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El Gobierno Regional y la mano visible de la ciudadanía

Jaime Fuentealba
Por : Jaime Fuentealba Consejero Regional Metropolitano
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Los proyectos como el Tren Express a Rancagua, no pueden ser calculados solo a su tasa de retorno financiero, o a un número y velocidad de personas transportadas. Debe también tener como fundamento una tasa de retorno de bienestar respecto de los territorios que usan o invaden. Hay ahí una dignidad de la gente y sus comunidades que se debe respetar, y que es el retorno cultural y simbólico más importante que tiene el progreso cuando es de todos y no solo de algunos.


Las elecciones directas de Consejeros Regionales del próximo 17 de noviembre permitirá a aquellos que ya hemos ejercido el cargo- y nos postulamos a la reelección, terminar esa especie de anonimato a que estábamos sujetos ante la ciudadanía. Esta visibilidad electoral es altamente conveniente no solo por razones de transparencia gubernamental, sino por la responsabilidad que le cabe a los consejeros en la planificación y asignación de los recursos financieros de las regiones, competencias que deben ser ejercidas con pleno conocimiento y control por parte de la ciudadanía.

La significación que esto tiene para la Región Metropolitana en su conjunto está fuera de dudas. Por circunstancias que no es del caso debatir aquí, el peso específico de las decisiones de gobierno metropolitano a implementar en el territorio siempre ha tenido una enorme proyección, práctica o simbólica, en la vida nacional. Siempre trascienden, de una u otra manera, como un vector de ordenamiento político global en el país. Por ello era necesario  terminar con el absurdo de mantener  la labor de los consejeros como una representación de un conjunto de comunas  y, en muchos aspectos, las competencias de los consejeros, en ámbitos de mera discrecionalidad, apartados del control ciudadano, lo que ahora con la elección directa deberá cambiar.

Para graficar parte de lo anterior podemos remitirnos a  la situación creada en la zona sur con el apresurado proyecto “Tren Express a Rancagua” elaborado por el Ministerio de Transporte. Este generó polémica y rechazo en los vecinos y autoridades comunales de las comunas de Lo Espejo, Pedro Aguirre Cerda y San Bernardo. Sus habitantes han realizado reuniones, asambleas y manifestaciones con participación  de expertos  en transporte, medio ambiente y abogados municipales para debatir no solo la viabilidad del proyecto sino su sustentabilidad y beneficios y riesgos para la comunidad. En ellas se cuestionó la idea de aumentar las frecuencias y velocidad del tren al sur en la forma definida por el proyecto. Los vecinos de la zona, sus dirigentes  y los expertos señalan que la frecuencia y velocidad del diseño son perjudiciales para la seguridad y la salud, pues afectan directamente la calidad de vida de  las comunidades que viven a lo largo  y en las cercanías de la vía férrea.

Escuchar a la población vecina de la vía férrea permite ver y perfilar de manera más nítida los problemas, entre ellos la segregación que genera una intervención que irracionalmente divida físicamente a la población, condenando todo parte de su territorio al aislamiento. La cooperación y la solidaridad son normas esenciales de convivencia y bienestar en estas comunas, las que dependen de soluciones colectivas y de espacios públicos articuladores, a diferencia del ensimismamiento que caracteriza a comunas elitistas.

Yo he trabajado por años en esas comunas y conozco perfectamente la fuerza y profundidad del entramado social construido durante años como un modo de convivencia vecinal, el cual se vería roto con la construcción de  nuevas fronteras,  murallas o bloqueos destinados a asegurar solamente velocidad, pero que en los territorios estimulan la aparición de ghettos, el  desarrollo de la violencia delictual y la desvalorización de la propiedad.

A instancias de los vecinos de la zona y como Consejero Regional participé de múltiples reuniones, y gestioné la exposición de sus representantes ante el Gobierno Regional Metropolitano. Desde siempre me pareció que más que un problema comunal el tema era un asunto de la Región, y que el  tren exprés más que ayudar al progreso genera un conflicto y que el proyecto no considera  los daños a los vecinos.

Ello ocurre porque se ha instalado la idea de  que el progreso  -lo que es relativo como muestra este caso y muchos otros- obliga al sacrificio de unos pocos. Esa idea de progreso – hecha de la paradoja de que la felicidad de unos depende de la miseria y la infelicidad de los otros- estaba bien para el nivel de consciencia del siglo diecinueve y no para una sociedad de iguales en derechos como debe ser nuestra democracia.

Los proyectos como el Tren Express a Rancagua, no pueden ser calculados solo a su tasa de retorno financiero, o a un número y velocidad de personas transportadas. Debe también tener como fundamento una tasa de retorno de bienestar respecto de los territorios que usan o invaden. Hay ahí una dignidad de la gente y sus comunidades que se debe respetar, y que es el retorno cultural y simbólico más importante que tiene el progreso cuando es de todos y no solo de algunos.

Ahí está el nudo valórico que debe orientar un verdadero Gobierno Regional, cuya generación finalmente está hoy en manos de la gente.

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