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Irán: el nuevo rostro del mal

Giovanna Flores Medina
Por : Giovanna Flores Medina Consultora en temas de derecho humanitario y seguridad alimentaria, miembro de AChEI (Asociación chilena de especialistas internacionales).
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Estados Unidos, Inglaterra, Francia, España y la Unión Europea han retirado credenciales y legaciones diplomáticas. La prensa internacional es coincidente: nunca antes se ha estado más cerca de una guerra con Irán.


Irán y su Presidente Mahmud Ahmadinejad se han convertido en los últimos meses, en el nuevo rostro del mal. Según EE.UU, no es más que un debilitado fantasma de la antigua Persia, que deambuló esta semana por Latinoamérica, marcando territorio en una maniobra desesperada. Sin embargo, las revolucionarias repúblicas de Venezuela, Cuba, Ecuador y Nicaragua le recibieron como una alianza. En ellas, buscó amistad e insumos para su emergente poder nuclear, siendo su commodity más cuestionado el uranio enriquecido que espera producir en nuestro continente. Por eso, es innegable: el gobierno de Irán ha sido el sospechoso de siempre. Una nación islámica que —en el discurso gubernamental norteamericano— encarna a la perfección el rol de enemigo. Aquel que, fácilmente, es acusado de la conspiración contra occidente y sus infieles, y cuya política es incólume a la Primavera Árabe. Un presunto financista del terrorismo internacional que sobrevivió a Al Qaeda. Un férreo aliado de Siria, Corea del Norte y Rusia. Un atávico estado antisemita y una jurisdicción regida por la Sharia (Ley islámica) más implacable. A sus fronteras no llegaría ni la Corte Penal Internacional.

Sin duda, la incipiente amistad entre Irán y EE.UU habría sido un obstáculo en la reelección del remozado Barak Obama. Sí, porque hemos visto en pocas semanas un cambio paradigmático de la diplomacia dirigida por el Premio Nobel y su secretaria de Estado, Hillary Clinton. Durante su primer bienio de gobierno estrechó lazos como nunca antes con el Golfo Pérsico, desde Qatar hasta Irán, desde Arabia Saudita a Baréin y Yemen. Eran los tiempos de uno de sus tantos sueños: la alianza de civilizaciones. Ahora, todo ha cambiado, agudizándose la tensión al punto de romper relaciones diplomáticas con Irán. También, Inglaterra, Francia, España y la Unión Europea han retirado credenciales y legaciones diplomáticas. La prensa internacional es coincidente: nunca antes se ha estado más cerca de una guerra con Irán.

[cita]Las revolucionarias repúblicas de Venezuela, Cuba, Ecuador y Nicaragua le recibieron como una alianza. En ellas, buscó amistad e insumos para su emergente poder nuclear, siendo su commodity más cuestionado el uranio enriquecido que espera producir en nuestro continente.[/cita]

En esta historia de enemigos jurados, espionaje y cambio de relato, hay un tercero en discordia: Israel. Muchos comentaristas sostienen que la nueva política exterior de Obama es dirigida desde Tel Aviv y negociada en el Congreso por lobbistas judíos, en especial por la AIPAC (American Israel Public Affairs Committee). Han sido ellos quienes han declarado a los medios de prensa sentirse amenazados de modo ilegitimo por el gobierno de Ahmadinejad, desde que anunció su Guerra contra Israel y su ideología sionista. Esto, con ocasión de su discurso en la Asamblea General de la ONU, en septiembre pasado. Recordemos, que Irán siempre ha sido un eslabón en el iter criminis de la lucha antisemita. Al menos, según la confesión de algunos que se atribuyen autoría material o intelectual de estas graves venganzas, muchas veces denominadas religiosas. El listado es largo: desde los atentados de Münich en 1974, al posterior secuestro de los ministros de la OPEP, y otros más recientes como la bomba incendiaria en la AMIA (Asociación Mutual Israelita) en Argentina en 1994. En ellos habrían participado miembros de Hezbollah (Partido Revolucionario del Líbano), del FLP (Frente de Liberación Palestina) y mercenarios pop star como Carlos, el Chacal. Sus vínculos más recientes, serían Hamas en la Franja de Gaza y los Hermanos Musulmanes en Egipto. Irán tendría el dominio y el saber causal de esta gran red antisionismo.

A diferencia de otras naciones islámicas, los abusos a los derechos humanos no han sido objeto de una enérgica condena por parte de EE.UU, Inglaterra o Francia con quienes se ve enfrentado. Por el contrario, lo que está abiertamente en juego es el control de la matriz energética de Irán. La temeridad de su poder nuclear y su petróleo constituyen una fuente de codicia y belicismo, que en tiempos de crisis todos desean capitalizar. Por ello, la nueva Ley de Defensa norteamericana —como si fuera la época de la Guerra Fría— crea instrumentos de control de activos iraníes en el mercado financiero. Ya hemos conocido las sanciones a empresas ubicadas en Emiratos Árabes, China y Singapur, las cuales no respetaron la prohibición de compra de petróleo iraní. Un intervencionismo inimaginable en un gobierno demócrata. Además, en la referida ley se reconocen facultades al Presidente, a fin de imponer sanciones económicas al Banco Central de Irán (Banco Markazy) y a sus bancos asociados, tal y como si la nación fuera objeto de una operación humanitaria. Sin embargo, y ésto constituiría una garantía de paz, sólo entrará en vigor en seis meses más, dejando el peso de las decisiones al Presidente y sus «motivos de seguridad nacional». Sus defensores, señalan que Teherán tiene plena libertad de acción para evitar el shock económico, la ira de la OPEP y la guerra.

La presente crisis entre Irán y EE.UU. (mediando sus aliados, Israel e Inglaterra), ha estado marcada por la cobertura periodística global. No han dejado de sucederse mutuas acusaciones de conspiración. Su comienzo fue claro: el mes de octubre, cuando el FBI comunica que ha frustrado en Washington un atentado contra  los embajadores de Arabia Saudita y de Israel. Ello, gracias a la confesión de unos sicarios mexicanos, contactados por un supuesto espía iraní. En respuesta, la ONU y algunos jefes de Estado condenaron enérgicamente dicho complot, prejuzgando la responsabilidad de Irán en los hechos. Por su parte, en diciembre se hace pública en Irán la detención de Amir Mirza Hekmati, un supuesto espía de la CIA, quien ha sido condenado a muerte por un Tribunal Revolucionario, bajo los delitos de “mohareb” y “mofsed” (equivalentes a “enemigo de Dios” y “que extiende la corrupción en el mundo”). En el intertanto, las pruebas de misiles iraníes y el envío de “Drones” (aviones) norteamericanos teledirigidos, derivaron en hostiles ejercicios de soberanía. El de mayor envergadura: la amenaza del cierre del Estrecho de Ormuz, paso por donde sale más del 70% del crudo del Golfo.

Claramente, estos no son los tiempos de la Revolución Cultural de Homeini, tan recordada para quienes vivimos nuestra infancia en Chile, cuando ser comunista y chíita eran sinónimos. Irán no es la poderosa Teocracia a cuya brutal represión artística, el grupo The Clash le dedicara la canción protesta “Rock the Casbah”, o de la que se protegiera Salman Rushdie por su obra —equívocamente traducida —“Los Versos Satánicos”, mientras año tras año aumentaba el precio de su cabeza. Es casi una nación outsider. Ni la Cámara de Haute Couture de París quiere enfrentar al actual Ayatola con alguna colección provocadora. Irán tampoco es el país más rico del Golfo Pérsico, pues una vez puesta de moda la economía de la tercera vía, su gobierno comenzó la era de las subvenciones y muchos de los millonarios emigraron hacia paraísos fiscales. En la actualidad, su moneda se ha devaluado en más de un 60%, bordeando la recesión. En cuanto al plan de energía nuclear, aunque sólo se oficializó hace un año, muchos en el Consejo de Seguridad de la ONU, defiendieron antes el uso pacífico de este tipo de energía.

¿Sospechas de un casus belli? Nos resultan tan predecibles las nuevas historias de aeropuertos cosmopolitas, donde bellos jóvenes iraníes vestidos de Chanel, transportan isótopos radioactivos en maletas Vintage, cual film de Hollywood. Quizás, lo más complejo para nosotros, es que en sus relaciones con la Alianza Bolivariana, Chile y su ineficiencia energética quedan a la deriva, o más bien, a expensas de su cercanía con EE.UU. Ello, porque Bolivia y Ecuador son amigos de Irán. Perú está esperando la legación islámica. Brasil y Colombia, en cambio, ya tienen línea directa con Washington, y Argentina, a pesar de su cercanía con Qatar (mediador ad-hoc en esta pugna) y sus mercados de futuros en el Golfo, aún espera una reparación de Irán. Ergo, ¿quién ganará en este juego y de quién será aliado nuestra Cancillería? Como sea, lo cierto aquí es que Irán ha regresado a su sitio: ser el presunto enemigo de turno de un mundo en crisis y un salvavidas para el Presidente Obama con su neoconservadurismo tan cercano a una parte de Chile.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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