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La sublevación del Instituto Nacional y la PSU

Álvaro Mardones Rivera
Por : Álvaro Mardones Rivera Profesor de Biología. U Católica de Valparaíso. Chile Mg Educación. U. del Desarrollo. Estudiante Doctorado Educación. U Arcis.
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Ocurre que la derecha no solo renunció a sus principios republicanos, esos que representaba el Presidente Alessandri (1958-1964) y que fortalecían el rol del Estado en Educación, esos valores que no comulgaban con el lucro en las instituciones educativas ni en la salud. La derecha neoliberal abandonó el Instituto Nacional y sus valores: la disciplina, el individualismo, el esfuerzo, el orden, el respeto a la autoridad (tanto docente, rector, Presidente).


Después de casi ocho meses de la más larga movilización que han realizado los estudiantes del Instituto Nacional en su historia desde su fundación el año 1813, aún mantienen grandes logros académicos que mostrar: 17 Puntajes nacionales. Aún así, El Mercurio destacó su baja, en aparente desplome, debido a las movilizaciones estudiantiles. Pero ¿qué fuerzas y convicciones mantienen en alto a estos estudiantes?

Se comprende bien -y fácilmente- la rebelión de los estudiantes de las escuelas más pobres de la periferia de Santiago y de regiones de Chile. Pero los grupos políticos y empresariales dominantes aún no entienden y peor aún ignoran la fuerte rebelión de los estudiantes de mayor rendimiento académico  del país, tanto en la prueba Simce como en la PSU. Los estudiantes del Instituto Nacional, aparentemente, tienen el futuro asegurado profesionalmente, ya que casi todos logran entrar a las mejores universidades del país y, más aún, en carreras que le auguran un buen retorno económico. Estudiantes aplicados, estudiosos, ordenados, uniformados, exigentes, individualistas, competitivos y de formación con pinceladas  nacionalistas, en donde varios centros de estudiantes han sido  controlados por la derecha (en plena revolución pingüina  del 2005 su presidente era claramente simpatizante de derecha).  Todo lo que una derecha conservadora desearía, un estudiante ideal.

[cita]Ocurre que la derecha no sólo renunció a sus principios republicanos, esos que representaba el Presidente Alessandri (1958-1964) y que fortalecían el rol del Estado en Educación, esos valores que no comulgaban con el lucro en las instituciones educativas ni en la salud. La derecha neoliberal abandonó el Instituto Nacional y sus valores: la disciplina, el individualismo, el esfuerzo, el orden, el respeto a la autoridad (tanto docente, rector, Presidente).[/cita]

Sin embargo, fueron estos mismos estudiantes quienes lideraron las rebeliones estudiantiles (“pingüinas”) del 2006, 2009 y la de 2011, la más potente. Como verdaderos werkenes o agentes políticos de agitación, recorrían muchas escuelas de la periferia de Santiago motivando, informando, coordinando y sublevando a las masas estudiantiles. Líderes que funcionan más bien como agitadores políticos, con actitudes rebeldes frente al poder y al gobierno. Francamente, una pesadilla para cualquier derecha reaccionaria. Y a pesar de la enorme energía gastada en las marchas callejeras, “tomas” nocturnas y coordinaciones con otros estudiantes, sorprendentemente, los institutanos mantienen niveles altísimos de rendimiento académico. ¿Cómo explicar esta aparente paradoja?

El punto está en que los estudiantes institutanos, con una cultura más  individualista, competitivos, esforzados, son los promotores de la sublevación estudiantil. Aliados con estudiantes de otras escuelas emblemáticas como el Liceo de Aplicación, Carmela Carvajal, el Liceo  Javiera Carrera de niñas, el Internado Nacional Barros Arana, el Liceo Barros Borgoño, el Liceo Confederación Suiza, Liceo Lastarria, etc.

Estos estudiantes de “elite”, con altos niveles de aprendizaje y excelentes resultados en las pruebas nacionales se dieron cuenta que el escalamiento en esta pirámide social, en donde siempre el esfuerzo es recompensado, es una trampa. Que esta pirámide social está “arreglada”, está todo consumado. Eso se los hacen ver y restriegan regularmente los medios de comunicación, en donde los hijos de las verdaderas ‘elites’ -grupos de poder- abrieron colegios a los que asisten sus hijos, asegurando la reproducción de la “scala naturae”. Colegios donde los hijos de los más adinerados estudian con sus pares de la misma ‘clase’. En una propaganda repetida, una y mil veces, los medios muestran a los colegios de “cumbres” como de mejor calidad y rendimiento y que, por tanto, aseguran a sus estudiantes una excelente carrera profesional, empresarial y política. Mientras que, subliminalmente, los institutanos sólo se conformarán con su esfuerzo, pero al no tener los contactos sociales mínimos, no podrán optar a cargos de importancia. El choque de intereses es evidente. Y las reglas del juego se inclinan claramente en favorecer las influencias sociales, por sobre el esfuerzo académico de los estudiantes de las escuelas emblemáticas.

Ya en sus primeros años en el Instituto Nacional, los  estudiantes son llevados por sus profesores a visitar una galería en la que pueden observar los bustos y retratos de los presidentes de Chile que han estudiado o enseñado allí. Desde el primer día aprenden que su fundador fue el General José Miguel Carrera, no sólo iniciador del colegio en 1813, sino también fundador de la patria. Con los años, los estudiantes se impregnan de un curriculum oculto que tiene sus bases en la República de Chile y en el valor del debate y la democracia. Esos valores y principios fueron abandonados por una derecha que se extinguió, por un lado, con la irrupción del neoliberalismo, y por el otro, con la llegada de los colegios para la “alta burguesía”, la que antiguamente estudiaba en el Instituto Nacional, al igual que lo hacían los hijos de oficiales de las Fuerzas Armadas.

Ocurre que la derecha no solo renunció a sus principios republicanos, esos que representaba el Presidente Alessandri (1958-1964) y que fortalecían el rol del Estado en Educación, esos valores que no comulgaban con el lucro en las instituciones educativas ni en la salud. La derecha neoliberal abandonó el Instituto Nacional y sus valores: la disciplina, el individualismo, el esfuerzo, el orden, el respeto a la autoridad (tanto docente, rector, Presidente).

Y más aún, muchos creen que desean destruirlo y, con ello, a uno de los símbolos de la República de Chile y del pluralismo social que representa ese liceo. Por tanto, la lucha de los estudiantes de los liceos emblemáticos del país, no es sólo una lucha para que se respeten las reglas del juego en el futuro mundo laboral y profesional en el que desean competir, sino también es por recuperar en su consciente colectivo la capacidad de liderazgo político de sus dirigentes, pues no sólo desean ser excelentes profesionales, sino también sentir que su esfuerzo académico les permite optar a puestos altos en grandes empresas y ser líderes políticos que puedan llegar al Parlamento, a ser ministros y hasta la presidencia de la República. Por tanto, su lucha es una batalla por los principios y reglas de la democracia republicana sobre los cuales Chile se fundó.

Qué más claridad que la declaración pública emitida por el Consejo Escolar del Instituto Nacional en donde firmaron todos representantes de su comunidad educativa:

“El Instituto Nacional, símbolo de la Educación Pública Chilena, ad portas de cumplir 200 años, haciendo honor a sus ideales republicanos, laicos, pluralistas y como permanente actor social en la realidad histórica del país, presentes desde su fundación, nunca ha estado ajeno a la contingencia nacional y, en consecuencia, emite el presente comunicado a través de su comunidad: estudiantes, profesores, apoderados, asistentes de la educación, docentes directivos, a raíz de las presentes movilizaciones estudiantiles, hoy también ciudadanas, por la defensa de la Educación Pública y por el bien social de todos los chilenos, declara:

Nuestra postura institucional ha estado siempre por la equidad, calidad y democracia de la educación chilena. Conocemos la responsabilidad histórica que se desprende de ella y se ha manifestado en nuestro rechazo a la municipalización ya desde 1986, año en que se impone de forma autoritaria un modelo económico neoliberal, vigente en los últimos 20 años y nefasto para la educación pública.

Debemos ser claros: la municipalización ha sido un error en las políticas públicas educacionales, la cual ha demostrado su fracaso y colapso total. Se hace urgente e imperativo, entonces, sustituirlo. Por ello, creemos necesario que el Estado lidere, garantice y administre la educación pública. Una educación con estas características no sólo es una necesidad, sino un deber ético y social como país.

Las movilizaciones actuales, con sus demandas, han demostrado la validez de una postura. Como Instituto Nacional nos hacemos parte a través del llamado y la exigencia, desde una sociedad democrática, al Gobierno y al Congreso Nacional, de que respondan a este proceso con soluciones claras, serias, estructurales y de mirada país. Ellos, como representantes democráticamente electos, deben acoger el llamado de una ciudadanía despierta y comprometida.

Por todo lo anterior, deseamos hacer público nuestro apoyo a la movilización estudiantil en la que participan distintos actores de la sociedad y, principalmente, nuestros estudiantes. (Santiago, 29 de junio de 2011)”.

Sin más que decir,  esta declaración evidencia que la derecha neoliberal obnubilada por el renovado darwinismo social apuñaló los ideales de la ya extinta derecha republicana cofundadora de una de las instituciones más tradicionales de Chile, cuna ancestral de la clase media, intelectual y política del país.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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