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El binominal vivito y coleando Opinión

El binominal vivito y coleando

Claudio Fuentes S.
Por : Claudio Fuentes S. Profesor Escuela Ciencia Política, Universidad Diego Portales. Investigador asociado del Centro de Estudios Interculturales e Indígenas (CIIR)
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Dado que el nuevo sistema electoral se implementaría por primera vez en 2017, las transformaciones reales solo se consolidarían hacía la elección de 2021. Aunque la reforma al binominal apunta en la dirección correcta, se requiere debatir si resulta conveniente mantener la estructura del binominal para la selección de un alto número de senadores; observar si esta reforma permitiría una competencia más equitativa; y evaluar el potencial impacto de la reforma en la eficacia y estabilidad de un gobierno. Y es precisamente en estos tres ámbitos que la propuesta es deficitaria.


La propuesta recientemente aprobada en la Comisión de Constitución del Senado sugiere aumentar el número de diputados de 120 a 134. Para esa cámara se disminuiría el número de distritos de 60 a 31 pudiéndose elegir 2, 4 y 6 diputados, dependiendo del distrito redefinido. Para la Cámara Alta, en tanto, se propone aumentar el número total de senadores de 38 a 44, reduciendo el número de circunscripciones de 19 a 15. En este caso, mientras en diez circunscripciones se mantendría la selección de 2 senadores; en cuatro de ellas se seleccionarían 4 senadores; y en una circunscripción (de la Región Metropolitana), se elegirían 8 senadores.

El presidente de la Comisión de Constitución, senador Patricio Walker, ha declarado que esta reforma implicaría el fin del sistema binominal, dado que un gran porcentaje de electores tendría la opción de escoger candidaturas de un abanico más amplio de alternativas. El senador sostuvo que: “El 75 % de los electores elegirá a senadores sin binominal, y 95 % de los electores elegirá diputados sin binominal».

A primera vista, la reforma promete cambios que darían la razón a quienes sostienen que aumentar el número de escaños conlleva a mayor competencia y representación. Aquello parece hacerse evidente en la Cámara Baja, dado que al aumentar el número de escaños a repartir por cada distrito se aumenta significativamente el nivel de competencia. Mientras que actualmente en la práctica solamente un desafiante puede competir contra cada diputado titular, la reforma permitirá que puedan competir hasta 7. Además mejoraría la tasa de representatividad. Mientras que actualmente un diputado representa en promedio a más de 250 mil electores, la reforma los circunscribirá a un representante por cada 100 mil.

[cita]Tomando en cuenta los cambios (en la cámara) y continuidades (en el senado) del binominal, la reforma electoral pierde potencia. Si bien incentiva la entrada de partidos pequeños en la cámara, incentiva la permanencia de partidos viejos en el senado. Por lo tanto, aunque pueden haber cambios en el balance de poder entre diputados, no pueden haber cambios en el balance de poder entre senadores. Las nuevas mayorías que se puedan formar en la cámara baja serán rápidamente anuladas con las viejas mayorías que se seguirán formando en el senado. [/cita]

El panorama cambia, sin embargo, al observar la propuesta de reforma del Senado. Además de añadir una circunscripción con 2 senadores al mapa actual (en la Región de Arica y Parinacota), solo se fusionan circunscripciones que ya existen. Si bien permite un leve aumento al nivel de competencia en algunas regiones (al aumentar el número de candidatos que pueden desafiar al titular en las circunscripciones que eligen más de 2 senadores), no mejora la tasa de representación. La fusión de circunscripciones sencillamente traspasa la mala representación del sistema binominal al nuevo sistema.

Como en diez circunscripciones (o regiones) se mantendría el binominal intacto, esto significaría que en 20 cupos (45,4 % de los escaños) la perversa lógica de falta de representación y competitividad se haría patente. Tiene razón el senador Walker cuando señala que el 75 % de los electores tendrá más opciones donde elegir. Pero también debiese reconocerse que de aprobarse esta propuesta, en 10 de las 15 regiones o en el 45 % de asientos se mantendría el binominal. Asimismo, al mantener el método de cifra repartidora d’Hondt, utilizado por el binominal para todas las circunscripciones, la traducción de votos en escaños seguirá favoreciendo a las dos primeras mayorías por sobre el resto de las listas.

Tomando en cuenta los cambios (en la cámara) y continuidades (en el senado) del binominal, la reforma electoral pierde potencia. Si bien incentiva la entrada de partidos pequeños en la cámara, incentiva la permanencia de partidos viejos en el senado. Por lo tanto, aunque pueden haber cambios en el balance de poder entre diputados, no pueden haber cambios en el balance de poder entre senadores. Las nuevas mayorías que se puedan formar en la cámara baja serán rápidamente anuladas con las viejas mayorías que se seguirán formando en el senado. A la larga, esto significará que aunque una coalición alcance la mayoría de los votos en ambas cámaras, se dará el frecuente caso que sus proyectos que pasen rápidamente por la cámara sean fácilmente rechazados en el senado.

El binominal es sólo uno de tres enclaves (junto a los quórums supra mayoritarios y el rol del Tribunal Constitucional) que son imperativos cambiar para maximizar la calidad de la democracia. Aunque la reforma electoral prospere, no significa que vendrán grandes cambios. Se requiere, por tanto, pensar esta reforma incorporando las otras dimensiones que dificultan la competencia electoral: acceso desigual a financiamiento electoral y brechas de género entre las más importantes.

Aún si la reforma es aprobada, los cambios caerán en cuentagotas. Dado que el nuevo sistema electoral se implementaría por primera vez en 2017, las transformaciones reales se consolidarían finalmente hacia la elección de 2021. Aunque la reforma al binominal apunta en la dirección correcta, se requiere debatir si resulta conveniente mantener la estructura del binominal para la selección de un alto número de senadores; observar si esta reforma permitiría una competencia más equitativa; y evaluar el potencial impacto de la reforma en la eficacia y estabilidad de un gobierno. Y es precisamente en estos tres ámbitos que la propuesta es deficitaria.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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