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Don Camilo, el militante del partido del orden

Carlos Correa B.
Por : Carlos Correa B. Ingeniero civil, analista político y ex Secom.
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Si los tiempos no hubiesen cambiado, si no hubiese ocurrido el año 2011, donde los partidos perdieron poder político y lo tomaron organizaciones y líderes desconocidos para la mayoría de los chilenos y la formación de opinión pública dejó de ser el duopolio El Mercurio-La Tercera, probablemente el estilo del nuevo Presidente del Senado sería nuevamente pasaporte al éxito.


En estos días asume en el Senado, Camilo Escalona, a quien Germán Gamonal en los tiempos que era un joven y díscolo diputado le decía Don Camilo, viendo en el rebelde que asustaba a las huestes renovadas del PS y a la transición de esos primeros años, a un futuro hombre de Estado. Los twitteros de derecha, que suelen repetir coordinadamente las consignas de los halcones del Palacio de La Moneda —como si alguien los coordinara—, partieron con una serie de epítetos contra Escalona, diciendo que iba a ser peor que el saliente Senador Girardi. Evidentemente no escucharon nunca a Germán Gamonal, pues Don Camilo será, de los cuatro Presidentes del Senado que tendrá la Concertación, el más dispuesto a llegar a acuerdos con el gobierno.

Su rol de guardián del PS en el gobierno de Bachelet es legendario y sus manifestaciones dan para llenar varios libros. Una poco recordada es cuando en una elección interna, su contrincante, la actual senadora Isabel Allende, como parte de su programa indicó que el Partido tenía que tener leal con la Presidenta Bachelet. Escalona, con ese ingenio templado en la clandestinidad y en el exilio que le impuso Lagos en el sótano de La Moneda, colocó el adjetivo incondicional a su lista, poniendo en aprietos a sus contendores, que parecieron entonces más distantes de la Presidenta y perdieron la elección.

Es probable que en la Presidencia del Senado ejerza el mismo rol de custodio, pero esta vez de la existencia de la clase política producida por el binominal. Más que mal, la principal fuerza política en el Congreso es la UDI, y más allá de las claras diferencias ideológicas e históricas que lo separan del gremialismo, es junto con ellos uno de los mayores interesados en mantener el status quo en materia de sistema electoral y democracia interna en los partidos políticos. Y a diferencias de otros, Don Camilo tiene poder de verdad por lo que basta sólo la reunión en la cafetería del Congreso para tener el acuerdo.

[cita]En un artículo reciente el The Economist vaticinó que si Chile no realiza reformas políticas, tributarias y educacionales, nadie sabe que puede pasar en el país. Y las reformas políticas más importantes son el fin del binominal, primarias obligatorias y reforma al sistema de partidos políticos, para hacer más transparente su financiamiento y su democracia interna. Bueno, ninguna de ellas cuenta entre sus más adeptos al nuevo Presidente del Senado.[/cita]

Parte de su fuerza es que ha gobernado sin contrapesos el Partido Socialista. Sigue ganando las elecciones internas, pese a las deserciones que ha tenido a lo largo del tiempo, y las fuertes críticas que debe soportar dentro del PS. Resistió el terremoto de las salidas y candidaturas presidenciales de Navarro, Arrate y MEO, a quien al llamarlo “marquito” lo convirtió en fenómeno político. Más aún, sobrevivió a la rechifla generalizada que le dieron sus propios partidarios en el acto de segunda vuelta de la candidatura de Frei. Y como dicen en el interior del PS, no hay proclamación de candidato o acto por humilde que sea en que Camilo no esté, algo que ni el más aplicado de sus críticos internos ha logrado hacer.

Las encuestas de manera sostenida presentan a Escalona como uno de los políticos con mayor rechazo, como su alter ego en la derecha Pablo Longueira. Pero al igual que éste, antes que fuera Ministro de Economía y se volviera adicto a las bilaterales con el Presidente y las evaluaciones mensuales de la empresa del analista preferido de Palacio, era incombustible a los rechazos en la opinión pública. En el propio PS dicen que sus contantes cambios de distrito se explican porque no logra mantener una base popular que le permita la reelección. Es curioso que sea esa otra característica donde es similar a Longueira, que en su vida parlamentaria cambiaba constantemente de distrito.

Una de las cosas que garantiza la existencia de coaliciones como la Concertación y la Alianza, es la existencia del binominal, que tan buenos frutos ha dado a Don Camilo. Gracias al binominal, el pelotón de díscolos que acompañó a Enríquez-Ominami en su aventura, postulando al Parlamento, se esfumó al no obtener ningún cupo, pese a algunas votaciones destacadas.

También el binominal es un disuasivo suficiente para quienes quieran emprender un camino propio, pues la ley le da menos posibilidades y si finalmente llegan al Congreso como independientes, terminan absorbidos por alguna de las coaliciones debido a las enormes fuerzas gravitacionales del peculiar sistema electoral chileno.

Por otro lado, el hecho que las primarias no tengan una regla establecida en la ley y sea voluntad de los partidos organizarlas, permite que ocurran cosas como la de la Concertación de la Sexta y Séptima Región, paradigma de la “primaria trucha” y que la Alianza hoy en día elija sus candidatos por encuestas, y que nadie se ponga siquiera colorado.

Si los tiempos no hubiesen cambiado, si no hubiese ocurrido el año 2011, donde los partidos perdieron poder político y lo tomaron organizaciones y líderes desconocidos para la mayoría de los chilenos y la formación de opinión pública dejó de ser el duopolio El Mercurio-La Tercera, probablemente el estilo del nuevo Presidente del Senado sería nuevamente pasaporte al éxito.

De hecho en la propia coalición opositora hay por lo menos cinco candidatos presidenciales a dos años de las elecciones, donde tres de ellos han dicho que van a competir en primarias, aún en el escenario que la ex Presidenta Bachelet tome la decisión de repostularse. Si bien las encuestas muestran que son todavía poco competitivos contra los más importantes candidatos de la derecha, pasar por encima de ello sólo provocará díscolos nuevamente. La legitimidad democrática, el honor y la propia existencia de la Concertación están en juego en estos pasos.

En un artículo reciente el The Economist vaticinó que si Chile no realiza reformas políticas, tributarias y educacionales, nadie sabe que puede pasar en el país. Y las reformas políticas más importantes son el fin del binominal, primarias obligatorias y reforma al sistema de partidos políticos, para hacer más transparente su financiamiento y su democracia interna. Bueno, ninguna de ellas cuenta entre sus más adeptos al nuevo Presidente del Senado, quien tiene la prueba de saber adaptarse a los signos de los tiempos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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