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Elección directa de Cores, golpe al binominalismo

Jaime Fuentealba
Por : Jaime Fuentealba Consejero Regional Metropolitano
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Llama la atención que el proceso de instalar los “Cores” con una nueva legitimidad democrática, haya sido realizado con tantas reservas, precauciones y postergaciones, que han hecho dudar a muchos de la existencia de una verdadera voluntad descentralizadora por parte del Ejecutivo y del Parlamento.


En la actual campaña electoral, nada iguala la singularidad política de la elección directa de los consejeros regionales. Se trata de la instauración de una nueva forma de legitimidad democrática y representación política de la ciudadanía, dentro de un sistema hasta ahora dominado por el binominalismo y la preeminencia de un Congreso bicameral de mayorías frágiles.

La irrupción de los “Cores” elegidos por la ciudadanía significa instalar, junto a los alcaldes, una nueva dimensión territorial de gobierno, con expresión directa de los territorios de una región,  como expresión política concreta. En ellos predominan desde ferias y barrios, juntas de vecinos, clubes de fútbol, hasta toda clase de asociaciones de base social, que se asientan en un territorio pleno de identidad social.

El resultado más inmediato de lo anterior, es haber transformado la competencia  electoral en una pedagogía política de masas para aquellos candidatos con verdadero compromiso, hasta ahora inédita en nuestro sistema. En primer lugar porque los candidatos a “Core” enfrentan una elección desconocida para la  población, postulando a un cargo cuyas funciones nadie ha relievado previamente con suficiente claridad. Ello no obstante el hecho de que el Consejo del Gobierno Regional, por sus funciones y competencias, representa una descentralización presupuestaria y política de enorme trascendencia democrática.

Más aún, llama la atención que el proceso de instalar los “Cores” con una nueva legitimidad democrática, haya sido realizado con tantas reservas, precauciones y postergaciones, que han hecho dudar a muchos de la existencia de una verdadera voluntad descentralizadora por parte del Ejecutivo y del Parlamento.

La descentralización, una necesidad indispensable para el desarrollo de las  regiones y las grandes ciudades a lo largo del país, adquiere un nuevo sentido con dos conceptos políticos y sociales que hoy caracterizan el proceso: la identificación de un nuevo territorio y el surgimiento del barrio como una categoría sociocultural importante. Hasta ahora, ejecutada como una política de agregados y competencias formales pero poca sociedad real, la descentralización como política pública adquiere, con la dimensión de los “Cores” elegidos directamente, otro rango o nivel en el sistema político. En primer lugar porque está dinamizado por una legitimidad política de base que sobrepasa los límites estrechos del sistema binominal. Es, en ese sentido, parte de la nueva arquitectura política del país del siglo XXI y no un subproducto de la Constitución de 1980, pese a los titubeos parlamentarios frente a su generación.

Un segundo aspecto que conviene resaltar, es que la elección directa de  “Cores” acerca el gobierno a las condiciones de publicidad, transparencia y participación de los ciudadanos que debe tener la administración pública moderna, especialmente la relacionada con la regulación de ciudades y suelos, y la asignación de presupuestos. El papel que ella juega en la creación de  espacios y bienes públicos, tiene una directa relación con la redistribución de la riqueza y la mayor igualdad en una sociedad democrática. La inversión y el gasto público son instrumentos dinamizadores tanto de la economía y el crecimiento como de la calidad de vida de las personas,  especialmente en los sectores populares. Entenderlo así no es fácil, pero es crucial, porque los “Cores” serán parte sustantiva de un gobierno territorial que maneja presupuestos y asigna proyectos.

En esas condiciones, la actual campaña de los candidatos a “Cores” ha sido una labor titánica. No hay propaganda posible, en su dimensión de mera publicidad, que permita la necesaria labor pedagógica sobre el Gobierno Regional, que requiere de un contacto personalizado y directo con la población. Las iniciativas de difusión oficiales han terminado en nada porque nada le explican a la población. Decirles a las personas que tienen derecho a votar en “un cuarto voto” en una papeleta verde para elegir un representante al gobierno regional, sin dar las señales mínimas de esta nueva legitimidad democrática es, por decir lo menos, un desperdicio de recursos y un desprecio por la inteligencia política de la gente.

Los cores tenemos injerencia en políticas públicas relevantes para el barrio, la comuna, la ciudad y la región, ni más ni menos que agregadas todas al mismo tiempo. Después del 17 de Noviembre representaremos agrupaciones de comunas, en mi caso 7, que significará una identidad y representación de un territorio en una interacción más amplia como la ciudad o la región. Debatiremos sobre la asignación de presupuestos y realización de proyectos de acuerdo a las necesidades del territorio que ocupan el conjunto de las comunas que representaremos, introduciendo criterios de equidad, evitando la segregación y discriminación presupuestaria como la que puede haber entre la autopista de Vespucio Norte y el tren Express a Rancagua.

La tensión del momento político actual se ha centrado en las singularidades de la elección presidencial pasando por alto lo regional, aunque Michelle Bachelet capta de manera indiscutida las preferencias de toda la población. Básicamente por la tozudez de los sectores más conservadores de la derecha por mantener una imposible iniciativa política, que le significó cuatro candidatos presidenciales en menos de seis meses: Golborne, Allamand, Longueira y Mathei, y su debacle electoral. Como último recurso, esa derecha se enfoca ahora en la competencia parlamentaria para hacer rendir al máximo el sistema binominal, y así bloquear las reformas planteadas por la Nueva Mayoría. Craso error porque su enfoque es al pasado y no a las necesarias reformas políticas que el pueblo aspira a concretar.

Parte de la nueva arquitectura política del país y del futuro, aunque no se percibe todavía con toda la claridad necesaria, son los nuevos Gobiernos Regiones. En ellos los habitantes de cada región tienen mucho por hacer en cuanto a sus derechos políticos y sociales.

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