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Escalona o Navarro: ¿quién representa mejor al socialismo (local)?

Danny Monsálvez Araneda
Por : Danny Monsálvez Araneda Doctor © en Historia. Académico de Historia Política de Chile Contemporánea en el Depto. de Historia, Universidad de Concepción. @MonsalvezAraned.
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El socialismo (léase el partido) no goza de muy buena fama en el último tiempo, desde distintos sectores se le acusa de todo, desde abandonar su ideario de lucha junto a los trabajadores, transar o negociar sus principios, transformarse en un partido que sólo funciona sobre la base de pugnas por cargos y cuotas de poder, hasta perder su sentido de instancia orgánica, donde se realizaba una labor pedagogía, de formación política y se debatían los grandes temas de país.


El socialismo (léase el partido) no goza de muy buena fama en el último tiempo, desde distintos sectores se le acusa de todo, desde abandonar su ideario de lucha junto a los trabajadores, transar o negociar sus principios, transformarse en un partido que sólo funciona sobre la base de pugnas por cargos y cuotas de poder, hasta perder su sentido de instancia orgánica, donde se realizaba una labor pedagogía, de formación política y se debatían los grandes temas de país. Ahora, si llevamos ese escenario a nivel de Concepción, la situación no es muy distinta o alentadora. El socialismo local, que otrora constituyó un espacio de debate y contraposición de ideas, que convocaba y movilizaba a importantes sectores de la población, hoy parece estar atrapado en la dinámica de la mayoría de los partidos, es decir, un espacio inorgánico con poco que ofrecer a la ciudadanía. Con una ausencia de referentes políticos e intelectuales y la falta de un discurso medianamente coherente, el cual bajo nuevas formas del pensar y el hacer pugne culturalmente por una democracia deliberativa y participativa desde lo local, regional a lo nacional.

Ahora, conocido es el proceso de renovación que experimentó gran parte de la izquierda chilena después del golpe de Estado de 1973. Aquella renovación, como señala la colega Cristina Moyano, constituyó la transformación ideológica que partió de aquellos supuestos ideológicos que fundamentaban el ideario socialista, en otras palabras, definir lo que se entendía por socialismo, la lucha por la conquista del poder del Estado, así como una redefinición de lo que se pensaba por democracia y los sujetos que la ejercían; más aún, cada partido (MAPU, Izquierda Cristiana y Socialista) experimentó su propio proceso de renovación, por lo tanto, cuesta hablar de una sola renovación.

Uno de los puntos más significativos de aquel proceso, fue abandonar aquel “idealismo político revolucionario”, para trasladarlo a una concepción de la política que buscara lo posible. Como señala Norbert Lechner, se trata de una cuestión de “realismo político”, es decir, determinar en términos teóricos y prácticos lo que se puede hacer, “no se trata de lo que es ni de lo que debería ser, sino de lo que es posible”. De ahí, entonces, que la renovación socialista constituyó un proceso político, cultural y epistemológico. En ese contexto, y como señala la citada colega Moyano, la segunda etapa del pensamiento renovado socialista, desde 1983 en adelante, conllevó proponer “un nuevo proyecto de sociedad, en una conversación articulatoria con el neoliberalismo” (2010: 115). Ese ha sido a grandes rasgos el camino que ha recorrido el socialismo chileno, por lo tanto, el de Concepción, hasta el día de hoy.

[cita]El socialismo (léase el partido) no goza de muy buena fama en el último tiempo, desde distintos sectores se le acusa de todo, desde abandonar su ideario de lucha junto a los trabajadores, transar o negociar sus principios, transformarse en un partido que sólo funciona sobre la base de pugnas por cargos y cuotas de poder, hasta perder su sentido de instancia orgánica, donde se realizaba una labor pedagogía, de formación política y se debatían los grandes temas de país.[/cita]

En la actual coyuntura eleccionaria parlamentaria, se enfrentan dos candidatos que de una u otra forma vienen a representar una parte de aquel proceso de renovación y tránsito del socialismo de las últimas décadas. Es el caso de Camilo Escalona y Alejandro Navarro. Dos formas de representación del socialismo, más que desde un punto de vista teórico o conceptual, en su versión de práctica política.

Escalona constituye aquel sujeto que desde la institucionalidad partidaria se ha posicionado de una manera muy fuerte al interior de ésta, eso le ha significado situarse en posiciones de privilegio y poder al nivel de los otrora gobiernos concertacionistas. Ya sea como diputado, senador o presidente del partido. A los 13 años ingresó a éste, fue dirigente secundario durante el gobierno de la Unidad Popular, después del golpe partió al exilio, para regresar clandestinamente entrada la década del ochenta. Ingresando a la comisión política del partido socialista en la clandestinidad.

Su frase de campaña viene a representar, de buena forma, lo que ha sido su actuar en los últimos años: “Siempre con Bachelet” (siempre con la institucionalidad), cuando bien podría ser “siempre con la ciudadanía”.

En el caso de Navarro, ingresó al partido el año 1983, cuando tenía 25 años, ocupando algunos cargos internos, hasta que el 2008 decidió abandonar la colectividad y fundar el Movimiento Amplio Social.

Desde su irrupción como dirigente estudiantil en los años ochenta en la Universidad de Concepción, ha ido construyendo su plataforma política desde la capital del Bío Bío, con un discurso y accionar que apelan a la defensa de aquellos sectores marginados y abusados por el “sistema”. De ahí su discurso: “Navarro con la gente” o “Navarro te defiende”.

Ahora, cuando su discurso o, mejor dicho, cuando se fue quedando sin respaldo del partido a nivel interno, decidió marcharse y crear su propia orgánica, el MAS. El cual, más allá del interés y voluntarismo de Navarro y quienes lo acompañan, tiene básicamente presencia en la región o, mejor dicho, en lo que podríamos denominar el “Gran Concepción”.

Pero más allá de estas disquisiciones y en vista de las próximas elecciones parlamentarias, surge la pregunta, especialmente de aquellos que se identifican con los postulados del socialismo en Concepción y sus alrededores, ¿cuál de los dos candidatos, expresa o representa mejor al socialismo local? Si es por apoyo o reconocimiento institucional, Camilo Escalona debería ser el “genuino” representante; sin embargo, su candidatura, impuesta desde Santiago en concomitancia con la directiva regional, ha generado rechazo y malestar transversal, no sólo de militantes o simpatizantes socialistas, también de otros sectores políticos de la mentada Nueva Mayoría. Lo anterior, no tan sólo por la imposición o designación de su candidatura, también por lo que Escalona representa como sujeto político, aquel dirigente que parece estar más preocupado de mantener cuotas (cargos) de poder e influencia, que ser un sujeto que esté por impulsar cambios y transformaciones de fondo en el país y desde la región; asimismo, su figura se asocia al Chile de la transición, de los pactos y el consenso (intra-elite); por lo tanto, son más dudas y desconfianzas las que genera su candidatura.

En el caso de Navarro, surge la legítima pregunta sobre qué grado de lealtad y seguridad puede ofrecer al programa y eventual gobierno de la Nueva Mayoría, si su accionar de “díscolo”, mezclado con un discurso de tinte populista y mediático, tiende a convertirlo en un sujeto impredecible a la hora de apoyar y votar determinados proyectos.

Complejo escenario el que tiene este 17 de noviembre el socialismo local. Veremos si la ciudadanía o el amplio y variopinto mundo socialista termina apoyando al candidato local, en una señal de protesta ante la imposición central, o bien se inclina por quien –más allá de las reticencias– ofrece un trabajo desde la institucionalidad a la cual tanto defiende y que hasta el día de hoy le ha resultado funcional.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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