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El compromiso notarial de Girardi

El documento notarial tiene un valor aún más disminuido, dado que el senador olvida proponer como parte de su contenido otro de los temas centrales dentro de las demandas ciudadanas que la ex Presidenta Bachelet también ha intentado recoger: la transparencia en el uso de los recursos, el no aprovechamiento de las influencias, el respeto al mérito; en resumen, lo que se ha dado en llamar el fin de las reiteradas malas prácticas de algunos de nuestros representantes.


La semana pasada el senador Girardi propuso la firma de un documento ante notario por parte de los candidatos de la Nueva Mayoría al Parlamento, a objeto de que estos aseguren ahí su voto a los que él llama algo así como los “grandes ejes” del programa de la ex Presidenta Bachelet. Resulta entendible que el senador, a raíz de sus constantes salidas de libreto por medio de iniciativas apartadas de acuerdos previos, que han dificultado la unidad de su coalición política, haya querido reprimir sus eventuales impulsos rupturistas. Pero la propuesta no sólo evidencia el valor que el congresista otorga a su propia palabra, sino que también nos intenta convencer de ciertos supuestos que no debemos aceptar.

En primer lugar, la desconfianza que el senador muestra ante los candidatos a la representación popular, alimenta el desprestigio de la clase política, lo que resulta absurdo siendo él parte de ella. Sería ingenuo pensar que el Congreso es un espacio únicamente de virtuosos o irreprochables, pero sin duda que muchos parlamentarios hacen la diferencia y nos invitan con su trabajo diario al compromiso y la consecuencia.

[cita] El documento notarial tiene un valor aún más disminuido, dado que el senador olvida proponer como parte de su contenido otro de los temas centrales dentro de las demandas ciudadanas que la ex Presidenta Bachelet también ha intentado recoger: la transparencia en el uso de los recursos, el no aprovechamiento de las influencias, el respeto al mérito; en resumen, lo que se ha dado en llamar el fin de las reiteradas malas prácticas de algunos de nuestros representantes.[/cita]

Si alguien puede suponer que en el Congreso, como en el Cambalache de Discepolo, hay “chorros, maquiavelos y estafaos”, eso debería estimular el ímpetu por fortalecer el valor del honor y no el profundizar aún más nuestra sociedad de la desconfianza, con garantías adicionales fuera de todo lugar.

Por otro lado, existe algo profundamente peligroso para la democracia en la propuesta del Girardi. Detrás de este documento notarial parece esconderse la idea de que los espacios públicos reservados para el debate, el intercambio de ideas y la persuasión de los argumentos, carecen de sentido. El Congreso es, por excelencia, uno de esos espacios; pero la propuesta del senador lo convierte en un lugar donde únicamente se formaliza algo que ya se zanjó con anterioridad, lo convierte sólo en una urna. No existiría entonces la necesidad de confrontar puntos de vista, abiertos a la posibilidad de que nos hagan cambiar de opinión, cuando encontramos razones fuertes para ello.

En último lugar, el documento notarial tiene un valor aún más disminuido, dado que el senador olvida proponer como parte de su contenido otro de los temas centrales dentro de las demandas ciudadanas que la ex Presidenta Bachelet también ha intentado recoger: la transparencia en el uso de los recursos, el no aprovechamiento de las influencias, el respeto al mérito; en resumen, lo que se ha dado en llamar el fin de las reiteradas malas prácticas de algunos de nuestros representantes. Todas estas cosas parecen tener más que ver con lo que nuestros parlamentarios hacen fuera del Congreso, en especial cuando se acercan periodos electorales. No se ha visto a nadie indignado por el proceso de deliberación público previo a cualquier decisión legislativa.

La preocupación del senador, entonces, debiera estar más en que se mejore ahí donde —nuevamente el Tango— “vivimos revolcados en un merengue y en un mismo lodo, todos manoseaos…”

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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