El fútbol no es un espectáculo completo porque los clubes no lo han querido y no se han hecho responsables de los actos de violencia que sus barreros perpetúan con asiduidad. Este flagelo, no es un problema exclusivo de empadronamiento de la barra oficial del club, ni de mayor o menor seguridad policial. Es un tema de responsabilidad de quien organiza el espectáculo, estadio y entorno inmediato incluido.[/cita]

La verdad es que no hemos pasado el test como sociedad. Así de simple. Y bajo esa premisa, lo hecho por el club cruzado tiene, por doloroso que sea, validez. Pero este no es un tema de la UC, ni del significado de su entorno, como se ha querido describir con cierto resentimiento. Es que el fútbol nacional no soporta el desarrollo de clásicos con hinchada rival, cualquiera sea. Eso es todo. Bajo esa misma premisa, es justo entonces que el partido de vuelta en el Monumental se desarrolle sin presencia de hinchada de la UC, o que en posteriores clásicos sólo acuda el simpatizante local. El ejemplo del Madrid cuando enfrenta al Barcelona, o vice-versa, no nos debiera ser indiferente. Por ello, la venta de tickets a comienzo de temporada que comprenda el abono total del estadio a socios y simpatizantes del club para los clásicos que los clubes enfrenten de local, es un camino deseable no obstante exista precedente en contra al respecto.

Hay que saber ir un poco más allá del hecho puntual. Este es el costo de tener dirigentes que lo han hecho pésimo, avalando de una u otra manera la violencia. Y de legisladores que también lo han hecho mal, a través de una ley, como la de violencia en los estadios, a toda vista insuficiente, como asimismo presentando recursos judiciales, esta vez para evitar el desarrollo del partido en cuestión, buscando con ello el aplausómetro popular. ¿Qué dijeron éstos cuando la Garra Blanca quemó el estadio de Rancagua, hace no mucho tiempo? ¿Qué ejemplo dio la administración de Colo Colo frente a ese episodio? ¿Persiguió alguien civilmente al club por el actuar demandando indemnización de perjuicios? ¿Basta con cancelar los daños materiales? ¿Y el daño moral, dónde queda? ¿Alguien se ha acercado a los pobladores que sufren con periodicidad y en carne propia la violencia de los barristas cuando se enfrentan entre ellos? Fuera de perseguirse la responsabilidad penal e individual de los infractores, ¿qué resultado positivo puede exponerse ante la opinión pública de manera de asegurar una vida en torno a un estadio, cualquiera sea éste, segura?

El fútbol no es un espectáculo completo porque los clubes no lo han querido y no se han hecho responsables de los actos de violencia que sus barreros perpetúan con asiduidad. Este flagelo, no es un problema exclusivo de empadronamiento de la barra oficial del club, ni de mayor o menor seguridad policial. Es un tema de responsabilidad de quien organiza el espectáculo, estadio y entorno inmediato incluido.

En consecuencia, urge actuar en conformidad a lo que ha pasado en los últimos 25 años y no como todos desearíamos que fuera, de partida con una sociedad más inclusiva y respetuosa de las libertades. Pero en tanto no tengamos las herramientas para defender un bien jurídico, cual es el derecho a vivir en paz, tendremos que limitar o conculcar el derecho de una minoría que no le quedará otra que ver el partido respectivo por TV, sea simpatizante de la UC, Colo-Colo, la “U” o cualquier otro. Porque lo hemos hecho pésimo, y los violentistas van ganando esta batalla, no cabe sino que remediar dicha actuación extremando el argumento.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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