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Quién manda el buque… Opinión

Quién manda el buque…

Eugenio Rivera Urrutia
Por : Eugenio Rivera Urrutia Director ejecutivo de la Fundación La Casa Común.
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El equipo económico presentado el martes 6 de agosto, cuya capacidad técnica no plantea duda alguna, pero que aparece vinculado exclusivamente a las posiciones liberales de la “Nueva Mayoría”, deja en evidencia que el entorno económico de la candidata no presentará fisuras, lo que dificultará la posibilidad efectiva de Michelle Bachelet de decidir frente a los problemas de fondo, pues contará con sólo una visión.


La ex Presidenta Michelle Bachelet, actualmente la candidata mejor posicionada para ganar las elecciones presidenciales del presente año, ha insistido en que frente a divergencias ella tomará las decisiones definitivas.

La afirmación indicada no ha dejado de llamar la atención. En primer lugar, porque refleja el enorme poder de que dispone luego del apoyo que le brindó la ciudadanía en las recientes primarias presidenciales. Casi tres de cuatro votantes de la Nueva Mayoría lo hicieron por ella. Por otra parte, la votación de la Nueva mayoría más que dobló a los votantes de la derecha. En un contexto, además, en que los partidos enfrentan una grave situación de descrédito, debilidad y falta de legitimidad, hace posible presumir que la ex Presidenta podría prescindir de esas organizaciones y ganar igual. Probablemente, un caso distinto sería la gobernabilidad una vez asumido el gobierno.

[cita]La afirmación de la ex Presidenta de que ella tomará las decisiones definitivas es también una muestra de idealismo de la candidata. Algunos analistas piensan que el Presidente de la República tiene claridad casi absoluta respecto de lo que quiere que sea su gestión gubernamental. Es indiscutible que los objetivos generales son claros para el primer mandatario(a). No obstante, su desagregación en políticas, programas y medidas específicas abre múltiples posibilidades que dificultan que sea el candidato(a) o Presidente(a) quien tome por sí mismo, las decisiones.[/cita]

Por otra parte, la afirmación sugiere la constitución creciente de un liderazgo personalista, en que la comunidad de ideas y proyectos juega un rol secundario. Es cierto que la idea de transformar el modelo económico, político y social entrega un marco, pero la definición de lo que ello significa no resulta de la deliberación y argumentación democrática sino de la decisión del líder. Esta evolución presenta diversos peligros. La principal es que atrae como la miel a los “yesmen” y rechaza a las mentes independientes que buscan profundizar en los desafíos, dialogar con la demanda ciudadana y jugarse por lo que estiman necesario más allá de los riesgos de “no salir en la foto”. Atrae también a los personeros que encuentran apoyo en los poderes fácticos, que saben que más allá de las declaraciones, sus “opiniones” tendrán más llegada en el líder pues contarán con el apoyo de los medios de prensa dominantes y recibirán el reconocimiento técnico de de comunidades científicas estrechamente vinculadas al statu quo.

La afirmación de la ex Presidenta de que ella tomará las decisiones definitivas es también una muestra de idealismo de la candidata. Algunos analistas piensan que el Presidente de la República tiene claridad casi absoluta respecto de lo que quiere que sea su gestión gubernamental. Es indiscutible que los objetivos generales son claros para el primer mandatario(a). No obstante, su desagregación en políticas, programas y medidas específicas abre múltiples posibilidades que dificultan que sea el candidato(a) o Presidente(a) quien tome por sí mismo, las decisiones. Lo que ocurre es que al candidato(a) o Presidente(a) se le hacen llegar las distintas opciones respecto de las políticas, de la priorización y de la secuencia en que es necesario impulsarlo.

De esta manera, “la decisión” presidencial se transforma en el campo de batalla de las distintas corrientes al interior del gobierno (o del comando de la candidatura presidencial). Esto se traduce en una confrontación de visiones, valores e ideas. Esto llevó probablemente a Teodore Sorensen, asesor del Presidente John Kennedy a señalar:

“Los presidentes, rara vez toman decisiones… en el sentido de escribir sus conclusiones como borrón y cuenta nueva. Ellos eligen. Ellos seleccionan entre las opciones. Ellos hacen juicios. Pero las decisiones básicas que acotan sus elecciones, han sido hechas con frecuencia previamente por eventos pasado o circunstancias… por presiones o predecesores o incluso subordinados”.

En tal sentido, el equipo económico presentado el martes 6 de agosto, cuya capacidad técnica no plantea duda alguna, pero que aparece vinculado exclusivamente a las posiciones liberales de la “Nueva Mayoría”, deja en evidencia que el entorno económico de la candidata no presentará fisuras, lo que dificultará la posibilidad efectiva de Michelle Bachelet de decidir frente a los problemas de fondo, pues contará con sólo una visión. En tal sentido, dicho equipo sugiere que las decisiones en este campo han sido delegadas. La experiencia del primer gobierno de la ex Presidenta, que delegó en Expansiva las principales decisiones en el campo económico parece repetirse. Sin duda que las posiciones alternativas se plantearán desde la sociedad civil y desde los círculos político-intelectuales independientes. Sin embargo, al no tener espacio institucional, el debate se llevará en las calles.

Finalmente, la afirmación de la candidata Bachelet debería hacer pensar que existen alternativas más democráticas a la (presunta) decisión presidencial. En efecto, en el caso del Frente Amplio Uruguayo, más allá de la obvia mayor incidencia del primer mandatario, el criterio fundamental para la toma de decisiones es el programa de gobierno democráticamente aprobado por la coalición. Esta modalidad no sólo es una mejor forma de dar cuenta del mayor protagonismo que exige la sociedad sino que al fin y al cabo una garantía significativa de gobernabilidad en la futura administración.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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