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Renovación de la política y renovación generacional

Marcelo Arnold Cathalifaud
Por : Marcelo Arnold Cathalifaud Decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile.
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No parece serio indicar que sólo los jóvenes son portadores de ideas nuevas y que para que éstas produzcan sus frutos deben limpiar del escenario lo antiguo o ya visto, y menos que necesiten el desalojo automático de las personas mayores que desempeñan adecuadamente sus funciones en el campo político.


Desde hace un tiempo resuena con incontrarrestable fuerza en los medios de comunicación, en las opiniones de analistas y en las encuestas, una demanda por reencantar a la gente con la política a través de un recambio generacional de sus líderes y representantes.

Más allá de su enunciado, no resulta fácil comprender los reales contenidos de estas opiniones, que parecen tener por único fundamento el hecho de que los conceptos de innovación, novedad y cambio tienen un consolidado valor positivo por sí mismos. Pero los efectos de estas declaraciones, que asocian el tema del recambio generacional con la revalorización de la política, son de una simpleza preocupante.

El descrédito de la política nacional no se soluciona solamente con un recambio generacional. Lo esperable es algo más profundo.

El actual sistema de representación limita la diversidad política y, además, premia a la segunda mayoría, impidiéndole a la primera cumplir sus compromisos y forzándola a transar con la oposición o con parlamentarios que se han descarrilado de las coaliciones. Lo anterior obliga a los acuerdos a “puertas cerradas” que desconciertan a los electores, de ambos bandos, que se perciben marginados.

[cita]No parece serio indicar que sólo los jóvenes son portadores de ideas nuevas y que para que éstas produzcan sus frutos deben limpiar del escenario lo antiguo o ya visto, y menos que necesiten el desalojo automático de las personas mayores que desempeñan adecuadamente sus funciones en el campo político.[/cita]

Por otro lado, las coaliciones políticas están considerablemente afectadas por debilidades que se expresan en el desplome del número de sus afiliados y su desalojo de importantes sectores y organizaciones no solo del estudiantado, sino también de los movimientos sindical, regionalista, gremial y étnico. Al mismo tiempo, las figuras políticas se multiplican en exposiciones de escaso contenido, pero con alto impacto mediático y que siguen los indicadores del rating (es decir, compitiendo con una “parrilla” orientada al espectáculo, el deporte, el escándalo y la delincuencia). En suma, el descrédito tiene que ver con la falta de nuevas propuestas y de conexión con las expectativas ciudadanas.

En ese contexto, no parece serio indicar que sólo los jóvenes son portadores de ideas nuevas y que para que éstas produzcan sus frutos deben limpiar del escenario lo antiguo o ya visto, y menos que necesiten el desalojo automático de las personas mayores que desempeñan adecuadamente sus funciones en el campo político. Lo anterior es únicamente un prejuicio, es decir, una afirmación que carece de fundamentos. Sería valioso que no nos aferráramos a soluciones simplistas que, además de no asegurar los resultados esperados, de paso justifican hacer de los adultos mayores un objeto para la exclusión política de millones de ciudadanos.

Desafortunadamente en el corto plazo no será fácil revertir los eslóganes que igualan la renovación de ideas políticas con el recambio generacional de sus representantes, muy por el contrario. El actual cambio del padrón electoral, que abrirá paso a un aumento significativo de potenciales electores, que serán mayoritariamente jóvenes, afectará la próxima campaña política, pues el posicionamiento de los candidatos en las próximas elecciones municipales tendrá que tomar en cuenta nuevas fórmulas para atraerlos. Sería penoso que sus estrategias se redujeran a la consigna “renovación generacional” y que carecieran de planteamientos de fondo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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