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Las trampas de Jaime Guzmán y el confort de la Concertación Opinión

Las trampas de Jaime Guzmán y el confort de la Concertación

Pablo González z
Por : Pablo González z Pyme INNOVACIÓN. Salazones y Ahumados Patagonia S.A.
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La verdad es que Jaime Guzmán nunca pensó que su diseño de trampas en la Constitución terminaría siendo aceptado con tanto beneplácito por el equipo adversario, en este caso, la Concertación, el equipo que era del todo razonable que debería haberse rebelado a jugar en desventaja. Nunca imaginó que por más de 20 años la ambición por entronizarse en el poder de estos últimos terminaría por aceptar lo anterior y considerarlas como una dificultad institucional de segundo orden.


El constitucionalista Fernando Atria, ha revelado las intenciones de fondo de Jaime Guzmán para la Constitución de 1980, quien afirmó que, debe ser tal que, “si llegan a gobernar los adversarios, se vean constreñidos a seguir una acción no tan distinta a la que uno mismo anhelaría, porque —valga la metáfora— el margen de alternativas que la cancha imponga de hecho a quienes juegan en ella sea lo suficientemente reducido para hacer extremadamente difícil lo contrario”.

Hoy día y después de 20 años los ideólogos de la Concertación se habrían dado cuenta que lo de Jaime Guzmán sería “…como obligar a jugar un partido de fútbol en donde un equipo siempre juega de abajo hacia arriba, con menos jugadores y con un árbitro en contra. Es esta filosofía autoritaria y tramposa la que se encuentra hoy en juego, como nunca lo había estado antes desde 1990” (Alfredo Joignant).

La verdad es que Jaime Guzmán nunca pensó que su diseño de trampas en la Constitución terminaría siendo aceptado con tanto beneplácito por el equipo adversario, en este caso, la Concertación, el equipo que era del todo razonable que debería haberse rebelado a jugar en desventaja. Nunca imaginó que por más de 20 años la ambición por entronizarse en el poder de estos últimos terminaría por aceptar lo anterior y considerarlas como una dificultad institucional de segundo orden.

[cita]Los de siempre piden que los espectadores confíen en ellos una vez más a cambio de resguardar la estabilidad, por supuesto que se refieren a la de ellos, ya que desean seguir manteniéndose como parte de las elites de privilegios de este país. Mientras los otros empiezan a desempolvar campañas de terror y soterradamente nos vuelven a amedrentar con amenazas golpistas que se podrían empezar a germinar si el propósito fuera colocar en cuestionamiento el aporte de las trampas a la institucionalidad de este país, y que los favorece.[/cita]

Jaime Guzmán nunca imaginó que la adhesión tan descarada de la Concertación a su diseño de trampas sería quien gatillaría la toma de conciencia de los espectadores, —el tercer actor en una cancha—, los que han terminado dándose cuenta que en una cancha arreglada, el sentido del espectáculo está pervertido, ya que no existe nada en juego. Por lo tanto, seguir validándolo es absolutamente una insensatez.

Si el tercer actor en una cancha son los espectadores, uno se pregunta porque los olvidó Jaime Guzmán en su diseño cuando él era un fanático del futbol, y sabía más que nadie que representan el sentido último del espectáculo, quizás porque en el momento que le dio vida a su diseño, los espectadores para él no tenían valor alguno, esos estaban siendo sometidos a una política de terror para su silenciamiento y quizás porque dio por hecho que la oficialidad de las FF.AA. seguirían aprovechando la verticalidad del mando para arrastrar a esas instituciones a salir a imponer por la fuerza cualquier amenaza a su diseño constitucional, las veces que fuera necesario.

En una cancha arreglada y en esto se equivocó Jaime Guzmán, los adversarios no son el equipo que se presta para la hipocresía de jugar el juego falso, sino que los adversarios pasan a ser los espectadores, ya que son a quienes premeditadamente se les ha engañado  y como dice el refrán: “No hay mal que dure cien años ni tonto que lo soporte “, estos por el momento toman conciencia de ello y se manifiestan en movilizaciones ciudadanas cada vez más crecientes, en las calles, universidades, liceos, ciudades de sur y norte, los hogares de la inmensa mayoría de familias chilenas, movimientos étnicos, etc., etc., ya que en el fondo los mismos han tomado conciencia que sus demandas no tienen cauce institucional legítimo y es lo que explicaría la magnitud de los abusos a los que han sido y siguen siendo sometidos.

Cuando se pierde la legitimidad al saber que la cancha está arreglada, los espectadores lo hacen extensivo a los equipos que participan del juego y a los jugadores que hasta ahora se prestaban para la hipocresía, por esta razón el problema se está volviendo un duro dolor de cabeza para los líderes de siempre y que desean ser electos como Presidente de la República, senadores y diputados.

Los de siempre piden que los espectadores confíen en ellos una vez más a cambio de resguardar la estabilidad, por supuesto que se refieren a la de ellos ya que desean seguir manteniéndose como parte de las elites de privilegios de este país. Mientras los otros empiezan a desempolvar campañas de terror y soterradamente nos vuelven a amedrentar con amenazas golpistas que se podrían empezar a germinar si el propósito fuera colocar en cuestionamiento el aporte de las trampas a la institucionalidad de este país, y que los favorece.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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