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Por qué cuesta tanto pedir perdón

Ignacio Moya Arriagada
Por : Ignacio Moya Arriagada M.A. en filosofía, columnista, académico
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En última instancia, el acto de pedir perdón siempre implica un reconocimiento de la dignidad inherente que tiene el otro. La dictadura, y sus partidarios, siempre le negaron ese reconocimiento al otro. Y parece que lo siguen y seguirán negando.


A propósito del perdón público que hace poco emitiera el senador Hernán Larraín muchos nos estamos preguntando porqué ha costado tanto que todos aquellos que participaron activamente en la dictadura (y aquellos que fueron simpatizantes) pidan perdón por los crímenes cometidos contra millones de chilenos. A fin de cuentas, pedir perdón es reconocer un error. Entonces la pregunta es: ¿acaso no fue un error apoyar una dictadura que asesinó, torturó, desapareció y exilió a miles de chilenos? ¿Acaso no fue un error apoyar una dictadura que impuso miedo y terror en la vida de tantos? ¿Por qué cuesta tanto reconocer ese error y pedir el perdón correspondiente?

Me atrevo a afirmar que existen, a lo menos dos razones. Ambas, por cierto, relacionadas e interdependientes. La primera razón que propongo tiene relación con la gravedad y la profundidad de los cambios que se produjeron en Chile bajo la dictadura. Pinochet no sólo exterminó y aniquiló físicamente a miles de chilenos. Más allá del número de individuos que fueron físicamente violentados, Chile sufrió un cambio estructural que tuvo implicancias para las vidas espirituales de los chilenos. Se impuso una filosofía atomista, individualista, egoísta y competitiva. Se desmantelaron los lazos sociales y se destruyó el sentido de pertenencia y de comunidad. Se impusieron, a sangre y fuego, las AFP y las Isapres. Se debilitó el Estado, se privatizaron los servicios básicos, y se instaló la idea que el individualismo y el lucro son virtudes. Todos estos cambios fueron impuestos sobre los cuerpos de los detenidos desaparecidos y de los ejecutados. Todos estos cambios fueron impuestos sobre la base del miedo y el terror. Entonces, ¿qué legitimidad tiene un sistema económico, social y político que se construyó sobre la base del crimen?

Es por esto que, dado que el actual sistema social sólo se pudo instalar en Chile violando los derechos humanos, cualquier perdón que se haga por los crímenes cometidos implica también un perdón implícito por la instauración del actual sistema económico y político. En el fondo, los partidarios de la dictadura saben esto. Saben que pedir perdón por los crímenes cometidos también implica un reconocimiento de que el sistema económico y político no tiene legitimidad y que por lo tanto corresponde pedir perdón por este también. Por las AFP. Por las Isapres.

Por esto pedir perdón les cuesta mucho. Para los partidarios de la dictadura es más fácil pedir perdón por los “excesos” cometidos que pedir perdón por todo un sistema que montó para asesinar e imponer un nuevo orden social. Se podrán censurar los crímenes cometidos (que según ellos son siempre casos “aislados”), pero el sistema en sí no se puede tocar. Entonces prefieren guardar silencio y no pedir perdón. Así se cuida el sistema.

La segunda razón que propongo como explicación por la reticencia a disculparse públicamente tiene relación con el ethos que impera en Chile. Es cosa de salir a la calle para darse cuenta que en nuestro país pedir perdón es algo muy raro y poco común. ¿Cuándo fue la última vez que usted esperó que otro conductor le diera la pasada para cambiarse de pista? ¿Cuándo fue la última vez que usted pidió perdón cuando pasó a llevar a alguien en la cola del supermercado? ¿Cuándo fue la última vez que usted pidió que “por favor” le cambiaran la mercancía defectuosa que compró? Me atrevo a afirmar que en Chile se pide muy poco perdón en comparación con otros países más desarrollados.

Aquí se cree que, tal como ocurre con la candidata a la presidencia Evelyn Matthei, decir garabatos y tratar a periodistas de “voh” es señal de “carácter” (cuando en realidad es señal de falta de carácter y de inseguridad, por lo tanto, aquellos que voten por Matthei sepan que estarán votando por una candidata sin carácter y esencialmente insegura). En Chile los valores están tergiversados y Matthei, junto a todos aquellos que aplauden su proceder, son prueba de ello. La buena educación, tratar al otro con respeto y pedir perdón cuando corresponde son virtudes que en nuestro país escasean.

Es por estas dos razones que los partidarios de la dictadura difícilmente pedirán perdón. Por eso no sacamos nada con esperar que algún día la derecha (a través de, por ejemplo, sus dirigentes) pida perdón. Lo mejor es asumir que no lo harán y que la historia por lo tanto los juzgará no sólo como cómplices de crímenes sino como incapaces de reconocer el error moral que fue apoyar la dictadura. En última instancia, el acto de pedir perdón siempre implica un reconocimiento de la dignidad inherente que tiene el otro. La dictadura, y sus partidarios, siempre le negaron ese reconocimiento al otro. Y parece que lo siguen y seguirán negando. Por lo tanto, si ellos son capaces de dormir tranquilos en la noche, allá ellos.

(*) Texto publicado en El Quinto Poder y Cambio 21

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