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Lo bueno, lo malo y lo feo de los Fondart

Por: Pedro Ignacio Vicuña


Señor Director:

Como siempre, cada vez que se hacen públicos los resultados del FONDART, se hacen manifiestas las quejas de quienes no han sido beneficiados con este subsidio a la creación. La respuesta de las autoridades es, invariablemente, que se han premiado los proyectos de mejor calidad, por lo que no habría lugar a las quejas y reclamos.

Esta respuesta pareciera sostenerse en la calidad de absoluto que podría tener la palabra “mejor”, entendiendo que se trataría de un juicio incuestionable. Pero el problema surge precisamente en esa categorización. ¿Cómo se establece la categoría de mejor? ¿De acuerdo a qué parámetros conceptuales se establece tal categoría? ¿A qué sistema de pensamiento corresponde una categoría de esa índole?

Para poder aproximarse a una posible respuesta a esta interrogante, habría primero que preguntarse qué es, para la institucionalidad de la república, la cultura. Esta interrogante no fue respondida en su debido momento, cuando se discutía el proyecto de ley que creó el Consejo Nacional de la Cultura y de las Artes. Pero es una definición crucial a la hora de poder decidir las políticas públicas respecto del tema cultura. Porque la calidad de mejor no es absoluta sino comparativa en relación a otras manifestaciones u objetos de índole similar.

¿Mejor en el sentido de que abarca mayor cobertura en términos de cantidad de espectadores, lectores, auditores? Los programas de farándula de la televisión local tienen amplia cobertura, son seguidos por ingentes masas de ciudadanos y habitantes del país; eso, ¿los hace mejores? ¿mejores a qué? Quizás se trata de mejores en el sentido de que cuentan con mayor infraestructura para realizarse, ¿no le bastó, acaso, una simple máquina de escribir a Juan Rulfo para escribir una de las novelas más importantes de la literatura del siglo XX?; tal vez se trata de mejores porque se presentan como proyectos de “artistas consagrados”, ¿se le habría negado la posibilidad de recibir un apoyo a un Georges Braque en sus inicios? ¿O se tratará simplemente de que son mejores porque siguen parámetros expresivos ya probados? Si así fuese, ¿en qué sentido, entonces, se apoyaría a la creación?

Para todo aquel que sepa de creación, no es ningún misterio que todo proyecto creativo es una aventura asaz incierta, que puede partir de una premisa y terminar en una conclusión diametralmente opuesta, tanto desde el punto de vista formal como desde el punto de vista de las ideas que sustentan tal emprendimiento.

La simple repetición de parámetros creativos ya probados no apunta al desarrollo de nuevos lenguajes ni al incremento del acervo cultural, sino, claramente, a la uniformación de las formas de expresión.

Para no quedarse en la oscuridad más absoluta en cuanto a las decisiones del jurado, respecto de por qué decide financiar unos proyectos y no otros, siendo que varios han sido considerados realizables en la primera etapa de evaluación, se hace imprescindible la publicación de las deliberaciones de los jurados en las distintas disciplinas que presentaron proyectos para ser financiados. Como un acto de plena transparencia se hace necesario saber qué es lo que los jurados consideran lo mejor, cuáles son los sustentos ideológicos o conceptuales en los que se sostienen sus juicios y qué entienden por cultura. Sólo así podrá generarse un verdadero y fructífero debate, en la comunidad artística nacional, sobre lo que de verdad hay que desarrollar para que la cultura no sea un problema de las élites gobernantes de turno sino de todo el país.

Pedro Ignacio Vicuña
pedracos@gmail.com

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