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Carahue, el 11M y el ministro Hinzpeter

Pedro Cayuqueo
Por : Pedro Cayuqueo Periodista, director de los periódicos Azkintuwe y MapucheTimes.
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Ni bomberos ni las autoridades de Carahue avalan su afiebrada tesis del “terrorismo mapuche”. Si desea que el presidente Piñera suba un par de puntos en las encuestas, el camino créame es otro. Lo demostró el ministro Lavin en Temulemu, devolviendo tierras a las comunidades, reconociendo la deuda histórica y reparando con ello décadas de injusticia. Por ahí va la cosa en estas hermosas comarcas sureñas.


Lo que para todo Carahue es un típico incendio de temporada que se escapó trágicamente de las manos, para Hinzpeter es la consecuencia de un orquestado plan del terrorismo mapuche. Lo que para todo Carahue tuvo su origen en el negligente actuar de campesinos de montaña que viven de la producción (legal e ilegal) de carbón, para Hinzpeter lo tuvo en el accionar de células terroristas con  insospechadas ramificaciones regionales. Pero no solo eso. Esta sería además la demostración palpable de que en La Araucanía los mapuches SÍ poseen armas de destrucción masiva, tal como informes de “inteligencia” venían advirtiendo desde hace al menos una década. Informes que la Concertación, era que no estimado lector, desoyó de manera insólita y negligente dado sus compromisos con el Congreso Socialista de Chillán del año 67’ y complicidad manifiesta con los oscuros planes de Darth Sidious, el Señor Oscuro de los Sith.

Ufff… tras la jornada de ayer jueves uno no sabe si reír o llorar. Chile, el país de Kafka, García Márquez y el realismo mágico revisitado. “El Mundo y El País informan que terroristas mapuches estarían detrás de los incendios y las muertes de hoy”, me comenta alarmado un amigo periodista catalán vía Skype. ¿La fuente? El Palacio de La Moneda y sobretodo el Ministro del Interior, el mismo que por la tarde-noche de ayer, ya instalado en Temuco, llamaba a la responsabilidad y a “por favor, no especular nada al respecto”. Raro el ministro Hinzpeter. Horas antes defendía a raja tabla las “conjeturas” de Palacio, afirmando que contaban con antecedentes para relacionar “directamente” el incendio en la zona de Carahue con los últimos atentados en La Araucanía -reivindicados en teoría por la CAM- y estos a su vez con la quema de una moto de Carabineros y un bus del Transantiago en la capital, este último conducido por un microbusero de rasgos no precisamente caucásicos y sospechoso apellido “Lepillán”.

Si se trata de relacionar, ministro, ejemplos hay por montones en otras latitudes, especialmente cuando la muerte de civiles inocentes –sobre todo si esta se produce en trágicas circunstancias- sensibiliza e indigna a la opinión pública de especial manera. Fue lo que hizo George Bush con Irak tras el macabro atentado a las Torres Gemelas, relacionado peras con manzanas, pasándose por el aro informes de observadores de la ONU, reportes de sus propios organismos de inteligencia y la opinión de expertos de todo el orbe. Poco y nada importó a Mister President todo ello. Envió a sus chicos a la guerra, destruyó y reconstruyó Irak para beneficio de un puñado de corporaciones, aseguró millonarios contratos a sus amigotes petroleros texanos y de las consecuencias, que se encargue el negrito. ¿Alguien recuerda hoy que todo aquel desmadre fue por llevar a Medio Oriente “las bondades de la democracia occidental”?

A uno como que le entra la duda. ¿Existirán bajo los erosionados cerros de Carahue inagotables reservas de petróleo? ¿O tal vez de uranio? Hasta donde sabemos, en absoluto. ¿Hacia dónde apunta entonces la campaña de desinformación montada por La Moneda? En lo personal, dudo que se trate de una nueva invasión militar al País Mapuche, al estilo de operaciones yankis como “Libertad Duradera” o “Democracia y Pascua Feliz para Todos”. Concédame ministro que bastante absurdo sería invadir lo que ya fue invadido, aunque solo fuera con “mucho mosto y poca pólvora”. ¿Entonces qué? “Pedro, es que se trata de vuestro propio 11M, joder”, comenta mi colega desde Barcelona y no deja de tener meridiana razón. Lejos de la geopolítica imperial de Bush y la beligerancia “quien la tiene más grande” de sus halcones, lo de Hinzpeter y su círculo de señoritos asesores es lisa y llanamente un Aznarazo de marca mayor. O de proporciones bíblicas, en el decir de una tía evangelizada por las monjas de Boroa a punta de lugares comunes.

Lo de Aznar aconteció en Madrid y persiguió como objetivo viles cálculos políticos. Fue días previos a las elecciones generales de 2004, cuando varios trenes de cercanías explotaron por los aires en las inmediaciones de Atocha, en un atentado que a la legua revelaba el modus operandi del terrorismo islámico. Sí, de Al Qaeda  y no precisamente del terrorismo vasco, como se encargó de  propagar a los cuatro vientos el Palacio de La Moncloa, a objeto de responsabilizar de la tragedia a sus oponentes del PSOE y su “timorata lucha contra ETA”. Cuento corto; el montaje cayó como saco de papas en los días siguientes, la ciudadanía se reveló contra el PP y el voto de castigo transformó a José Luís Rodríguez Zapatero en Presidente del Estado Español, a José María Aznar en el hazmerreír de la Comunidad Europea y a sus organismos de inteligencia en una mala copia de la Oficina chilena.

Sepa ministro que el caso lo conozco como pocos. No por estar involucrado, aclaro desde ya, sino porque –desde Bruselas, donde me encontraba por motivos académicos- me tocó reportear lo acontecido. Modestia aparte, una de las primeras notas revelando el montaje informativo de aquella fatídica mañana lleva mi firma. Fue publicada en The Independent, de Londres, y en ella daba cuenta del comunicado de las “Brigadas de Abu Hass Al-Masri” reivindicando su autoría. ¿No me cree? Aquí la versión en español publicada el mismo 11M en Rebelión. Como verá, de montajes comunicacionales conozco y bastante. Y por ello le pido no nos venga con cuentos. Ni bomberos ni las autoridades de Carahue avalan su afiebrada tesis del “terrorismo mapuche”. Si desea que el presidente Piñera suba un par de puntos en las encuestas, el camino créame es otro. Lo demostró el ministro Lavin en Temulemu, devolviendo tierras a las comunidades, reconociendo la deuda histórica y reparando con ello décadas de injusticia. Por ahí va la cosa en estas hermosas comarcas sureñas. Créame.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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