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Aborto: los argumentos del Presidente

Gonzalo Bustamante
Por : Gonzalo Bustamante Profesor Escuela de Gobierno Universidad Adolfo Ibáñez
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Qué duda cabe de la respetabilidad de las creencias del Presidente. En lo que si se engaña a sí mismo es creer que al final no son esas mismas creencias su razón última para su posición. ¿No es esa creencia la que informa nuestra Constitución? ¿De dónde se origina “la duda” a la cual alude? ¿Qué le permite dar el salto de sobreponer el derecho del no-nacido al de sus progenitores? La respuesta es una sola: la convicción de que posee un alma inmortal.


El presidente Sebastián Piñera en una columna publicada por el diario El Mercurio da cuenta de los que a su juicio son “argumentos de distinta naturaleza” para oponerse a despenalizar o legalizar el aborto en cualquiera de sus formas. No deja de ser destacable que el Primer Mandatario participe dando su opinión de “puño y letra”. Además es valioso el reconocimiento que el mismo Presidente hace tanto de la necesidad de afrontar el problema vía políticas públicas como del hecho que de la ilegalidad del aborto, que lo transforma en una acción ilícita cometida de modo clandestino, se siguen problemas para abordarlo. Por eso sus argumentos ameritan un análisis.

Primero señala que nuestro ordenamiento constitucional reconoce la categoría de persona desde los inicios de la vida embrionaria. El problema surge al deducir de la existencia de una realidad jurídica su imposibilidad de modificación o la poca conveniencia de lo mismo. Es equivalente a sostener que las leyes y los ordenamientos constitucionales no deben evolucionar. De ser así, se podría hasta concluir que la situación de independencia de  las naciones sudamericanas  de la corona española, es una realidad ilegítima ya que, obviamente, alguna vez existió un ordenamiento que avaló esa dependencia. Defender la inmutabilidad de un ordenamiento jurídico, necesariamente, lleva a un absurdo. Por tanto, el primer  argumento no pasa de ser una constatación de un  hecho (la realidad constitucional hoy en Chile) pero nada dice sobre lo que se discute. Justamente lo que buscan algunos es modificar el estado de cosas sobre el aborto.

[cita]Al Presidente le faltó la claridad argumentativa de Jaime Guzmán, éste en un razonamiento, impecable, en la comisión constituyente de 1974, indica: “La madre debe tener el hijo aunque éste salga anormal, aunque no lo haya deseado, aunque sea producto de una violación o, aunque de tenerlo, derive en su muerte… (…) la Providencia permite, exige o impone (…) que (…) la persona se encuentre obligada a enfrentar una disyuntiva en la cual no queda sino la falla moral, por una parte, o el heroísmo, el martirio (…) la gravedad o la tragedia que sigue a la observancia de la ley moral nunca puede invocarse como elemento para sustraer a alguien de la obligación de cumplirla”.[/cita]

Lo segundo sería que ante la duda, es mejor estar en favor de la vida. Se deduce que la “duda” apunta a la categoría de persona o no del no-nacido. Es lo que el Presidente designa como un argumento prudencial. Más allá que no entra en un tema crucial, la naturaleza de esa duda, es de interés medir lo “prudente” del raciocinio presidencial. Como bien lo indica Aristóteles, la prudencia es un tema de razón práctica aplicada a casos concretos, no es teoría. Por eso, por “prudencia”, la despenalización del aborto por casos de violación o incesto es ampliamente reconocido. Inclusive, George W. Bush, personaje  libre de cualquier duda “progre”, reconocía esa excepción. En cambio, el Presidente Piñera, si es coherente con el principio que defiende, en situaciones de violación múltiple o incestuosa, quedando embarazada la víctima y optando ésta por abortar, debe sostener que por  “prudencia” corresponde aplicar la ley actual y el  encarcelamiento, lo cual sería el criterio prudencial de justicia. Quiénes lo ven así, deberían reconocer que su criterio de “lo prudente” respecto de lo que es “justo y debido” en un caso así, no sólo es controversial, sino que además minoritario.

Tercero, señala que no compete sólo a los padres la decisión sino que hay un tercero, el cual debe ser resguardado. Si uno obvia el vacío evidente en su argumento sobre cuándo y por qué igualó al no-nacido y a los progenitores como personas de igual derecho, inclusive dejando pasar esa omisión no menor, se mantiene el problema de cuándo transformó el que exista más de una voluntad a que sólo sea lícito y en todo momento, la superposición del derecho del no-nacido respecto del que ya lo está. Especialmente, cuando se sigue como consecuencia inmediata la pérdida del derecho a la posesión de su propio cuerpo por parte de todo un género.

Última  razón, su creencia religiosa. Aclara que en el espacio público no es suficiente pero que como cristiano se opone. Qué duda cabe de la respetabilidad de las creencias del Presidente. En lo que si se engaña a sí mismo es creer que al final no son esas mismas creencias su razón última para su posición. ¿No es esa creencia la que informa nuestra Constitución? ¿De dónde se origina   “la duda” a la cual alude? ¿Qué le permite dar el salto de sobreponer el derecho del no-nacido al de sus progenitores? La respuesta es una sola: la convicción de que posee un alma inmortal.

En eso, al Presidente le faltó la claridad argumentativa de Jaime Guzmán, éste en un razonamiento, impecable, en la comisión constituyente de 1974, indica: “La madre debe tener el hijo aunque éste salga anormal, aunque no lo haya deseado, aunque sea producto de una violación o, aunque de tenerlo, derive en su muerte… (…) la Providencia permite, exige o impone (…) que (…) la persona se encuentre obligada a enfrentar una disyuntiva en la cual no queda sino la falla moral, por una parte, o el heroísmo, el martirio (…) la gravedad o la tragedia que sigue a la observancia de la ley moral nunca puede invocarse como elemento para sustraer a alguien de la obligación de cumplirla”.

Guzmán sabía en lo que creía y lo defendía sin eufemismos. No por nada, es el inspirador del ordenamiento constitucional, ese que a Piñera, en éste punto, le parece inamovible.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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