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2011: Los perfiles del cambio

Adolfo Castillo
Por : Adolfo Castillo Director ejecutivo de la Corporación Libertades Ciudadanas
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Es el año que marcó el agotamiento del modelo de democracia de los acuerdos, ingresando a la arena pública la demanda por la democracia de las mayorías.


En pocas ocasiones los procesos políticos y sociales se concentran al punto de adquirir perfiles nítidos y singulares que les dan fisonomía histórica a la vez que proyección, como acaece por ejemplo, con las revoluciones, los cambios constitucionales, la caída de un gobierno o el levantamiento popular. Son momentos constitutivos o generadores de nuevas tendencias históricas que implican a toda la sociedad, y como un tsunami, desplazan íconos, certidumbres, modificando el paisaje y dando lugar a una nueva realidad social.

Observando los acontecimientos político – sociales que han tenido lugar en el transcurso del año 2011, debemos asentir en que fueron hechos signados por una formidable y poderosa aspiración colectiva que cuestionó las certidumbres de orden urdido en las postrimerías de los años ochenta, celosamente protegido por la magia de la gobernabilidad y visto como el modelo de los poderosos y minorías. Esa fuerza ciudadana está en la base del cambio que vive Chile, y se perfila como un reencuentro de las aspiraciones de larga data, por alcanzar una sociedad genuinamente democrática y donde imperen los derechos, la justicia social y la libertad no sea una quimera, sino un bien apreciado por la mayoría.

Por de pronto, se pueden trazar las siguientes líneas que dan cuenta del formidable proceso que generó el 2011:

Por un lado, se vive la más profunda crisis en la política. La aprobación social de los partidos políticos y las coaliciones se encuentra en el nivel más bajo de las mediciones efectuadas, lo que da cuenta de una erosión en su legitimidad que se ve difícil remontar. La población lo dice claramente: estos partidos, este sistema no me representa. Movidos por intereses corporativos, los actores políticos de las coaliciones secretadas por el orden constitucional de base autoritaria, han manifestado su incapacidad para entrar en sintonía con la voz social, limitándose a cautelar las bases de su reproducción. Lo cierto es que el sistema binominal es el mismo de 1988, se reinstalan los senadores designados bajo nuevos maquillajes, la participación ciudadana no es comprendida como un derecho humano, el lucro en la educación es una consigna de anarquistas o ultras, y cosas por el estilo. En eso consiste la crisis que marca el inicio de un nuevo proceso en Chile.

Por otro lado, emerge con fuerza la sociedad civil y sus nuevas tramas asociativas, donde el movimiento estudiantil lidera la aspiración mayoritaria por modificar las reglas que han sustentado el proyecto neoliberal de mercantilizar la vida. Durante meses o casi un año, cientos de miles de estudiantes ingresaron a la esfera pública y pusieron en cuestión las sacrosantas verdades sobre las que se levanta el orden educacional, generando una corriente de simpatía que envolvió a la sociedad. Por doquier las demandas estudiantiles ganaron legitimidad y se transformaron en tema de reflexión política familiar, comunitaria, tornándose conversación pública sobre el sentido del proyecto de país en construcción. Ha sido un debate que está llevando a otros temas, politizando la sociedad, sacándola de la burbuja y prisión a la que estuvo sometida por años.

Finalmente, se perfilan los contornos de nuevos proyectos políticos para Chile. Se siente en el aire que se ha ingresado a una nueva etapa en el desarrollo político del país, desde luego signada por sombras, temores e incertidumbres, como las que acompañan siempre todo cambio. Y han surgido líderes que interpretan los anhelos de transformación que buscan las mayorías sociales, junto con innumerables propuestas en el plano político, económico, ambiental, que múltiples actores de la sociedad civil han levantado y que perfectamente constituyen las bases de programáticas de un futuro gobierno. Desde luego las formas en que ello cristalice es parte del futuro.

En suma, emerge con fuerza la demanda del cambio en las reglas que establecen la distribución del poder político y los frutos del crecimiento económico, a la vez que se constituye una demanda por poner término a las odiosas jerarquías sociales y privilegios de sustentan las desigualdades de nuestra mediocre modernidad. Estas últimas son tendencias aun, las cuales no deben ser descuidadas, pues anidan fuerzas que pueden estremecer los cimientos de la sociedad si no logran ser procesadas.

2011 es el año que marcó el agotamiento del modelo de democracia de los acuerdos, ingresando a la arena pública la demanda por la democracia de las mayorías.

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