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Hinzpeter: Otra oportunidad

Cristóbal Bellolio
Por : Cristóbal Bellolio Profesor de la Universidad Adolfo Ibáñez.
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Hinzpeter tiene una nueva chance de revertir su mal momento personal. Es su turno de responder a la confianza depositada en él. Si fracasa, pierde él, pierde el Gobierno, pierde la derecha y pierde Chile.


La campaña de Sebastián Piñera prometió que a los delincuentes se les acabaría la fiesta. Los índices conocidos esta semana permiten sostener que se trata de una promesa incumplida. Este no es un juicio de valor, es la constatación de un hecho: han aumentado los delitos en general y los de mayor connotación social en particular.

Adicionalmente, la última medición Adimark arroja un dato relevante: si hay un área peor evaluada que educación, ésa es justamente el combate a la delincuencia. Pobre, muy pobre para aquellos que cifraron tan altas expectativas en seguridad ciudadana.

El principal responsable es el ministro de Interior. Nuevamente, esta no es una interpretación tendenciosa ni antojadiza, es el reconocimiento a la división del trabajo que opera en un gabinete. Más aun cuando el titular del cargo ha descuidado otras labores de coordinación política para abocarse a construir un Chile más seguro.

Es cierto que en esta tarea el Ejecutivo no juega solo. Hay otros actores en esta obra. Pero como bien ha señalado el Fiscal Nacional, es el Gobierno el protagonista de la trama. Repartir culpas a fiscales y jueces puede ser políticamente atractivo –en la medida que la ciudadanía compre el discurso y la opinión pública equilibre su condena- pero en la película completa este tipo de escaramuzas no ayuda ni a mejorar la imagen de los poderes del estado ni a combatir mejor la delincuencia. Es un juego de suma cero: lo más sensato parece ser encabronarse con unos y otros.

[cita]Hinzpeter tiene una nueva chance de revertir su mal momento personal. Es su turno de responder a la confianza depositada en él. Si fracasa, pierde él, pierde el Gobierno, pierde la derecha y pierde Chile.[/cita]

Como siempre, hay luz al final del túnel. En nombre del niño asesinado en un bus del Transantiago, el ministro Hinzpeter vuelve a dar la señal de que su gobierno no tolerará más víctimas inocentes. La familia del pequeño Vicente creyó en la sinceridad del ministro. Un drama de esta envergadura se transforma en una oportunidad para redoblar esfuerzos retóricos y efectivos contra la delincuencia desatada. Hasta el momento, Hinzpeter sólo ha obtenido un rédito marginal en la dureza con la cual ha enfrentado las movilizaciones estudiantiles. Pero por primera vez corre con viento a favor; otro dato de la Adimark confirma que la Confech pierde importante apoyo respecto de la “forma” a través de la cual batalla por sus demandas. La gran mayoría de los chilenos se cansó de la barricada, la toma violenta, el enfrentamiento urbano, el piedrazo y el carabinero herido.

Por supuesto, la derecha no cuenta con un repertorio muy original para pasar a la ofensiva en materia de orden público y seguridad ciudadana. El discurso represivo ha desplazado incluso al discurso preventivo. Para qué hablar de teorías más sofisticadas sobre el origen estructural de la violencia o de la desigualdad como motor de indignación social. Esas son para la izquierda, parece sostener el adn tradicional del oficialismo.

Hinzpeter tiene una nueva chance de revertir su mal momento personal y fundamentalmente de ayudar al gobierno a cumplir una de sus promesas fundamentales. Un Presidente dado a las citas bíblicas sabe que “por sus frutos los conoceréis”. Así por ejemplo puede evaluar al equipo económico por su capacidad de asegurar alto crecimiento y bajo desempleo, ambas metas que se están cumpliendo. Piñera sabe que mantuvo a su brazo derecho contra todas las recomendaciones. Ahora es el turno para que Rodrigo Hinzpeter responda a la confianza depositada en él. Si fracasa, pierde él, pierde el Gobierno, pierde la derecha y pierde Chile.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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