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Giorgio Jackson, Cerebro Lavado


No tendría nada de particular que Giorgio Jackson, uno de los dirigentes de los movimientos estudiantiles encabezados el año pasado por el Partido Comunista, discrepara del diario «El Mercurio». Entiendo que él es socialista, un partido tradicionalmente aliado del comunista y muy afín a éste, tanto que se ha negado a excluir el análisis marxista de su declaración de principios. De modo que debemos suponerlos, tanto a Jackson como a su partido, naturalmente discrepantes con las posturas de «El Mercurio».

Pero hay cosas que un discrepante de dicho diario, por mucho que lo sea, simplemente no puede decir, no por respeto al matutino, sino por el respeto intelectual que debe a su propia persona, en el sentido de que no puede mostrarse desinformado de aspectos elementales del pasado nacional.

Pues en su carta del domingo, Jackson fustiga a «El Mercurio» por su editorial del sábado donde expone la histórica vinculación comunista-socialista con la vía armada en Chile. El dirigente, en términos descalificatorios, acusa al diario justamente de complicidad con la vía armada, por haber apoyado a las fuerzas uniformadas y de orden que depusieron a Salvador Allende.

Ahí está el elemento clave y revelador del lavado cerebral experimentado por Jackson. Pues ningún comunista ni socialista medianamente informado habría usado ese argumento, sabedor de lo que significa «vía armada» y del contexto en que tuvo lugar el pronunciamiento del 11 de septiembre de 1973. Por simple sentido común.

Hoy un lector del diario, Manuel Gebert, escribe aclarándole las cosas a Jackson y haciéndole ver que las armas de los cuerpos uniformados están en sus manos a título legal y que, si las usaron en 1973, fue por demanda del «cuerpo social y de variadas organizaciones nacionales».

Pero es que yo voy más allá de eso, pues la carta de Jackson revela que él no tiene noción siquiera de un documento histórico esencial para juzgar el pasado reciente chileno, como lo fue el Acuerdo de la Cámara de 22 de agosto de 1973, llamando a las fuerzas armadas a poner término a la situación existente. ¿Puede un dirigente de un sector social importante ignorar ese documento y demostrar no haberlo siquiera leído?

En seguida, ¿puede un joven socialista ignorar la historia de su propia colectividad, al extremo de no tener ninguna información sobre las conclusiones de sus Congresos de los años 1965, 1967, 1969 y 1971, que contuvieron llamados explícitos y reiterados al uso de la vía armada para conquistar el poder? ¿Puede un joven socialista ignorar las muy publicitadas e indubitables expresiones de quien fuera secretario general de su partido en 1973, Carlos Altamirano, contabilizando las dotaciones de militantes armados del MIR, del Partido Socialista, del Partido Comunista, de la Izquierda Cristiana y del MAPU en 1973?

La inminencia de una guerra civil, derivada de la existencia de esos cuerpos armados clandestinos, y la comprobación de que eran pertrechados y encubiertos por el gobierno de Salvador Allende, fue una de las causas fundamentales que movieron a la mayoría democrática a solicitar la intervención de las fuerzas amradas y de orden.

Entonces, el solo hecho de llamar «vía armada para tomar el poder» a esa intervención militar revela una ignorancia supina de hechos fundamentales de la vida nacional y una carencia elemental para estar habilitado como partícipe del debate público. ¿Cómo ha podido desarrollarse, estudiar durante más de una decena de años y alcanzar altos cargos directivos estudiantiles una persona que no tiene siquiera noción de los hechos reseñados, como lo evidenció su carta a «El Mercurio»?

Eso es lo que se ha denominado «lavado cerebral masivo» de la población chilena, que es una circunstancia pública y evidente. Pero uno esperaría que las élites dirigentes no estuvieran en la misma condición.

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