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Javier y Xavier

Carlos Correa B.
Por : Carlos Correa B. Ingeniero civil, analista político y ex Secom.
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Un primer punto es lo inédito en la historia que dos puntajes nacionales hayan sido invitados al programa de actualidad política más importante a debatir sobre la revolución juvenil. Ese es de por sí un efecto inmediato. No había pasado antes. El estudiante del Barros Borgoño, ante la crítica de su par respecto al alcance del movimiento estudiantil, hace ver esto. Más aún, deja claro que la sola discusión de la rebaja de los créditos del CAE, es producto de la revolución inacabada.


En el fragor de todo lo que ha pasado y la alta presencia pública de los dirigentes de las federaciones estudiantiles suele olvidarse que el movimiento partió en la enseñanza media y ha sido ese el espacio de  las más encarnizadas batallas de esta revolución estudiantil  inacabada.

La producción del programa Tolerancia Cero tuvo la idea de elegir dos puntajes nacionales, y por tanto testigos desde la enseñanza media, con visión formada y participación en el movimiento, con el objeto de confrontar visiones. Javier, del Saint Paul´s School de Viña del Mar y Xabier del Liceo Barros Borgoño de Santiago.

En el contraste entre ambos salen algunos hechos que vale la pena destacar  como resumen de lo que ha sido hasta ahora la revolución estudiantil inacabada.

[cita]En lo que se equivoca Javier, el joven militante de Renovación Nacional y estudiante de un liceo privado de Viña del Mar, es que sus resultados se deben a lo que él llama “esfuerzo, esfuerzo, esfuerzo” pues la evidencia mostrada en el mismo programa muestra que los resultados de la PSU se correlacionan con su origen social y el tipo de educación que recibe.[/cita]

Un primer punto es lo inédito en la historia que dos puntajes nacionales hayan sido invitados al programa de actualidad política más importante a debatir sobre la revolución juvenil. Ese es de por sí un efecto inmediato.  No había pasado antes. El estudiante del Barros Borgoño, ante la crítica de su par respecto al alcance del movimiento estudiantil, hace ver esto. Más aún, deja claro que la sola discusión de la rebaja de los créditos del CAE, es producto de la revolución inacabada. Muchos dudan de ello, pero la historia muestra que los cambios ocurridos, todavía insuficientes, fueron más de los que lograron otros movimientos estudiantiles, como la revolución pingüina del 2006 o las movilizaciones del 94 al 97, por la mayor fuerza que ha mostrado éste y que ha sobrevivido a toda serie de apuestas sobre su desgaste.

La misma conducción del movimiento, como suele pasar en los inicios de las revoluciones, no ha tenido siempre una conducción clara. Las propias contradicciones dentro del movimiento estudiantil, la mezcla entre fuerza, apoyo popular e indecisión hicieron que muchas veces el movimiento fuera errático y sólo al final el concepto de educación pública, gratuita y de calidad se impusiera como una propuesta. En eso Javier, el del colegio privado, tiene razón.

En lo que se equivoca Javier, el joven militante de Renovación Nacional y estudiante de un liceo privado de Viña del Mar, es que sus resultados se deben a lo que él llama “esfuerzo, esfuerzo, esfuerzo” pues la evidencia mostrada en el mismo programa muestra que los resultados de la PSU se correlacionan con su origen social y el tipo de educación que recibe.

Un reciente mapeo de los colegios, publicado en El Mercurio, muestra que las comunas con mejores resultados en la PSU coinciden con las que tienen un mayor ingreso per cápita. Si la PSU es también el criterio de corte para postular a las mejores universidades, pues éstas se llenarán principalmente con jóvenes provenientes de los sectores más acomodados. Y por cierto, cada vez más, ser graduado de la U. de Chile o de la Universidad Católica tendrá que ver con el origen social. Xabier lo dice claramente cuando se define a si mismo como una excepción y no la regla. Y por cierto, Educación 2020, uno de los referentes ideológicos de la actual revolución destaca cuando prioriza la inversión en la educación media y básica antes que la universitaria.

Las universidades con menor prestigio, estatales de regiones y privadas, serán más bien el espacio de sectores de origen menos acomodado. Es por ello que hay que tener mucho cuidado cuando se asignan los recursos, si ya los estudiantes vienen con un sesgo cortado por su origen social, pues los recursos obtenidos por la presión de algunas universidades prestigiosas que reciben buenos estudiantes, acrecentaran aún más la desigualdad.

Tienen razón  ambos que pasó mucho tiempo sin reformas profundas a la educación y que toda la evidencia muestra que no tenemos un sistema educacional de calidad y que sea equitativo. Es probable que hubiese tenido menos interés  en la clase política que un sistema previsional porque los jubilados votan y los estudiantes universitarios no. Escuchando a ambos, pareciera que habrá más interés en votar en los estudiantes. Si ello realmente resulta, la educación será interés de los gobiernos, pues no solo por la vía de las marchas y el apoyo popular, sino en las urnas, tendrán el poder de ser escuchados, como lo son hoy los jubilados. Si esta generación logra eso, será la verdadera revolución educacional.

Y por cierto, tanto Xavier y Javier opinan que entre 1973 y 1990 hubo en Chile una dictadura. Una sociedad avanza cuando consensúa los episodios oscuros de su historia y no quiere repetirlos. Relativizarlo, como hizo el Ministerio de Educación,  es el inicio del camino de retorno a la barbarie.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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