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Ministro Mañalich, no es un problema de recursos, sino de ética y dignidad humana

Alberto Larraín
Por : Alberto Larraín Doctorando Salud Pública
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Señor Ministro, probablemente cuando termine su periodo, usted volverá a su clínica a los pies de San Carlos de Apoquindo o entrará a algún directorio importante como lo han hecho otros, nos denostará por no entender la eficiencia, ni el cómo hacer bien las cosas, pero nosotros, colega, seguiremos acá esperando que alguien entienda que las colas, las esperas, los remedios, la falta de especialistas, son problemas urgentes y no sólo una política pública o de la organización del Estado como dijo usted ayer.


Ayer escuché con detención la interpelación que le hicieran en la Cámara de Diputados. Lo primero que tengo que decirle, es mi impresión personal, y es su falta de urgencia para tratar el tema, cualquiera diría que estábamos discutiendo los problemas de una ferretería o una librería.

Señor Ministro, si me permite, acá no estamos hablando sólo de recursos, ni de cupos, ni muchísimo menos de balances, estamos hablando de lo que permite vivir, o el cómo vivir a muchas personas. Pero si lo que le importa es que la discusión se dé en esos términos, al menos debiera considerar algunas cosas.

El gasto público de salud es el 3,5% del presupuesto nacional, pero debiera ser al menos de un 6%, según recomienda la Organización Mundial de la Salud. Pese a que en Chile sólo el 19% tiene ISAPRE, el sistema privado de salud recauda el 56% de las cotizaciones, con las cuales lucra, llegando a $80.000 millones las ganancias el 2012, sin poder si quiera cambiar el hecho de la discriminación contra las mujeres, los más viejos y las preexistencias que siguen siendo castigados por sus planes. ¿En qué quedó la comisión presidencial para modificarlo? Creo que en nada. Chile tiene un médico por cada 550 habitantes, cifra similar a países desarrollados pero el sistema público tiene sólo un tercio de las horas médicas totales del país para atender a cerca del 80 % de la población. El resto está en el sector privado, al igual que usted lo estuvo señor Ministro. ¿Cómo pudo decir ayer señor ministro que los funcionarios del sector público ganan más que los del sector privado? ¿Cómo habla sólo de gestión y eficiencia, si el pago por las prestaciones del FONASA a los hospitales públicos no alcanza a cubrir su costo real, cubre menos de la mitad de los costos y hoy, en su gestión, la deuda hospitalaria sigue creciendo, superando los 105.000 millones? Está demostrado que los hospitales públicos son eficientes, pero cualquiera sabe que no se pueden hacer milagros. ¿No le inquieta señor Ministro, que Chile sea el segundo país de la OCDE, ese club del que usted y otros se sienten tan felices de pertenecer, con más gasto de bolsillo en salud, es decir de lo que los chilenos necesitan mes a mes de salud deben requerir pagar al menos 34%? ¿Cómo medirá el país su gestión si sólo el 2013, se calcula que la compra de servicios a clínicas y prestadores privados ha sido de más de 1.100 millones de dólares? A ellos sí se les paga al precio que cuestan las cosas, hasta cinco veces lo que pagan en el sistema público. ¿Cómo hemos de evaluar señor Ministro el hecho de que en Chile teniendo el mayor número de farmacias de América Latina haya comunas como Lo Espejo donde no hay ninguna? ¿Por qué Ministro no ha propiciado farmacias estatales para los lugares en que el mercado no llega? En lo que a mi evaluación respecta, su gestión administrativamente reprueba.

Ahora, déjeme llevar la discusión a la esfera de lo que a mí sí me preocupa. Es la esfera ética y de la dignidad humana. Chile es el segundo país del mundo con mayor tasa de suicidio adolescente. ¿Sabe lo que es vivir con la constante tensión interna de no tener las horas para ver a alguien que lo requiere y tampoco poder hospitalizarlo? No lo escuché decir ayer tampoco Ministro, que sólo en Santiago faltan 12 hospitales, y que por ello hospitales como el Sótero del Río atienden a más de un millón de personas o que el Fricke atiende a seiscientas mil personas. ¿Cree que a ellos no les gustaría poder garantizar la calidad a quienes atienden? ¿Ha hospitalizado alguna vez señor Ministro a alguien en una silla? Yo tengo colegas que sí lo han hecho, que se tienen que batir entre atenderlos en la indignidad o dejarlos seguir esperando a que se desocupe una cama, con un claro riesgo para ellos. Ni usted ni yo señor Ministro nos levantamos a las cinco de la mañana para conseguir la hora para que atiendan a nuestros hijos. ¿Sabía que hay lugares donde una madre puede sacar sólo una hora por día, así que si tiene dos hijos enfermos tendrá que madrugar dos días por el número? La diferencia señor Ministro, es que yo cada día veo que el sistema está más en crisis, que a quienes atendemos no podemos asegurarle el trato digno que deben recibir, y que la situación es urgente. Desde mi punto de vista, acá es donde su gestión es más deficitaria. No logra dimensionar que estamos hablando de decisiones y temas que atañen a la dignidad de otros y sus familias, ¿o no han sido claros los habitantes de Quellón, Casablanca, Calama, Aysén, Til-Til?

Señor Ministro, probablemente cuando termine su periodo, usted volverá a su clínica a los pies de San Carlos de Apoquindo o entrará a algún directorio importante como lo han hecho otros, nos denostará por no entender la eficiencia, ni el cómo hacer bien las cosas, pero nosotros, colega, seguiremos acá esperando que alguien entienda que las colas, las esperas, los remedios, la falta de especialistas, son problemas urgentes y no sólo una política pública o de la organización del Estado como dijo usted ayer.

(*) Texto publicado en El Quinto Poder.cl

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