La única encuesta que le da al Presidente un 40% de aprobación es Adimark; CEP septiembre-octubre le dio 34% y en julio-agosto 31%; la última CERC, de junio, 33%. Como la principal obligación de un columnista es leer a sus similares, me he sorprendido de apreciar que todos aceptan el 40%. Pues, yo creo, por razones que me reservo, que la realidad está mejor reflejada en las otras que le dan menos. Sea como fuere, Héctor Soto, en «La Tercera» del sábado, concluye que mientras Piñera queda, en virtud del 40% de Adimark, a flote, la derecha se va a pique.
Yo le advertí a la derecha ya en 2008 que esto le iba a suceder. Y conste que ni siquiera comparto lo de que Piñera «esté a flote», pues con un tercio de aprobación popular no se flota. Y es extraño que no lo logre, porque la situación relativa del país es favorable. Su gobierno tuvo suerte. Dentro del infortunio del terremoto, la reconstrucción tuvo la virtud de provocar un aumento del gasto que dinamizó la economía. Además, lo favoreció la suerte de que mejoraron mucho los términos de intercambio del país, gracias al excelente precio del cobre, que se acercó a 4 dólares por libra, siendo que Bachelet vivió prolongados períodos de menos de dos dólares. La inyección de recursos extraordinarios ayudó a mejorar el empleo, junto con la suerte de que la encuesta de ocupación cambiara y se tornara menos exigente. Esto condujo a incorporar a la categoría de «ocupados» a muchos que antes eran contabilizados como «desempleados». En todo caso, como observó el profesor Ernesto Fontaine, lo que le valió una poco delicada réplica presidencial en «Tolerancia Cero», este Gobierno nada aportó para esas buenas cifras. De hecho, se limitó a aumentar el gasto público y subir los impuestos, que es la receta de la izquierda. No pudo volver al superávit estructural y ni siquiera al equilibrio estructural del Presupuesto. El déficit en la cuenta corriente con el exterior superó el 4%. Pero Piñera flota.
Es que siempre flota. En «La Tercera» del sábado 9 de noviembre se señala (p. R 15) que tiene cerca de la mitad de su fortuna en el exterior. Cuando a Golborne lo acusaron de tener una cuenta en el exterior, la UDI lo mandó a pique. En cambio, sabiendo lo primero, siempre ha contribuido a dejar flotar a Piñera.
¿Y por qué la derecha se hunde? El columnista de «El Mercurio» Carlos Peña dio tres razones hace dos domingos y el almirante (r) Vergara Villalobos, en carta al diario, añadió una cuarta: el incumplimiento del Gobierno de su promesa de debido proceso y aplicación de la prescripción a los presos uniformados (r), lo que le ha enajenado a la derecha a la familia militar.
Este tema es cuidadosamente eludido por la gran prensa y sólo mantiene actualidad en internet, y nada más que entre quienes apoyamos a esos presos políticos. Son tales, porque están en la cárcel por razones políticas y en contravención a la normativa legal. A este respecto, ya se encuentra en librerías la monumental obra del abogado Adolfo Paul Latorre, «Procesos Sobre Violación de Derechos Humanos», llamado a ser texto de investigación y consulta en las buenas universidades del futuro, ya que no en las actuales que, como toda nuestra sociedad, eluden escrupulosamente este tema.
Justamente el autor del libro me ha dado a conocer el texto de una carta que envió a «El Mercurio», y que debería aparecer hoy lunes 11, haciendo la observación de que un editorial reciente, referido a la necesidad de que exista una mirada escrutadora sobre los fallos judiciales, no aludiera a la principal razón que la justificaría: los procesos sobre violaciones de los derechos humanos, plagados de inconstitucionalidades, arbitrariedades e ilegalidades.
¿Por qué este tema sistemáticamente se elude? ¿Es que contamina a quien lo aborde? ¿Es que el temor al dicterio extremista y a las funas ha terminado por silenciar la conciencia crítica honesta del país?
Leí la columna del sábado en «La Tercera» de Fernando Villegas, opinante valeroso que amenazaba abordarlo. Pues, bajo el título de «Autonomía a Pedido», incluía una prometedora bajada: «Los jueces, con la potestad única de juzgar y condenar, detestan que alguien los juzgue y quizás condene». Y busqué la que estimaba obvia referencia a las arbitrariedades cometidas contra los ex militares. Pero no apareció por ninguna parte, en toda la extensión del artículo. Lo más aproximado a una referencia a ése, el mayor escándalo judicial de nuestro tiempo, venía en la siguiente tibia frase: «Y si es un caso célebre que entra en sintonía con la sensibilidad del momento, entonces se enarcarán graves cejas y se aplastará al infractor con todo el peso de la ley y algo más». «Algo más», eso sería todo.
¿Por qué hay un grupo de ciudadanos excluidos de su derecho más elemental, el de que se les apliquen las leyes, privados de él no sólo impunemente, sino sin que nadie siquiera se atreva a exponer públicamente su situación?
Es que todos «quieren flotar», como el Presidente. Siendo candidato les prometió a los presos políticos uniformados (r) preocuparse de ellos y, ya electo, se dio cuenta de que se bundiría en las encuestas si cumplía. Y no sólo no lo ha hecho, sino que les ha agravado las condiciones carcelarias, lo que indujo al suicidio del que se encontraba entre los más inocentes de todos ellos; y a la muerte de otro, enfermo grave, octogenario, que dependía crucialmente de su cercanía a un establecimiento hospitalario, de la cual la decisión presidencial lo alejó.
Todo esto puede tener consecuencias electorales. El «Plan Ahora» de defensa de los presos políticos uniformados (r) llamó a no votar en los próximos comicios, como protesta por la situación de que son víctimas y ante el hecho de que, finalmente, nadie vela por ponerle término. Pero el propio almirante (r) Vergara, que ha logrado exponer su caso en la gran prensa, ha manifestado considerar tal idea del Plan Ahora como «una soberana estupidez», y ha llamado a votar el domingo. Asimismo, la ex alcaldesa Myrna Dubost, gran defensora de los referidos presos políticos y severa crítica de la traición presidencial a los mismos, ha dado a conocer que obtuvo de ellos el apoyo a la idea de votar por los candidatos de derecha.
Voy a pronunciarme en este mismo blog acerca de lo que, en conciencia y también con un sentido práctico, creo yo mismo que se debe hacer en defensa de los referidos presos políticos. No lo expongo ahora, porque no estoy definitivamente resuelto. Pero siempre he argumentado que, en una sociedad como la nuestra, en que todo se obtiene mediante la presión y la fuerza, muchas veces ilegítima, si los presos políticos uniformados(r) no son capaces realmente de amenazar a nadie, ni siquiera con el ejercicio de una presión plenamente legal, jamás van a recibir ayuda de nadie ante la gravísima injusticia que están soportando.