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Homenaje a Krassnoff y los límites a la libertad de expresión

Por: Pedro Ignacio Vicuña


Señor Director:

El alcalde de Providencia, Cristián Labbé Galilea ha invitado a la realización de un homenaje al convicto por crímenes de lesa humanidad Miguel Krassnoff Martchenko. Lo ha hecho en su calidad de alcalde, esto es en nombre de los electores que lo han llevado a su cargo y de los habitantes de la comuna que, por esta razón, él representa.

El alcalde Labbé, luego de la airada reacción ciudadana que suscitó este hecho, aclara que no acudirá a este homenaje y manifiesta su extrañeza por la reacción producida aduciendo que existe libertad de expresión y que es necesario ser tolerante con quienes piensan de manera diversa y tienen otras concepciones de la realidad.

Por cierto que en esa afirmación, tan políticamente correcta, el alcalde Labbé parece no errar, puesto que todos y cada uno de nosotros está de acuerdo con ella en tanto que principio general. Pero tanto la libertad de expresión como otras manifestaciones humanas tienen un límite  dado por la sana convivencia. Porque no cabe duda de que no tendría relación con el principio de la libertad de expresión homenajear a un abusador de menores o a un traficante de armas o de drogas, más aún en un espacio que está ligado a una institución del estado. Todos sabemos que en un caso así no sería un atentado a la libertad de expresión impedir que se le rinda homenaje a un transgresor declarado de las normas del recto funcionamiento de la polis.

Porque la polis se ha dado reglas, leyes, y una cierta conducta moral y ética apropiadas, que las autoridades de la república deben ser los primeros en acatar.

Sin lugar a dudas el alcalde Labbé tiene todo el derecho de simpatizar con la postura de quienes homenajean al cosaco en cuestión, pero sólo a título personal. Porque el buen gobernante de la polis representa a todos los ciudadanos de su jurisdicción, se erige en ejemplo para sus conciudadanos, en referente ético y moral y busca evitar que quienes han sido víctimas de desgracias, atropellos y persecuciones vuelvan a sentir la indefensión a la que fueron sometidos antaño. Hay familias en nuestra comuna que aún no logran restañar las heridas de un pasado monstruoso, ¿es necesario reavivarles el dolor de tamañas vejaciones? ¿Es lo que haría el buen gobernante? Si nuestro gobernante municipal recordara algo de historia, sabría que en la democracia ateniense, el recuerdo de la masacre de Mileto que tanto daño causó a la población, fue castigado con una multa gigantesca y el autor de tal recuerdo, Frinico su nombre, condenado a no poder hacer públicas sus creaciones por espacio de ocho años.

Pero en nuestra “ejemplar y estable” democracia, todavía cautiva, someter a tal vejación a quienes padecieron las acciones que el acto de homenaje busca recordar, se puede hacer impunemente.

Porque en nuestro desgarrado país hay quienes proclaman a los cuatro vientos que defienden la vida y rasgan vestiduras ante la píldora del día después o ante la sola idea de hablar del aborto terapéutico porque se pone en riesgo una vida humana, dicen…

Pero callaron y siguen callando sistemáticamente cuando se trata de la vida de personas que fueron torturadas, vejadas, asesinadas y desaparecidas. Y cuando se les recuerda que en nuestro país se cometieron esas atrocidades, son capaces de decir que los que las recuerdan están “reavivando el odio que condujo a la catástrofe”

Y para esas mismas personas el homenaje a un asesino, que cometió atrocidades y crímenes de lesa humanidad amparado por el aparato de un estado secuestrado,  no es un acto que busca reavivar odios, sino apenas un acto de “ejercicio de la libertad de expresión, al que hay que mirar con tolerancia y altura de miras”.

Pedro Ignacio Vicuña
Poeta y actor

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