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La petite mort


No es novedad que decir palabras como “pene” o “clítoris” se convierta en una situación sumamente embarazosa, incluso en la intimidad. Sin ir más lejos, solo basta con preguntar a la persona que tengamos más cerca qué entiende por masturbación o sexo para que todo se enmarañe y la persona interrogada se sienta avergonzada, mostrando  un desconocimiento hasta intencionado sobre lo que se le ha preguntado.  Y querámoslo o no, hoy en día este fenómeno persiste en gran parte de la población chilena, puesto que de sexo se habla poco, o sencillamente nada, porque es visto como un tabú. Sin embargo, la vergüenza —amparada en miedos, mitos y falsas creencias— que produce hablar sobre un aspecto central del ser humano como es la sexualidad, poco a poco tiende a menguar, pues el acto sexual es universal y el placer que conlleva no discrimina raza, orientación sexual, credo o condición social.

Vivimos en una sociedad en donde interesa de sobre manera la distinción entre proletariado y burguesía, producir para el mercado, la competitividad y la empresa como único fin de los seres humanos. Y así transcurren nuestras vidas, en un país controlado por familias —que no superan en número los dedos de las manos— que tienen el control monopólico y para las que, a fin de cuentas,  debemos trabajar.  Es justamente en ese tránsito insulso y monótono, cuando olvidamos muchas veces, que tenemos una vida afectiva y sexual.

La OMS, en los “Estándares de Educación Sexual para Europa” durante una conferencia (2002), define a la Salud Sexual como “un estado de bienestar físico, emocional, mental y social con relación a la sexualidad; no es la mera ausencia de enfermedad, disfunción o incapacidad. La salud sexual necesita un acercamiento positivo y respetuoso a la sexualidad y a las relaciones sexuales, así como, la posibilidad de obtener experiencias placenteras y seguras, libre de coacción, discriminación y violencia. La salud sexual debe defender, proteger, mantener y respetar los derechos sexuales de todas las personas”.

De acuerdo a lo señalado también por la OMS, no es frívolo o desatinado hablar de sexo. Ser reaccionario, impidiendo que los jóvenes se masturben o avalando procedimientos como la ablación del clítoris en las niñas para que en el futuro no sientan placer durante el acto sexual son, en definitiva, prácticas que rayan en lo absurdo y que no resisten un análisis.

Nuestros pueblos originarios tampoco eran indiferentes a su sexualidad. Así pues, Nancy Arancibia y Cecilia Yáñez explican que Kurretu es el nombre que usa un mapuche para llamar al acto sexual o coito y significa “toda aquella acción circular y recíproca que se hace con la kure o esposa”. La sexualidad era para esta etnia una parte de su cosmovisión, un acto trascendente, el contacto con la divinidad.

De igual forma que nuestros pueblos originarios —antes de la llegada de los españoles—, debemos vivir plenamente nuestra sexualidad y, por lo mismo, sabemos en la actualidad que la imaginación, la compenetración con la pareja y la ruptura de tabúes, son algunos de los secretos para alcanzar el placer. Pues bien, ¿qué cambios se producen en nuestro cuerpo para alcanzar el orgasmo?

En la respuesta sexual humana se han distinguido normalmente cuatro fases: excitación, meseta, orgasmo y resolución.  Cuando comienza la excitación, el cerebro, estimulado, envía sangre a los genitales. Además, la frecuencia cardiaca y respiratoria aumenta y el sistema nervioso manda signos de satisfacción al cerebro. La confluencia de todos esos signos, cada vez más numerosos, dará lugar al orgasmo.

Un orgasmo dura aproximadamente entre 5 y 12 segundos, durante los cuales los órganos sexuales se encuentran irrigados en abundancia. Así, cuando un hombre tiene un orgasmo, experimenta las contracciones del esfínter anal, la glándula prostática y los músculos del pene. En conjunto con la eyaculación —liberación del líquido espermático— todo el proceso supone entre 3 y 10 segundos de intensa fruición. A todo ello sucede el período refractario, en el que es imposible alcanzar otro orgasmo. Una mujer, por su parte, experimenta las contracciones de la vagina, el útero, los músculos pélvicos y el ano. No conoce el período refractario, por lo que puede experimentar varios orgasmos consecutivos. En ambos sexos, aumenta la presión sanguínea y las pupilas se dilatan.

Ahora bien, ¿cómo podemos explicar todos estos cambios durante el orgasmo? El placer sexual y el orgasmo son algo más que una cuestión endocrina y dependen de diferentes influencias sobre el cerebro y el sistema nervioso. Ambos influjos controlan tanto la secreción hormonal como los órganos sexuales. De ahí que los neurocientíficos siguieran el viaje de la excitación desde las zonas erógenas corporales hasta el cerebro.

El cerebro es el que tiene el control (o la falta de éste) durante el orgasmo. Mediante un escáner los científicos han podido observar la actividad cerebral en casi 30 regiones descritas. De esta manera, sabemos que en el llamado núcleo accumbens se libera la dopamina, ligada a la sensación de placer y bienestar. La oxitocina se libera, por su parte, en la neurohipófisis, y refuerza la unión con la pareja.

Gracias a una Tomografía de Emisión de Positrones, se ha revelado que la actividad cerebral durante el orgasmo es muy similar en hombres y mujeres. En ambos sexos, la corteza orbitofrontal lateral se apaga. Se trata de la zona de la autoevaluación, la razón y el control, y su anulación mitiga el miedo y la ansiedad. Además, la relajación de la amígdala y el hipocampo reduce la emoción en las mujeres y la agresividad en los hombres.

Muchas áreas del cerebro de la mujer están completamente apagadas durante el orgasmo, más que en los hombres, lo cual podría explicar la diferencia de la duración de la intensidad del placer. En las mujeres se activa también lo que en inglés se llama PAG, la sustancia gris periacueductal, que estimula la respuesta de lucha o huida. De igual modo se estimula el córtex, relacionado con el dolor, lo que sugiere una conexión entre ésta y el placer.

Como hemos visto, el clímax sexual comprende la activación de ciertas zonas en el cerebro, mientras otras cesan su actividad. Pero más allá de la explicación científica, es bueno recordar los beneficios que tiene el orgasmo para nuestra salud.

La investigadora Carol R. Ellison, menciona que los problemas para conciliar el sueño, las molestias en relación con la menstruación e incluso las migrañas quedan mitigados con el clímax sexual.  Por otro lado, tener sexo una o dos veces por semana constituye una excelente  protección contra los resfriados en la opinión de Carl J. Charnetski y Francis X. Brennan.  Los investigadores suponen que, mediante la neutralización de los microorganismos invasores procedentes de la pareja, el cuerpo elabora mayor cantidad de células defensivas, las cuales a su vez protegen de los resfriados y de las infecciones gripales.

Para la psicóloga dominicana Ana Luna, el orgasmo es una parte esencial de una personalidad sana. Aclara que cuando no tenemos un orgasmo, toda la energía se queda estancada, y con frecuencia eso lleva a que la persona se torne iracunda, rabiosa, triste e incluso con dificultades para sonreír. Mientras tanto, la psicoanalista española Magdalena Salamanca, señala que la salud mental y emocional están muy vinculadas a la satisfacción sexual que proporciona el orgasmo.

Recientemente un estudio presentado por Barry Komisaruk y Beverly Whipple —ambos investigadores de Nueva Jersey— reveló que, aunque los ejercicios mentales (como crucigramas y sodoku) incrementan la actividad cerebral, estos solo se dan en regiones relativamente localizadas. En cambio, el orgasmo activa el conjunto del cerebro. La causa es que durante el clímax sexual aumenta el flujo de sangre que riega el cerebro. Según el estudio, con este incremento del flujo, se acrecientan los nutrientes y la oxigenación en la zona cerebral. Además, el profesor Komisaruk señala que el clímax sexual le da al cerebro un entrenamiento completo y no solo trabaja en una misma área, además, la sensación puede bloquear el dolor, por lo que podría ser utilizado para reducir las molestias en el parto, entre otras cosas.

El interés en develar los misterios acerca de la satisfacción de uno de los instintos más importantes que tenemos los seres humanos (que es el sexual), está representado en libros, esculturas, pinturas y tantas otras manifestaciones que han doblegado la represión sexual a lo largo de la historia. Y es precisamente esa avidez en descubrir y entender nuestra sexualidad que ha motivado a investigadores a estudiar el acto sexual. En consecuencia, todos somos orgásmicos y, como hemos visto, la ausencia del placer sexual a través del orgasmo puede provocar enfermedades y trastornos psíquicos. De cualquier manera, si usted presenta una incapacidad para conseguir orgasmos (Anorgasmia) consulte a su médico, pues se puede tratar y tiene solución y, si no es éste su caso, ¿qué espera para experimentar lo que los franceses llaman “la petite mort”?

(*) Texto publicado en El Quinto Poder.cl

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