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Apuntes económicos sobre la crisis de 1973

Diego Vrsalovic Huenumilla
Por : Diego Vrsalovic Huenumilla Estudiante de Pedagogía en Historia, Geografía y Educación Cívica de la Universidad de la Frontera.
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Ya han pasado casi cuatro décadas desde aquella fecha, cargada por algunos eventos que han marcado un quiebre en nuestro pasado nacional. El 11 de septiembre de 1541, el Ñidol Longko Michimalonko quemó la recién fundada ciudad de Santiago, fecha en la que en 1924 también se produjo un golpe militar que puso fin a la Constitución de 1833.

Sin embargo, es el inicio de una larga noche que se llevó a miles de cuerpos por un sendero de dolor y muerte. Por ello, y como un pequeño aporte al gran debate nacional sobre el golpe militar que hace cuatro décadas cambió Chile para siempre, quisiera entregar algunos elementos para el análisis.

Aquel 11 de septiembre se inicia en Chile un proyecto que aún nos tiene amarrado al siglo XX, y que podemos denominar “neoliberal”. Posee tres características básicas: 1) implantación del neoliberalismo, de la mano de un alto costo social; 2) democracia “tutelada”, o limitaciones al avance en derechos sociales, políticos, económicos y culturales; y 3) la reducción del papel del Estado hasta lo más mínimo.

Lo anterior tiene algunas causas estructurales. Aquel martes 11 de septiembre cristalizó una crisis económica que tiene tres bases. Profundicemos un poco más en este punto.

En primer lugar, el colapso del modelo de industralización por sustitución de importaciones (ISI), pues el comercio internacional se reactivó luego de la Segunda Guerra Mundial. Por ende, desde la óptica de la empresa privada, el Estado no tenía la necesidad de seguir supliendo su rol.

En segundo término, hubo problemas de gestión en los sectores nacionalizados y reformados por el gobierno de Salvador Allende, dado que tras este proceso hubo una fuga de expertos y técnicos del país, falta de repuestos y presiones sobre la fuerza laboral. Si sumamos a lo anterior las huelgas a partir de 1972, derivó en que el Estado no recibió las cantidades suficientes de dinero que esperaba respecto de las ganancias del cobre.

Finalmente, encontramos dificultades en la agricultura, puesto que no se repartieron las cantidades esperadas de tierra a los campesinos, en el marco del proceso de Reforma Agraria. A pesar de los esfuerzos de la CORA, muchos no se adaptaron al nuevo régimen de trabajo en cooperativas y continuaron laborando por un salario.

Es así como, en parte, podemos explicar la crisis de 1973 desde lo estructural. Muchas y muchos repararán en los hechos del mes que corre entre agosto y septiembre de aquel año. Nunca está de más elevar la mirada hacia los procesos que nos llevaron hacia aquella situación de quiebre profundo.

Aquel “nunca más” prometido hace años debe ser real. Y uno de los pasos para su consecución es la intrincada y a veces oscura labor de analizar los procesos que nos llevan a las crisis. Porque la causa de nuestros problemas como sociedad es, en gran parte, una cuestión de memorias y olvidos.

(*) Texto publicado en El Quinto Poder.cl

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