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Carta a Claudio Orrego a propósito  del matrimonio igualitario Opinión

Carta a Claudio Orrego a propósito del matrimonio igualitario

Nicolás Grau
Por : Nicolás Grau Profesor del departamento de economía de la Universidad de Chile e investigador del COES (Centro de estudios de conflicto y cohesión social). Doctorado en Economía Universidad de Pennsylvania. Presidente de la Fech en el 2006.
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En la UDI les gustaría, siguiendo el ejemplo, que los homosexuales pudiesen subirse a la micro, pero que todos supieran al interior que ellos son inferiores, que sus sillas fuesen opacas y que cada vez que ellos se diesen un beso hubiese alguien gritando en una esquina que eso no es amor. Lo instransable, dirían ellos (parafraseándote Claudio), es que para ellos el amor es entre un hombre y una mujer.


Estimado Claudio te escribo para invitarte a que cambies tu postura respecto al matrimonio civil homosexual. Lo hago no como un ejercicio retórico, ya que creo firmemente, y esto te lo digo con respeto pero también con franqueza, que no hay buenas razones para que una persona como tú, que le da un valor intrínseco a la igualdad, se oponga a una medida de este tipo.

En tu campaña para las primarias, de la cual rescato muchas de tus posturas en el plano socioeconómico, argumentaste tú oposición señalando: 1) no tengo nada en contra de la diversidad sexual, creo que son personas como cualquier otra, por lo mismo estoy a favor del Acuerdo de Vida en Pareja, AVP. 2) Sin embargo, para mí el matrimonio es entre un hombre y una mujer.

Cabe partir señalando que valoro tu primer punto y comparto que de aprobarse el AVP constituiría un importante avance para nuestra sociedad. Sin embargo, el problema de tu argumento es que no da ninguna razón por la que dos homosexuales no puedan casarse. Compartirás conmigo que la segunda parte de tu argumentación no agrega razones. Así, mientras tu premisa pareciera llevarnos a la conclusión de que los homosexuales deben tener iguales derechos, sin razón alguna terminas proponiendo generar una institución distinta del matrimonio, la que comparte los elementos prácticos del matrimonio como contrato, pero que posee un menor valor simbólico.

[cita]Tu cambio de opinión y el de tu generación de la Democracia Cristiana puede ayudar decisivamente a que hoy, y no en 10 o 20 años más, los homosexuales puedan viajar en la micro con asientos de todos los colores, puedan decir te amo en igualdad y unir sus vidas con la misma carga simbólica que lo hace el resto. La vida es solo una y siendo algo tan simple de hacer, no nos podemos permitir una generación más de parejas homosexuales sin la posibilidad de expresar su amor con la misma libertad y reconocimiento que el resto.[/cita]

Para ser honesto, y más allá de la omisión de tus razones, no se me ocurre ningún argumento que, consistente con una postura ética que le de un valor intrínseco a la igualdad, pudiese arribar a tal propuesta, pues aunque en algunos contextos es posible argumentar a favor de cierta desigualdad cuando ésta ayuda en otros objetivos, este claramente no es el caso, toda vez que el matrimonio igualitario sólo afecta a quienes derivan cierta tranquilidad o alegría de que los homosexuales no tengan los mismos derechos. Es decir, solo afecta a quienes les irrita la igualdad.

Por otro lado, siendo prácticos, uno podría sostener que sabiendo que por razones culturales, religiosas, etc; hay un grupo de personas a los que les molestaría que los homosexuales pudiesen casarse, entonces el AVP es el paso correcto pues logra mejorar su calidad de vida, manteniendo cierta diferencia simbólica, la que deja tranquilos a tales grupos conservadores. Algo así como un “punto medio”. Nuevamente creo que tal razonamiento no es satisfactorio, permíteme ilustrarlo con un ejemplo histórico.

Luego de décadas de luchas políticas en Estados Unidos, a mediados del siglo XX los negros eran libres, sin embargo la segregación era tremenda. Las micros, los bares, etc; tenían áreas para negros y áreas para blancos. Un negro podía tomarse una cerveza, también podía transportarse con fluidez: en términos prácticos tenían ciertos derechos (no todos por cierto). Sin embargo, había claras distinciones simbólicas. El tema, a esa altura, no era que los negros no pudieran hacer su vida, sino que quedara claro que ellos eran negros, que eran distintos, que podían irse sentados al trabajo, pero en un asiento en la parte de atrás, la parte de los negros.

La vigencia de este ejemplo se grafica nítidamente en la postura de la UDI, la que, aunque más extrema, comparte la esencia de tu propuesta. La UDI ha dicho que puede aprobar el APV pero a condición que se celebre en una notaria y que, además, éste sólo sea para parejas homosexuales. En el fondo, lo que pretenden es que más allá de la similitud práctica de los contratos, el matrimonio y el AVP sean simbólicamente distintos, manteniendo la segregación. De ser posible, ellos querrían que se celebrara en una notaría para homosexuales, a la que se entrase por la puerta de atrás y donde la palabra amor estuviera prohibida. En la UDI les gustaría, siguiendo el ejemplo, que los homosexuales pudiesen subirse a la micro, pero que todos supieran al interior que ellos son inferiores, que sus sillas fuesen opacas y que cada vez que ellos se diesen un beso hubiese alguien gritando en una  esquina que eso no es amor. Lo instransable, dirían ellos (parafraseándote Claudio), es que para ellos el amor es entre un hombre y una mujer.

La gran diferencia entre la UDI y tu Claudio, y por eso tiene sentido esta carta, es que ellos no valoran intrínsecamente la igualdad, y por lo mismo pueden proponer una diferenciación simbólica entre homosexuales y heterosexuales sin entrar en contradicción con sus posturas morales y políticas.

Dicho todo esto, estoy seguro que adviertes que la aprobación del matrimonio igualitario es solo una cuestión de tiempo. La tendencia en el mundo es que poco a poco los gobiernos progresistas (incluso algunos liberales de derecha) lo han ido aprobando. En pocos años los líderes de la centro izquierda han cambiado su opinión al respecto. En Chile, de igual modo, hasta hace poco hubiese sido impensable que un gobierno de derecha tuviese una mínima probabilidad de aprobar una ley como el AVP y, sin ir más lejos, la juventud de tu partido ha decidido en su congreso ideológico su postura favorable a la medida. Seguramente si tú hubieses nacido 30 años más tarde, hoy serías unos de esos jóvenes de la DC que como pocos en tu partido apoyaron tu candidatura y que hoy abogan por un matrimonio igualitario.

La pregunta entonces es por qué esperar. Por qué esperar un segundo más en alcanzar una igualdad que no daña personas, solo prejuicios. Tu cambio de opinión y el de tu generación de la Democracia Cristiana puede ayudar decisivamente a que hoy, y no en 10 o 20 años más, los homosexuales puedan viajar en la micro con asientos de todos los colores, puedan decir te amo en igualdad y unir sus vidas con la misma carga simbólica que lo hace el resto. La vida es solo una y siendo algo tan simple de hacer, no nos podemos permitir una generación más de parejas homosexuales sin la posibilidad de expresar su amor con la misma libertad y reconocimiento que el resto.

Estoy seguro que cambiarás de opinión.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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