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El avestruz chuteador

Gabriel Gaspar
Por : Gabriel Gaspar Cientista político, exembajador de Chile en Cuba y ex subsecretario de Defensa
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La hipótesis es que, para la actual administración, la demanda de La Haya fue siempre un asunto incómodo, porque colocaba un tema prioritario para nuestra política exterior que difería del afán económico-comercial que predomina en la actual óptica gubernamental.


La postergación “sin comunicación oficial” del fallo de La Haya ya es un hecho. Estamos en octubre y lo que se esperaba para julio ya no fue. Los cancilleres en Lima y en Santiago comentan (casi coordinadamente) que no han recibido comunicación alguna. Tienen razón, pero no aclaran que el Tribunal no tiene por qué comunicar una eventual postergación del fallo, su única obligación es anunciar con unos días de antelación cuándo se hará pública su sentencia

El Gobierno “pasó agosto” con el tema y, al parecer, también pasará piola en lo que le queda de mandato. Si el fallo es en enero, ello ayudaría a la administración actual por dos motivos:

En primer lugar, porque en enero ya Chile tendría un nuevo Gobierno electo, entonces la administración saliente “compartiría los gastos”. Eso no sería todo. Cualquiera de las partes puede pedir a la Corte un recurso de aclaración, cuyo trámite demora unos tres meses, con lo cual, de hecho, el tema del fallo quedaría para el próximo Gobierno.

Cabe preguntarse por la hipótesis del afán postergacionista del Gobierno en este tema. Ojo, no se dice de la diplomacia chilena, porque esta estrategia tiene raíces más en La Moneda que en el Carrera. La diplomacia de carrera no ha sido involucrada en el diseño y manejo de esta problemática.

[cita]Como los intereses del Estado son permanentes y obviamente el mundo no se termina en marzo de 2014, el ideal es retomar una diplomacia de Estado, en la cual el principio es que se gobierna pensando en las futuras generaciones y no en las próximas elecciones.[/cita]

La hipótesis es que, para la actual administración, la demanda de La Haya fue siempre un asunto incómodo, porque colocaba un tema prioritario para nuestra política exterior que difería del afán económico-comercial que predomina en la actual óptica gubernamental. Cuentan asistentes a las primeras reuniones de las nuevas autoridades el 2010, que preguntaban para cuándo sería el fallo. Al señalárseles que para mediados de 2013, la pregunta siguiente era si se podía postergar.

Todos sabemos lo que pasó. De la reacción firme ante la demanda pasamos a bajarle el perfil, a aceptar la propuesta limeña de manejar la relación “por cuerdas separadas”. Había que dejar “a La Haya lo que es de La Haya”, como lo afirmó el propio Presidente en su visita a Lima. Lo importante, al parecer, era el auspicioso clima de inversiones en ambos países. Lo más bochornoso: Chile condecoró al mandatario peruano que nos demandó.

De esta manera asumimos una estrategia de avestruz, hundir la cabeza pensando que con ello la realidad desaparece. No estaríamos en presencia de un reto a nuestra soberanía; al contrario, viviríamos “el mejor momento de nuestras relaciones”.  No sería necesario reforzar nuestro alegato jurídico con maniobras políticas y diplomáticas, lo importante era dejar al mercado perfeccionar las relaciones bilaterales. No estaban en juego temas vitales del Estado, sino que se trataba de un asunto “estrictamente jurídico”.

La propia postergación de la sentencia revela que el tema excede con creces el ámbito jurídico. Y al respecto las dudas surgen por el motivo de la postergación. Este sería el proceso electoral chileno. Curioso, la fecha de nuestras elecciones se conocían desde inicios del juicio. Sólo el temor a que el fallo pueda incidir “negativamente” para alguien puede explicar el silencio ante tanta postergación. La otra duda que surge es si, además de la estrategia de esconderse de la realidad, lo que se intenta es postergarla. Coloquialmente, en Chile le decimos a esa conducta “chutear pa’ delante los problemas”.

El balance de nuestras relaciones en el barrio muestra un pobre resultado: dos países nos han demandado ante la Corte; con Argentina se mantienen las formas, pero es claro que el afecto escasea, la distancia de Brasil es notoria y qué decir con Venezuela. Llama en especial la atención el retroceso en nuestras relaciones con Ecuador. En este cuadro sólo con Colombia mantenemos una estrecha y cercana relación, con periódicas consultas.

Como los intereses del Estado son permanentes y obviamente el mundo no se termina en marzo de 2014, el ideal es retomar una diplomacia de Estado, en la cual el principio es que se gobierna pensando en las futuras generaciones y no en las próximas elecciones.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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