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Israel-Irán: se estrecha el círculo en torno a Ormuz

La eventualidad de un ataque contra las plantas nucleares iraníes ya se instaló en la agenda internacional. El jefe de la Junta de Jefes de Estado Mayor de EE.UU., general Martin Dempsey acaba de estar en Israel a donde viajó para pedirle expresamente que no actúe por su cuenta. Dichos que pueden ser entendidos como un llamado a la cordura, pero también como un gesto entre aliados.


Políticos, militares y la comunidad de inteligencia israelí comparten el mismo diagnóstico respecto a Irán. El régimen de los ayatollah los quiere fuera de la faz de la Tierra y para eso hay que tomar medidas urgentes. La duda es qué medidas. Al interior de esos tres sectores israelíes claves aparecen fisuras no menores.

Están los que apuestan a un ataque anticipatorio a la brevedad, aunque sea sin apoyo internacional, como única solución efectiva. Otros en cambio piensan que tal paso es inviable si no se generan previamente condiciones externas favorables que permitan actuar coordinadamente, ya que –sostienen- la amenaza iraní es multifacética y no tiene que ver solamente con Israel. Mientras tanto, … el reloj corre.

De ahí entonces que la gran conjetura sea, cuándo llegará el momento justo para actuar. Hay algunos hechos, con fuerte carácter indiciario, que nos señalan una cierta proximidad de ese dramático momento.

[cita]El Ejército ya se prepara. En diciembre se realizaron ejercicios de alta precisión, sobre Cerdeña, utilizando los F-16 “Sufas”, reacondicionados por Israel para maniobras de largo alcance. También pasó las pruebas finales, en la base de Talmachin, el nuevo misil Jericho, con alcance de 6 mil kms y capacidad de transporte de ojivas nucleares. Todos, elementos más que sugerentes.[/cita]

Veamos. Por un lado, el programa nuclear iraní traspasó aquello que los militares denominan “punto de no retorno”. Por otro, la AIEA ya ha entregado evidencias de nuevas plantas para enriquecimiento de uranio y de modalidades de trabajo científico que van más allá de una simple iniciativa pacífica. Los detalles no son un misterio, se encuentran en el web site de la AIEA. A esto debe añadirse la capacidad misilística alcanzada por Irán por lo que, en el fondo, el devastador golpe a Israel depende en realidad sólo de la capacidad iraní para adaptar la bomba a sus misiles.

Luego, la molestia con los iraníes ya ha llegado a varios países árabes importantes, como Arabia Saudita, que ve en esto un camino intransitable, ya que Teherán promueve y financia grupos para derrumbar regímenes aliados de los saudíes por toda la península. Como los saudíes no quieren siquiera imaginar lo que les ocurriría si los persas llegan a tener una bomba atómica, se han apresurado a pertrechar a sus FF.AA. y han firmado acuerdos de carácter estratégico con los chinos –tras la reciente visita del premier Wen Jiabao- lo que permitirá el traspaso de tecnología nuclear y tener más capacidades disuasivas ante un enemigo aparentemente imparable. Otro elemento a considerar es el creciente despliegue –con aire confrontacional- de navíos de guerra de Irán y de varios otros países en el estrecho de Ormuz, uno de los puntos más álgidos del planeta en este minuto, ya que por ahí transita una cantidad de petróleo equivalente a cerca del 40% del consumo diario mundial y los barcos deben cruzar aguas de Irán y Omán (aliado de Arabia Saudita). La tensión se produce ante las reiteradas versiones de personeros iraníes de que están en condiciones de bloquearlo si continúan las presiones internacionales respecto a su programa de desarrollo nuclear.

En el estrecho se encuentran desplegados los portaaviones estadounidenses Abraham Lincoln y Carl Vinson más tres destructores de esa nacionalidad así como siete navíos de guerra británicos y una fragata francesa. A un costado, en el Mar Arábigo, se encuentra la Quinta Flota estadounidense, cuyo puerto principal es Bahrein, país donde la casa reinante es aliada de los saudíes, pero debe soportar fuertes convulsiones religiosas alimentadas por los iraníes. Por último, en el vecino golfo de Omán navegan –atentos- buques de guerra chinos, rusos e indios. En un plano lateral, pero no por eso marginal, está la posible entrada en acción del grupo terrorista Hizbollá, si las cosas se ponen difíciles para Teherán. Este grupo representa desde hace ya varios años un fuerte dolor de cabeza para la seguridad israelí y judía en general. No deja de llamar la atención que hace escasos días fue desarticulado un comando de Hizbollá que pretendía volar la embajada israelí en Azerbaiyán y el Habad, un centro cultural judío en la capital Bakú.

Este último episodio parece especialmente aleccionador para América Latina a raíz del reciente viaje del Presidente Ahmedinejad, toda vez que la seguridad iraní (Qud) suele actuar junto a Hizbollá contra blancos israelíes en diversos lugares del mundo, y eso ya se demostró en Buenos Aires. Se estima que cerca de 80 miembros de Hizbollá deambulan en estos momentos por toda América Latina, especialmente por seis países, gozando de apoyos muchas veces impensados. Gazi Nasseredine y sus hermanos Oday y Abdalla, Daniela Bolívar, Mohsen Rabbani y Tarabain Chamas, son algunos de los enigmáticos personajes de Hizbollá que aparecen en los radares de la seguridad de muchos países. El temible actuar de Hizbollá es lo que explica la oposición de los partidos ultrarreligiosos israelíes a un ataque contra Irán. Creen que la represalia en los flancos periféricos puede generar un escenario de pesadilla inimaginable.

Esta delicada situación, con variables tan disímiles, así como las desavenencias al interior de los sectores claves del Estado judío, han gestado dos iniciativas de neutralización, vistas como únicas viables hasta ahora. Primero, la infección de los servidores que manejan las centrales iraníes mediante virus del tipo Stuxnet. Segundo, la decapitación del programa nuclear iraní, responsable aparente de la seguidilla de muertes y desapariciones extrañas que han sufrido científicos iraníes ligados a ese programa. El último de ellos, Mostafá Ahmadi Roshan, encabezaba los trabajos en Natanz, una de las plantas consideradas vitales.

Sin embargo, ambas iniciativas tienen obvias limitaciones. Provocarán retraso de las aristas más peligrosas, pero nunca el desmantelamiento total del programa iraní.

Aquí radican las desavenencias israelíes. Los costos de un ataque sin coordinación internacional pueden ser múltiples. Y la falta de coordinación ocurre por la sencilla razón que no se sabe qué se busca exactamente, ¿se pretende una coordinación enfocada a un posible respaldo político?, ¿o se quiere una absoluta de tipo político y militar, donde Israel actúe junto a varios otros países? Y desde luego que en nada atemperan las desavenencias, las especulaciones acerca de los inevitables costos políticos internos de un eventual fracaso de la operación o a un exceso de daños. No debe perderse de vista que Netanyahu llegó al poder en 2009 insistiendo en que su prioridad era acabar con el peligro iraní, y, si bien consiguió el apoyo de su aliado Ehud Barak, ministro de Defensa, aún no consigue generar consenso ni siquiera al interior del gabinete, donde se estima que sería “temerario” actuar en solitario. Hay versiones de que el propio canciller, el ultranacionalista Avigdor Lieberman, se mostraría escéptico respecto a las consecuencias.

Pero el Ejército ya se prepara. En diciembre se realizaron ejercicios de alta precisión, sobre Cerdeña, utilizando los F-16 “Sufas”, reacondicionados por Israel para maniobras de largo alcance. También pasó las pruebas finales, en la base de Talmachin, el nuevo misil Jericho, con alcance de 6 mil kms y capacidad de transporte de ojivas nucleares. Todos, elementos más que sugerentes.

Se puede concluir que todo refuerza la idea de que “algo” se mueve más allá de las sanciones impuestas a Irán la semana pasada. Interesante resulta constatar el debate público que en estos momentos tiene lugar en Israel acerca de la conveniencia de tal o cual camino a seguir. Ningún ataque anticipatorio contra instalaciones nucleares hostiles, como el de Irak en 1981 ni el de Siria en 2007 estuvo rodeado de algo parecido. Hay quienes ven en este abierto y franco debate interno israelí un signo de debilidad. Otros, de renovada vitalidad democrática.

Sea como sea, la eventualidad de un ataque contra las plantas nucleares iraníes ya se instaló en la agenda internacional. El jefe de la Junta de Jefes de Estado Mayor de EE.UU., general Martin Dempsey acaba de estar en Israel a donde viajó para pedirle expresamente que no actúe por su cuenta. Dichos que pueden ser entendidos como un llamado a la cordura, pero también como un gesto entre aliados. Un llamado a buscar juntos el momento adecuado.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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