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Régimen o Dictadura

Cristóbal Bellolio
Por : Cristóbal Bellolio Profesor de la Universidad Adolfo Ibáñez.
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La derecha y el oficialismo en general siguen vinculados en el imaginario colectivo al período que los chilenos abrumadoramente repudian. Es innegable que Allamand, Matthei, Chadwick o Longueira aportan peso específico al gobierno de Piñera, pero con ellos a bordo es inverosímil plantear que esta administración abre un nuevo ciclo político. Son los rostros del SI, son los hombres de la transición. Episodios como éste se encargan de refrescar la memoria.


¿Fue una dictadura? Evidente. ¿Fue un régimen militar? Por supuesto. En estricto rigor, ambas categorías sirven para etiquetar el período Chile 1973-1990. Lo que hoy está en discusión no es un asunto de precisión conceptual, sino un reconocimiento al poder simbólico de las palabras. Y el término dictadura expresa una mayor carga de rechazo.

Pinochet perdió el plebiscito con la nada despreciable cifra de 44% de adhesión. Con el tiempo, sus adherentes fueron bajando. Primero, porque la democracia de la Concertación resultó ser bastante digerible para la derecha. Luego, porque Chile entero abrió los ojos respecto de las violaciones a los DD.HH. que fueron negadas o calladas durante tantos años. Más tarde, porque el dictador fue aniquilado políticamente en las cortes de Madrid, Londres y Santiago. Los incondicionales también descendieron cuando se supo de las cuentas secretas de la familia Pinochet. Según los estudios, la opinión que tienen hoy los chilenos respecto de los 17 años de paréntesis democrático es más negativa que nunca. Por lo mismo, es consistente utilizar el término que mejor refleja esa correlación de fuerzas: dictadura.

[cita]Hasta hace algunos años, “régimen militar” parecía una solución de compromiso a medio camino entre gobierno militar y dictadura. Hoy no hay espacio para soluciones de compromiso. Esa es la lectura que acertadamente han hecho algunos dirigentes RN para distanciarse del partido aliado.[/cita]

El ministro Beyer tiene algo de razón cuando sostiene que hablar de “régimen militar” es “más general”. Lo que ocurre es que la ciudadanía no quiere fórmulas “generales” cuando las específicas están disponibles y grafican mejor el estado de ánimo colectivo. La emotividad social quiere condenas ejemplares mientras la expresión “régimen militar” parece atenuar esa condena.

No siempre fue así. El mejor trabajo periodístico de la época de Pinochet debe ser “La Historia Oculta del Régimen Militar” de Ascanio Cavallo, Manuel Salazar y Oscar Sepúlveda. Entonces, referirse al “régimen” era una expresión extendida y no necesariamente neutral en cuanto a juicios de valor. Los autores de este libro, rigurosos investigadores, no son neutrales en este ámbito.

Pero la valoración de los términos ha cambiado. El historiador británico Quentin Skinner sostiene que cuando los conceptos tienen historia suelen escapar de las definiciones cerradas, especialmente cuando éstas aspiran a una supuesta neutralidad. Por lo mismo, siguiendo a Nietzsche propone construir genealogías conceptuales, que revelen cómo el lenguaje y las ideas se van desarrollando a partir de los propósitos de un determinado grupo o actor social.

Tome por ejemplo la idea de libertad. Aquellos que instigaron el golpe militar y apoyaron el derrocamiento del Presidente Allende lo hicieron para “recuperar la libertad del yugo marxista”. Más de una década después, fueron esta vez los opositores a la dictadura los que se organizaron bajo el paraguas emblemático de la libertad. Las cadenas que rompía la mujer alada en la moneda de 10 pesos de la época fueron las mismas cadenas que los chilenos rompieron al vencer a Pinochet. Es imposible sostener que la motivación de los primeros fue una falsa aspiración a la libertad o que los segundos estaban conceptualmente confundidos cuando ocuparon la misma idea. Los conceptos están vivos y sirven objetivos distintos según el momento histórico.

Hasta hace algunos años, “régimen militar” parecía una solución de compromiso a medio camino entre gobierno militar y dictadura. Hoy no hay espacio para soluciones de compromiso. Esa es la lectura que acertadamente han hecho algunos dirigentes RN para distanciarse del partido aliado. Pero es al mismo tiempo la demostración más palmaria de que la derecha y el oficialismo en general siguen vinculados en el imaginario colectivo al período que los chilenos abrumadoramente repudian.  Es innegable que Allamand, Matthei, Chadwick o Longueira aportan peso específico al gobierno de Piñera, pero con ellos a bordo es inverosímil plantear que esta administración abre un nuevo ciclo político. Son los rostros del SI, son los hombres de la transición. Episodios como éste se encargan de refrescar la memoria.

Por supuesto, sería ideal que este tipo de discusiones se diera en espacios deliberativos menos viciados. Así como el remplazo de un concepto con tanta carga no puede ser “un gol” que metió un funcionario entre gallos y medianoche, nuestros estudiantes no pueden ser formateados entre vetos y verdades oficiales; y así como la izquierda debe aceptar que regímenes no democráticos en el exterior merecen la misma calificación, la derecha debe entender que su posición temporal en el poder no puede torcer la percepción histórica por decreto.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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