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Hacia la mentalidad del fracaso

Eduardo Gomien
Por : Eduardo Gomien Asistente de investigación de Fundación para el Progreso y estudiante de Ingeniería Comercial de la U. de los Andes.
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Parte de este cambio cultural, es ver que el fracaso no es algo malo ni definitivo, sino una fuente valiosísima de experiencia que nos ayudará a no repetir los mismos errores. La académica norteamericana Lisa Amos, revisó los patrones de fracaso de los empresarios en su país, y llegó a la conclusión de que en Estados Unidos un emprendedor promedio fracasa en 3,8 negocios antes de realizar el exitoso. Por eso, no podemos cerrar la puerta a quien cae una vez impidiéndole intentar nuevamente.


Un error bastante difundido en nuestra cultura es creer que el éxito y el fracaso son caminos distintos, que corren por rutas separadas, y que, o bien se entra en el primero, o se cae en el segundo.

Sin embargo, quienes han alcanzado algún grado de éxito saben que ambos caminos no solo están conectados, sino también que es necesario conocer y aprender de la adversidad para avanzar hacia el éxito.

En este sentido, nuestra actual ley de quiebras funciona en evidente contrasentido con la realidad, pues genera procesos lentos, complejos y de escasos resultados que terminan por asegurar que miles de chilenos que sufren un tropiezo, no puedan reemprender, ya que conseguir credibilidad y financiamiento para un nuevo proyecto es tarea imposible.

[cita] Parte de este cambio cultural, es ver que el fracaso no es algo malo ni definitivo, sino una fuente valiosísima de experiencia que nos ayudará a no repetir los mismos errores. La académica norteamericana Lisa Amos, revisó los patrones de fracaso de los empresarios en su país, y llegó a la conclusión de que en Estados Unidos un emprendedor promedio fracasa en 3,8 negocios antes de realizar el exitoso. Por eso, no podemos cerrar la puerta a quien cae una vez impidiéndole intentar nuevamente. [/cita]

Esto nos debe doler especialmente cuando, según el Servicio de Impuestos Internos, 15 mil emprendimientos han dejado de desarrollarse a causa de las deficiencias del proceso de quiebra actual. Cifra lamentable, pero esperable, pues de acuerdo a la OCDE mientras en los países miembros de la organización un emprendedor demora 1,7 años en resolver su insolvencia, en Chile se tardan 4,5 años.

Actualmente, está siendo tramitada en el Congreso una iniciativa que apunta a solucionar gran parte de los problemas. Pero no basta con cambios legales si éstos no vienen acompañados de un cambio de mentalidad. Porque lo que debemos entender es que el emprendimiento es un proceso continuo, y el fracaso forma parte integral de éste. La quiebra es el término de una empresa, pero no del emprendedor, y como sociedad no podemos romper ese espíritu imponiendo el estigma social de que quien ha quebrado ha fracasado para siempre

Parte de este cambio cultural, es ver que el fracaso no es algo malo ni definitivo, sino una fuente valiosísima de experiencia que nos ayudará a no repetir los mismos errores. La académica norteamericana Lisa Amos, revisó los patrones de fracaso de los empresarios en su país, y llegó a la conclusión de que en Estados Unidos un emprendedor promedio fracasa en 3,8 negocios antes de realizar el exitoso. Por eso, no podemos cerrar la puerta a quien cae una vez impidiéndole intentar nuevamente.

Hacer este cambio en la legislación y en nuestra mentalidad no solo nos permitirá abrir oportunidades al espíritu emprendedor de miles de chilenos, sino también, nos transformará en una sociedad dinámica e innovadora, donde toda esa capacidad “busquilla” esté al servicio de solucionar nuestros problemas más apremiantes.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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