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Lamento insistir… pero la desigualdad no es un problema

Teresa Marinovic
Por : Teresa Marinovic Licenciada en Filosofía.
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Ideas como las de redistribuir o de aumentar el sueldo mínimo no resuelven, por tanto, nada; justamente porque no apuntan a lo que es la raíz de las diferencias que hay en Chile, que tiene que ver con la educación. Porque ni la familia ni la escuela están contribuyendo a que el ciudadano tenga hábitos y competencias que le permitan salir adelante.


Hace algunos meses escribí una columna que titulé así: “Lamento decirlo, pero la desigualdad no es un problema”. Como era de esperar, esa columna fue interpretada por usted como una apología de mi insensibilidad social o una desvergonzada defensa de mi posición de privilegio.

Permítame, no obstante lo anterior, insistir: ni la desigualdad es un problema, ni la igualdad una solución. Y si algún sentido tiene hacer mediciones de ese tipo es única y exclusivamente por el carácter sintomático que esos índices (de igualdad y de desigualdad) puedan tener. Porque un país de iguales, como el que sueñan mis amigos comunistas, puede muy bien ser un país igual en la pobreza.

[cita]Ideas como las de redistribuir o de aumentar el sueldo mínimo no resuelven, por tanto, nada; justamente porque no apuntan a lo que es la raíz de las diferencias que hay en Chile, que tiene que ver con la educación. Porque ni la familia ni la escuela están contribuyendo a que el ciudadano tenga hábitos y competencias que le permitan salir adelante. [/cita]

No es posible, por tanto, elaborar políticas públicas serias para resolver la desigualdad, sin preguntarse antes si verdaderamente hay injusticia en el hecho de que, por ejemplo, el gerente de Correos de Chile gane millones de pesos, mientras el sueldo de sus empleados bordea los trescientos mil. Lo mismo ocurre si se compara lo que recibe Alexis Sánchez con lo que gana un jugador de segunda división… y hasta ahora no he oído a nadie sindicar esa diferencia como un problema.

El monto de la remuneración no responde, por lo general, a la mera arbitrariedad. Y muchas veces la desigualdad responde precisamente a una cuestión de justicia: porque no sería justo que quien tiene habilidades o conocimientos extraordinarios en un área, gane lo mismo que otro que realiza una función en la que puede ser reemplazado prácticamente por cualquiera. Ése sí que es un problema y, probablemente, la causa que explica en buena parte la razón de la desigualdad.

Ideas como las de redistribuir o de aumentar el sueldo mínimo no resuelven, por tanto, nada; justamente porque no apuntan a lo que es la raíz de las diferencias que hay en Chile, que tiene que ver con la educación. Porque ni la familia ni la escuela están contribuyendo a que el ciudadano tenga hábitos y competencias que le permitan salir adelante. Imponer la caridad por ley, expropiar a unos en beneficio de otros, fijar artificialmente el monto de los sueldos, no cambiará la cara de un país en el que la educación es algo así como un privilegio exclusivo, y donde la cultura del trabajo es reconocidamente deficiente.

Usted puede, por último, interpretar como estime conveniente el contenido de esta columna, pero yo no dejaré de insistir en que la desigualdad no es un problema.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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