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Aborto terapéutico: el derecho a decidir

Pamela Eguiguren Bravo
Por : Pamela Eguiguren Bravo Matrona, candidata a Doctora en Salud Pública y académica Escuela de Salud Pública Facultad de Medicina U. de Chile.
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Hace solo unos días, en Maipú, una dueña de casa fue violada por un delincuente en su hogar. Si la mujer quedara embarazada producto de esa violación ¿Por qué el Estado debe obligarla a tener un hijo bajo esas circunstancias, y a marcar su vida y también la de ese hijo o hija, prolongando para siempre el daño inflingido? ¿A motivo de qué? ¿De la ideología de una parte de la sociedad?


Con seguridad, nuestras senadoras y diputadas han podido decidir qué hacer con sus vidas y con sus cuerpos, por estar en una posición social que les ha permitido actuar de acuerdo a sus creencias y valores. Seguramente no han estado expuestas a una violación, a un incesto y probablemente tampoco han tenido un embarazo con malformaciones fetales incompatibles con la vida que hayan debido llevar a término.

Sin embargo, lo que hoy está en discusión no es cuál de las creencias de nuestras parlamentarias tiene mayor valor de verdad al momento de tomar sus decisiones si se vieran enfrentadas a ello. La discusión hoy es que todas las mujeres de nuestro país tienen ese derecho, derecho a informarse y a tomar sus propias decisiones, las que no solo afectan sus cuerpos, también sus proyectos de vida.

Hace solo unos días, en Maipú, una dueña de casa fue violada por un delincuente en su hogar. Si la mujer quedara embarazada producto de esa violación ¿Por qué el Estado debe obligarla a tener un hijo bajo esas circunstancias, y a marcar su vida y también la de ese hijo o hija, prolongando para siempre el daño inflingido? ¿A motivo de qué? ¿De la ideología de una parte de la sociedad?

[cita]El Estado tiene el deber de asegurar que todas las chilenas, y no sólo algunas, puedan tomar esa decisión con toda la información necesaria y, en caso de así decidirlo, tengan acceso a una interrupción del embarazo precoz, segura y sin castigos legales ni sociales.[/cita]

Conocemos varios casos de mujeres que han tenido embarazos con malformaciones fetales incompatibles con la vida, y aquí quiero señalar que la tecnología y especialistas disponibles en nuestro país permiten diagnósticos precoces de patologías donde hay certezas —no sospechas—, como ocurre con la anencefalia. El costo para la salud mental y espiritual de las mujeres es evidente, como lo señalan los estudios y se constata en los testimonios de mujeres y profesionales que las atienden; y no hablamos sólo de trastornos, hablamos de marcas y sufrimientos que las acompañan toda su vida.

Hay que recordar que esos casos, además, pueden repetirse. ¿Qué proponen las/os parlamentarias/os cuyas creencias les hacen pensar que esa vida que no tiene destino alguno es más importante que la vida de la mujer y la familia? ¿Debe pasar por esa experiencia, incluso más de una vez? A mi modo de ver, ni una ni dos, pero tal vez ponerse en esa situación sirva para entender que debe haber legislación. Lo que me dice la experiencia es que quien ha vivido esa situación, incluso habiéndola escogido, la segunda vez sí o sí se realizará un aborto. Demás está decir que, en el caso de la necesidad de salvar la vida de la madre, la ley debe regular esta indicación y no dejar espacio a ninguna ambigüedad sobre la actuación médica.

A veces, en esta discusión se insiste en el concepto de aborto terapéutico, sobre qué es lo terapéutico, que si es indirecto o si es aborto eugenésico. La verdad es que esa discusión me parece mezquina, pues su intención es buscar argumentos para no enfrentar lo que verdaderamente cuenta, que es si frente a las circunstancias antes comentadas el Estado debe garantizar o no el derecho legítimo de la mujer a tomar la decisión de continuar o interrumpir ese embarazo. Mi opinión, desde la perspectiva de salud pública, respaldada además por todas las recomendaciones internacionales en materia de derechos humanos y por la experiencia de países desarrollados, apunta a que sí. El Estado tiene el deber de asegurar que todas las chilenas, y no sólo algunas, puedan tomar esa decisión con toda la información necesaria y, en caso de así decidirlo, tengan acceso a una interrupción del embarazo precoz, segura y sin castigos legales ni sociales.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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