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Hacia el País Orwelliano Perfecto


Como sabe toda persona culta, e incluso algunas no tan cultas, como es mi caso, el inglés George Orwell escribió en los años 40 un libro pretendidamente profético que tituló «1984», donde imaginó a una sociedad tecnológicamente avanzada pero completamente totalitaria, que él preveía podía materializarse en dicho año.

En esa sociedad el gobernante absoluto se encargaba de precisar todo lo que debía saber y pensar la gente y, en particular, lo que no debía conocer. Para ese efecto había dispuesto periódicamente «un minuto de odio», durante el cual todos los ciudadanos debían proferir insultos contra el principal (y único) crítico y opositor del régimen, cuyo nombre era «Emmanuel Goldstein».

En el Chile actual, que, como reiteradamente he advertido en este blog –aunque sin ser creído– está básicamente manejado por el Partido Comunista, encargado de manejar la agenda ciudadana, suceden muchas cosas parecidas a las de «1984» y, en particular, ya hay una figura histórica a la cual se ha asignado el papel de «Emmanuel Goldstein», cuyo nombre, por el justo temor que me sobreviene de que pudiera irritar al poder dominante, no voy a reproducir.

Pero sí voy a reproducir un proyecto de ley en actual trámite parlamentario, moción de, naturalmente, el diputado comunista Lautaro Carmona y varios «compañeros de ruta» socialistas y radicales y el acostumbrado «tonto útil» (el nombre se lo pusieron los comunistas a los respectivos personajes, a quienes yo, que soy más delicado, en el caso del último, llamo prudentemente «kerensky»), han presentado a la consideración del Congreso.

Dicha moción dice así: «Se prohíbe en los espacios y organismos públicos, así como en establecimienos educacionales, las imágenes, estatuas, placas o escudos que honren o recuerden al ex Comandante en Jefe del Ejército de Chile, general Augusto Pinochet y todos los miembros de la Junta Militar que gobernó a nuestro país desde el 11 de septiembre de 1973 al 11 de marzo de 1990».

El error de hecho de la última parte de la moción es manifiesto y deriva de la general ignorancia de los totalitarios acerca de la historia de Chile. Pues entre 1981 y 1990 este país fue gobernado por un Presidente elegido y no por la Junta.

Pero lo que sí saben bien los totalitarios es algo que les enseñó su Escuela Matriz, la Unión Soviética, donde periódicamente se retocaban las fotografías oficiales de la «nomenklatura» gobernante para suprimir de ellas a quienes sucesivamente iban cayendo en desgracia.

Esto hacía las delicias de la prensa del mundo libre, que presentaba galerías de sucesivas fotos soviéticas «actualizadas» con exclusiones al estilo de la moción de Carmona y sus seguidores.

En realidad los totalitarios chilenos, sus compañeros de ruta y tontos útiles, que ya estuvieron en el poder por veinte años, se anticiparon a la referida moción, pues ya durante sus gobiernos procuraron borrar sistemáticamente toda huella de recordación de la obra de la Junta y del Presidente Pinochet.

Casos que recuerdo en particular fueron el del busto recordatorio que había a la entrada del Hospital del Profesor y todas las placas inaugurales de la Carretera Presidente Pinochet, que además pasó a llamarse Carretera Austral. Ricardo Lagos culminó el escamoteo cuando, en 2005, estampó su nombre al pie de la Constitución de Pinochet, en lugar del de éste.

La principal dificultad que puede haber para aplicar debidamente la moción totalitaria se va a presentar a la hora de dar cuenta histórica del enorme y revolucionario cambio (para bien) que tuvo lugar en el país a partir de la Segunda Independencia Nacional de 1973, lograda al liberarnos del yugo soviético.

¿Cómo se va a justificar, en efecto, y sin nombrar a sus autores, el reemplazo de un país dividido, desabastecido, arruinado, endeudado y rehén de un ejército guerrillero clandestino que había en 1973, por el país próspero, pacífico, ordenado y pujante que recibieron los gobernantes civiles el 11 de marzo de 1990?

El retoque totalitario de la historia deberá ser hecho con la misma maestría que el de las fotos soviéticas.
En síntesis ¿puede una moción de ley terminar de borrar, de una plumada, al gobierno más exitoso del siglo XX?

En el Chile orwelliano de 2011 parece que se puede.

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