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El futuro de los textos escolares

Maximiliano Moder
Por : Maximiliano Moder Consultor para Unesco-Brasil.
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¿Qué rol juegan, o debieran jugar, los textos de estudio en nuestro sistema educativo? No es una cuestión menor dar respuesta a esa pregunta. El texto de estudio pretende ser un instrumento de apoyo a la implementación del currículum nacional y el logro de los objetivos de aprendizajes por los estudiantes. En este sentido, su rol es complementario a los demás instrumentos curriculares que existen en el sistema y que buscan orientar y apoyar la labor docente y del propio estudiante en su proceso de aprendizaje. Esta definición amplia, pero funcional y clara, deja la puerta abierta para definir las características de los textos escolares de acuerdo a las realidades y necesidades particulares de los distintos sistemas educativos. Vale decir, distintos escenarios educativos, con distintas características, situaciones socioeconómicas, bases culturales, debieran definir distintas características para sus textos escolares. En educación no hay recetas universales y toda experiencia es situada. Los textos escolares no son la excepción.

Así entonces, ¿cuáles son las características del texto de estudio que necesitamos en Chile, para poder decir que contamos con un instrumento efectivo en el apoyo al logro de los objetivos educativos que se ha trazado nuestra sociedad? Y junto a esto, ¿cómo podemos optimizar al máximo los recursos con que contamos, para que nuestros textos tengan esas características?

La relación del docente con los textos de estudio es compleja. Tradicionalmente (y con esto me refiero a la tradición que constituye el uso, errado o no) el texto ha sido utilizado por el docente como el texto guía para el desarrollo del plan anual de clases. Contenidos breves, actividades de aprendizaje, actividades de evaluación, viñetas con datos curiosos o tips para entender o enfrentar algún tipo  de test, abundan en nuestros textos escolares. A tal punto abundan que uno se pregunta si no es que están pretendiendo reemplazar al propio docente.

Por su parte, para los estudiantes, en la gran mayoría de los casos el texto representa la única fuente de información sobre los contenidos y temáticas de las distintas asignaturas que debe cursar. Si consideramos que la existencia de libros en los hogares chilenos es significativamente baja, el texto de estudio se vuelve un elemento indispensable para que el estudiante pueda informarse y profundizar.

Así las cosas, el texto es un elemento central de nuestros procesos educativos, y es imperioso contar con los textos que necesitamos, aquellos textos que permitan potenciar el desarrollo integral de nuestros estudiantes. Las nuevas tecnologías de la información nos ofrecen una oportunidad inmejorable para abordar esta tarea. Pero Chile es un país con tremendas desigualdades sociales, un país donde gran parte de la población no posee libros en casa, donde la conectividad aún, aunque se han realizado esfuerzos, no permite alcanzar el desarrollo e implementación de una cobertura total sobre el país. Los desiguales ritmos de integración digital al interior de nuestra sociedad nos hablan de los problemas que enfrentamos. Mientras en las ciudades y algunos centros educacionales de las principales ciudades del país, los smartphones, tablets y demás artefactos de interconectividad digital se vuelven cotidianos, existen amplias zonas de nuestro país que aún no cuentan con acceso real a la red de internet. El acceso a tecnología de punta aún es muy segmentado.  Si bien se ha avanzado mucho en conectividad, en extensas zonas la conectividad aún es de muy baja calidad y lenta. Los dispositivos suelen tener precios que se alzan por sobre los dos sueldos mínimos, que si bien ya vamos contando con una generación de nativos digitales, en cuanto han crecido y se han formado en las lógicas de la información digital, no cuentan con todas las posibilidades reales para aprovechar y desarrollar esas potencialidades, tan necesarias para el futuro en el que ya estamos caminando.

Son muchos las experiencias de masificación de artefactos digitales desarrolladas desde el estado a fin de acortar la “brecha digital”. Sin ir más lejos, aquí en la región, está el Plan Ceibal, en Uruguay y el proyecto Conectar Igualdad en Argentina, que buscan entregar un netbook a cada uno de los estudiantes y docentes del país y mejorar las condiciones de conectividad. Es la que ha primado a la hora de enfrentar el problema, sin embargo, es bueno mirar también que está sucediendo más allá de la región. La experiencia de Corea presenta algunos elementos interesantes de los cuales quizás podríamos aprender algo. El proceso de digitalización de textos descansa en la idea de la “nube”. La digitalización del texto significa el que cada estudiante tiene su propio texto, disponible, con sus comentarios, con sus anotaciones, en el lugar en el que él se encuentre, pudiendo acceder a su texto desde cualquier dispositivo, lo único que necesita es un punto de conexión.

Sin lugar a dudas, la respuesta debe ser integral. De nada nos sirve contar con excelentes recursos instalados en la red si no podemos acceder a ellos, pero tampoco es solución el dotar de hardware a todos nuestros estudiantes si no solucionamos el tema de la conectividad. Todo parece indicar que el movimiento es hacia la “nube”, hacia la disponibilización de la información en forma ubicua, de forma de impactar efectivamente en los procesos de aprendizaje de los estudiantes. Ese es el desafío que debemos enfrentar y el que debiera ser prioritario en el momento en el que nos encontramos.

(*) Texto publicado en El Quinto Poder.cl

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