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La desnudez, la telaraña y la liberación de los estudiantes

Jorge Inzunza H
Por : Jorge Inzunza H Académico de la FACSO U.de Chile. Psicólogo de la Universidad de Chile. Magíster en Ciencias Humanas y Sociales de la Universidad de París X Nanterre. Doctorando en Educación de la Universidad Estadual de Campinas UNICAMP.
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I.

Un cuerpo pálido, ajado y maloliente se desliza en medio de la telaraña. Es hábil. Ha aprendido a desplazarse en medio del tejido dictatorial de una Constitución que lo amamanta con su sangre. Disfruta asfixiar a sus víctimas, las pone en el centro de la telaraña para, en un ataque bestial de gases lacrimógenos y palizas de sus agentes,  reprimir cualquier movimiento de liberación.

Adheridos mediante la química babosa que succiona la energía de un pueblo, la telaraña se hacía fuerte durante años.

Recuerdo cuando el diseñador, aquella creatura corta de vista, inventó el sistema bajo el amparo de sus amigos torturadores. Sí, la tortura es la savia que recorre la telaraña por más de 30 años. Crearon un sistema virtual de participación, se disfrazaron de inocentes pastores y corrompieron desde los nuevos templos y escuelas edificadas entre los cerros donde huyeron de cualquier contacto físico con el centro de la telaraña.

Pero nada es perfecto. A pesar de sus campañas conservadoras, de la aplicación al pie de la letra de las recetas de 1984 y su ojo vigilante, del intento por controlar el comportamiento sexual y político de su víctima colectiva, de gobernar en base al miedo al Rojo, surgió una brisa de música que tenía la particularidad de transparentar la historia que la oscura telaraña escondía. Emergió como una guerrilla de cuadernos que comenzaron a escribir sobre la injusticia, la explotación, la deuda, los derechos perdidos… Aprendieron a respirar en medio de los gases tóxicos de las fuerzas de represión, y a abrir los ojos mejor que sus padres y madres. Lloraban también, y fueron golpeados una y otra vez. Pero ya todo se ha hecho inevitable… y la caída de la telaraña es inminente.

II.

El agotamiento y la frustración de nuestros/as estudiantes es comprensible. Supongo que en La Moneda estarán sacando cuentas, y como cualquier equipo de fútbol mediocre se está conformando con el empate y hace tiempo para que el año se acabe. Pensarán que enero y febrero serán meses de olvido, donde el sol hará su trabajo destiñendo los panfletos de la protesta. Pero si algo hemos aprendido en estos últimos años, es que no se olvida y todo se acumula – tanto como las ganancias de aquellas 4 mil familias del mundo de Bilz y Pap-. Si vivimos en uno de los países con mejor desarrollo humano, y al mismo tiempo en uno de los más desiguales del mundo, entonces la memoria jugará su rol, porque ella es colectiva y subversiva en esencia.

Que la desilusión y la derrota no sean más que un estado pasajero. Los/as estudiantes han invadido los espacios privatizados, han sido protagonistas del debate público perdido por años en medio de los reality shows, han sido ciudadanos/as respetuosos cuando las autoridades los han vilipendiado desde sus propios medios de comunicación, han sido masa unida cuando les han intentado vomitar encima el arsenal de las fuerzas especiales. Dignidad es el arma fundamental que tenemos para seguir, un bien escaso y precioso.

La fuerza transformadora no se detendrá ante el Viejito Pascuero ni ante el bloqueador solar. La inteligencia creativa de nuestra juventud se esparce mediante esporas en el aire, y su efecto multiplicador emerge y seguirá emergiendo como un sueño colectivo. La libertad es la posibilidad de construirnos colectivamente como pueblo, no es aquella fantasía de la compra compulsiva; es allí donde comienza nuestro proceso refundacional. Ya es hora de hacer lo que 200 años de represión, dictaduras, golpes de Estado, y muchas esperanzas de democracia no han podido realizar. Allí están los estudiantes hoy y estamos juntos.

III.

Y se mueve desnuda confiando en que sus patas no darán pasos en falso, y lograrán una vez más acertar un golpe amnésico sobre su víctima. Mientras tanto como un eco incesante se escuchan el rumor de un ejército de lápices de mina escribiendo otra historia.

(*) Texto publicado en El Quinto Poder.cl

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