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El Club de la Unión y la legitimidad de la nueva Constitución Opinión

El Club de la Unión y la legitimidad de la nueva Constitución

Felipe Agüero Piwonka
Por : Felipe Agüero Piwonka Doctor en Ciencia Política
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Otro argumento que se escucha para preferir un camino más restrictivo, y explícitamente para oponerse a una asamblea constituyente, es el de que hay que privilegiar la predictibilidad y la estabilidad. Esto es problemático y además equivocado. Si participa sólo un grupo reducido de personas, evidentemente habrá mayor control sobre los contenidos, pero eso no necesariamente está asociado a una mayor estabilidad, precisamente porque el contexto desde el que se clama la necesidad de una nueva constitución es el de una fuerte demanda de participación.


Desde que la necesidad de una nueva Constitución está establecida entre amplios sectores, empieza ahora a perfilarse con cierta claridad la emergencia de dos vertientes. Una es la que manifiesta la preferencia porque el proceso se encamine por medio de reducidos y selectos grupos que serían los encargados de definir los principales contenidos de la propuesta de nueva constitución. La otra vertiente, en cambio, propone un proceso amplio y participativo, que dé entrada a todos los sectores del espectro político y toda la diversidad de la sociedad civil.

La expresión ideal de la primera vertiente es una pequeña comisión constitucional que presenta un proyecto al Congreso, que finalmente resuelve. Eventualmente el resultado sería llevado a referendo popular. La expresión ideal de la segunda es una asamblea constituyente, cuyos mecanismos de establecimiento y selección estarían por definirse, pero que afirma el principio de una amplia participación, y el carácter abierto de los contenidos, sujetos a las preferencias del constituyente.

La primera vertiente ha comenzado a manifestar su estilo. Un grupo de constitucionalistas en la Nueva Mayoría, al parecer (según filtraciones en la prensa) han propuesto un camino para acceder a una nueva Constitución y también sus contenidos básicos. Estos ya comienzan a discutirse, en algunos grupos también pequeños y cerrados, y con acceso privilegiado, como la presentación que hace unos días uno de esos constitucionalistas habría hecho al llamado ‘grupo de los cardenales’ en el Club de la Unión.

[cita]Un grupo de constitucionalistas en la Nueva Mayoría, al parecer (según filtraciones en la prensa) han propuesto un camino para acceder a una nueva constitución y también sus contenidos básicos. Estos ya comienzan a discutirse, en algunos grupos también pequeños y cerrados, y con acceso privilegiado, como la presentación que hace unos días uno de esos constitucionalistas habría hecho al llamado ‘grupo de los cardenales’ en el Club de la Unión.[/cita]

Varias ideas, supuestos o argumentos parecen subyacer a esta vertiente. Uno es el de que debe seguirse un camino institucional. Pero esta idea no significa mucho en verdad, porque todo camino hacia una nueva Constitución es institucional, salvo en el caso de un evidente quiebre de todas las instituciones. De hecho, la actual Constitución de Chile es resultado de un camino no institucional, aprobada sólo por los cuatro máximos jefes militares y luego sometida a un plebiscito fraudulento. Pero en el contexto actual, aún las vías más participativas tendrían que pasar por un momento en que las instituciones facilitan el camino, por ejemplo, a una asamblea constituyente. Así ocurrió en España, en que la autodisolución de las Cortes Franquistas abrió paso a la elección de unas cortes constituyentes, o en Brasil, donde el Congreso elegido después de los gobiernos militares se autoproclamó constituyente. Y también en Colombia, en que las instituciones abrieron el camino a una asamblea constituyente.

El argumento de que debe preferirse un camino institucional es también el de los que promueven la asamblea constituyente, y no sirve, por lo tanto, para invalidarla.

Otro argumento que se escucha para preferir un camino más restrictivo, y explícitamente para oponerse a una asamblea constituyente, es el de que hay que privilegiar la predictibilidad y la estabilidad. Esto es problemático y además equivocado. Si participa sólo un grupo reducido de personas, evidentemente habrá mayor control sobre los contenidos, pero eso no necesariamente está asociado a una mayor estabilidad, precisamente porque el contexto desde el que se clama la necesidad de una nueva Constitución es el de una fuerte demanda de participación.

Desde el movimiento de los estudiantes en adelante, desde la conciencia generalizada de los abusos, de la letra chica, de decisiones tomadas entre cuatro paredes, que ya no es posible ignorar esa demanda. La idea de que Chile se encuentra en un nuevo ciclo no se refiere sólo a la necesidad de cambios profundos en las orientaciones de política, sino también a la forma de debatirlos, diseñarlos e implementarlos. Una constitución verdaderamente de todos será mucho más estable o duradera que una que, aunque mejore los contenidos, sea el resultado sólo de un grupo reducido de notables.

La vertiente más restrictiva termina llevando más a reformas a la constitución que a una nueva constitución. Quiere mantener el control para, por ejemplo, apresurarse a una reforma limitada del binominal para apaciguar la demanda por una asamblea constituyente. En el temor a la pérdida de control, alimentado por años de comodidad y apoltronamiento en el binominal, hay un profundo temor a los nuevos participantes. Por eso se tiende a forzar la identificación de asamblea constituyente con desorden, con griterío y, además, erróneamente con bolivarianismo. Se desconoce así que en una asamblea constituyente estarían todos los sectores, incluso los que se oponen a ella, la UDI, los pinochetistas, todos. Pero se pasaría a una constitución de una mayoría, que puede desarrollar consensos, pero ya no sería más la constitución de una minoría con derecho a veto.

Chile se debe a sí mismo una Constitución de todos. La vertiente restrictiva no es consistente con el diagnóstico de un nuevo ciclo para Chile, con el que propicia un Chile de todos, en el que todos se sienten expresados en la constitución y participan en la definición de sus orientaciones, aun si sus contenidos se apoyan en la contribución de grupos y comisiones de expertos. Una Constitución de la que se participa y no, como dijo un alcalde de origen mapuche en un reciente evento en la Universidad Diego Portales, de la que uno termina enterándose por los diarios.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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