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Simce en segundo básico: novedad sólo para algunos

María Paz Domínguez
Por : María Paz Domínguez Master(c) en Educación y Políticas Públicas de Harvard
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Si la capacidad lectora es la puerta de entrada al conocimiento, entonces en un mundo donde el conocimiento es poder, son las capacidades lectoras las que dan acceso a este último. Quienes desarrollan sus capacidades lectoras son quienes finalmente pueden influir en el diseño del país. Más lectura es más democracia.


Al igual que otras voces que se han oído en los últimos días, me parece que lo más relevante de las pruebas SIMCE de segundo básico es que le dan a la lectura la importancia que realmente tiene: si la capacidad lectora es la puerta de entrada al conocimiento, entonces en un mundo donde el conocimiento es poder, son las capacidades lectoras las que dan acceso a este último. Quienes desarrollan sus capacidades lectoras son quienes finalmente pueden influir en el diseño del país. Más lectura es más democracia.

Pero tengo mis dudas respecto de si esta prueba ayudará de alguna manera a mejorar las habilidades lectoras de los estudiantes chilenos. Si finalmente la prueba por el hecho de ser completada no desarrolla ninguna habilidad en los niños, en realidad lo único que hace —suponiendo que sí lo logra— es entregar información respecto de cuánto y cuán bien estos saben leer. Me pregunto entonces si entrega nueva información y para quien esta información es nueva. No para los profesores, por cierto. Dudo que un profesor necesite del Ministerio de Educación para saber cuántos y quiénes de sus estudiantes no saben leer —el profesor ya lo sabe—, los resultados del SIMCE por tanto no le aportan nada nuevo a su práctica.

[cita] Si la capacidad lectora es la puerta de entrada al conocimiento, entonces en un mundo donde el conocimiento es poder, son las capacidades lectoras las que dan acceso a este último. Quienes desarrollan sus capacidades lectoras son quienes finalmente pueden influir en el diseño del país. Más lectura es más democracia.[/cita]

Entonces, si la información generada por el SIMCE no es nueva para los profesores y, por consiguiente, tampoco es nueva para las escuelas, ¿quién entonces se beneficia de esta prueba? La respuesta es obvia: el Ministerio de Educación. ¿Por qué? Porque los resultados le permitirán saber en forma agregada qué proporción de los niños chilenos lee al nivel esperado en segundo básico y qué proporción no ha alcanzado aún este nivel.

A evaluar, a evaluar, que el mundo se va a acabar, parece ser el lema del Mineduc. Como si la evaluación fuera inocua. No lo es. No podemos olvidar que el tiempo que se usa evaluando (y esta prueba no tiene límite de tiempo) es tiempo en el que no se está enseñando, es decir, tiempo en el que el niño no está aprendiendo —más evaluación sacrifica las ya escasísimas horas de instrucción, y eso me parece cuestionable. Si esta prueba está entregando información nueva sólo al Mineduc entonces no hay nada que justifique que tenga que ser rendida por todos los niños de Chile— tal como lo hacen en Finlandia (De acuerdo con las pruebas PISA Finlandia es uno de los países con mejores resultados educativos en el mundo. Ellos no hacen mediciones censales de sus estudiantes. Su sistema educativo se basa en la confianza en lugar del control), para tener la misma información, al Mineduc le bastaría con tomar esta prueba a una muestra de colegios. No necesita interrumpir la enseñanza en todas las escuelas del país.

El segundo gran problema de esta medición, creo yo, es que aún si esta prueba entregara nueva información al profesor, esta iniciativa supone que los profesores van a saber qué estrategia utilizar para que (ahora que el Ministerio lo dijo, ahora sí que sí) sus estudiantes aprendan a leer. Es por ello que, tal como lo dijera Rosa Miranda en el diario La Nación, esta prueba no tiene sentido alguno sin un plan de fomento a la lectura.

No dudo que tras la implementación de la prueba SIMCE en segundo básico hay un intento genuino por mejorar la calidad de la educación en Chile, pero creo también que la medición en general está sobrevalorada. La evaluación por sí misma no soluciona nada y sólo distrae tiempo y recursos de aquello donde las escuelas debiera centrar todas sus energías: en fortalecer la práctica de sus docentes para que sus alumnos —y no unos estudiantes genéricos basados en promedios estadísticos— puedan aprender.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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