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Propaganda electoral encubierta: la última patudez de la clase política

Este nuevo atropello a la letra y al espíritu de la ley electoral y a la infinita paciencia de los ciudadanos, nos comprueba una vez más que tenemos que padecer una clase política sorda, ciega y lamentablemente no tan muda, que no es capaz de advertir que mientras una ola de indignación y hastío recorre a buena parte de la abusada sociedad chilena.


Hace un par de semanas  en este mismo medio electrónico el periodista Patricio Bañados publicó una columna de opinión titulada “Derechos y deberes: la última patudez de la clase política”, en que con lucidez analiza la incoherencia y los abusos de esa trenza en que se ha convertido la llamada clase política chilena.

Desde el título mismo de la columna se advierte la irritación no contenida que le causa al columnista la larga lista de excesos que con habitualidad protagoniza el corporativismo político criollo, y que ayuda a explicar el creciente desprecio que siente la ciudadanía hacia los miembros de esa elite, particularmente hacia ese subgrupo conformado por la clase parlamentaria. A tal extremo comparto la indignación contenida  en el título de la columna  que, sin permiso pero con la comprensión de su autor, lo  utilizo para desahogar mi propia irritación frente a la que me parece es “la última patudez de la clase política”: la propaganda electoral encubierta y anticipada.

Cuando hace apenas dos meses nos liberamos de la insoportable campaña municipal y faltan diez largos meses para las próximas elecciones parlamentarias, en los últimos días variados precandidatos al parlamento se han  permitido atropellar el espacio público en diversas comunas de la capital (y probablemente en regiones)  instalando sus imágenes en enormes gigantografías y pantallas led. Unos, haciendo patético autobombo y notificándonos de sus (supuestas) grandes virtudes; otras, deseándonos “sinceros deseos de amor y felicidad para esta Navidad”, mensaje fiestero que no pedimos ni agradecemos.

[cita]Este nuevo atropello a la letra y al espíritu de la ley electoral y a la infinita paciencia de los ciudadanos, nos comprueba una vez más que tenemos que padecer  una clase política sorda, ciega y lamentablemente no tan muda, que no es capaz de advertir que mientras una ola de indignación y hastío recorre a buena parte de la abusada sociedad chilena.[/cita]

No contentos con contribuir con sus letreros, pendones y gigantografías  a contaminar visualmente nuestras ya contaminadas ciudades y paisajes rurales, se permiten además hacernos llegar inconsultos mensajes telefónicos con contenido abiertamente electoral.

No nos cabe ninguna duda que a partir del puntapié inicial de estos precandidatos, postulantes a congresistas de toda laya recurrirán a estos ingeniosos mecanismos que les permitirán burlar impunemente el cumplimiento del artículo 30 de la Ley de Votaciones Populares y Escrutinios, que establece que la propaganda electoral sólo podrá efectuarse desde el  trigésimo y hasta el tercer día anterior al de la elección. Como la paciencia de estos personajes parece ser escasa y la ambición desmedida, y,  además, parecen sentirse (y a veces lo están) por encima de la ley, no están dispuestos a esperar y cumplir cívicamente el plazo de cuatro semanas de propaganda electoral establecido en la ley (que ya nos resulta un exceso),  entonces descubren que recurriendo a una burda e infantil tinterillada pueden empezar con diez meses de anticipación a amargarnos la vida a través de la instalación de gigantografías, letreros, papelógrafos, pantallas led, pendones y cualquier otro artefacto que puedan colgar en los espacios públicos de nuestras  contaminadas ciudades con claro contenido publicitario que, para cualquier ciudadano medianamente inteligente, es abiertamente electoral, pero que para los que perpetran estos abusos y tropelías son meros “mensajes” que, afirman,  no constituyen legalmente propaganda electoral al no estar induciendo a “emitir voto” por candidato determinado. Una patudez por donde se le mire y un nuevo fraude a la ley que viene a sumarse a los otros que ya conoce y sufre buena parte de los ciudadanos.

Este nuevo atropello a la letra y al espíritu de la ley electoral y a la infinita paciencia de los ciudadanos, nos comprueba una vez más que tenemos que padecer  una clase política sorda, ciega y lamentablemente no tan muda, que no es capaz de advertir que mientras una ola de indignación y hastío recorre a buena parte de la abusada sociedad chilena, ellos siguen enzarzados en sus patéticos cálculos y juegos electorales, amenazándonos esta vez con condenarnos a la tortura de vivir los 365 días del año en una permanente campaña electoral, con propaganda camuflada incluida.

Esta mala práctica de iniciar sus contaminantes campañas electorales con anticipación al plazo legal ya la sufrimos con ocasión de la pasada campaña municipal, en que cientos de candidatos a alcaldes y concejales recurrieron sin atisbo de pudor a la misma leguleyada.

La instalación de estos letreros y gigantografías con propaganda electoral anticipada y encubierta no sería posible si no contarán con el permiso de la burocracia municipal,  autorizaciones que estas corporaciones otorgan con indisimulado entusiasmo, tanto por complicidades políticas cuanto porque los incentivos están dados precisamente para que a mayor cantidad de publicidad callejera  mayores sean los ingresos para las arcas municipales, recursos que ciertamente contribuyen a  mejorar sus alicaídas y peor gestionadas finanzas. La estética y la armonía urbana, da lo mismo.

Resulta lamentable además  la absoluta ausencia y pasividad de las autoridades del servicio electoral frente a este uso fraudulento de la ley electoral y que, al menos en un gesto testimonial, debiera tratar de impedir.

En definitiva, una razón más para no malgastar un minuto de mi tiempo concurriendo a votar en las próximas elecciones parlamentarias.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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