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Mayor democracia ¿sin una nueva prensa?

Senén Conejeros Ampuero
Por : Senén Conejeros Ampuero Periodista Ex Presidente Colegio de Periodistas de Chile
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Para el futuro, y para la mayoría silenciosa que va colocar su voto de esperanza en pocos días más, no es verdad que casi como por arte de magia los grandes señores de la banca, la política, la religión y del poder renunciarán a la influencia que tienen sobre los Medios de Comunicación. Quienes están influyendo decisivamente en lo que se publica o no se publica no van a renunciar «porque sí» a la instrumentalización que creen merecer en justicia por el poder de la herencia, de la influencia, de las creencias o del dinero.


La necesidad de más democracia en el Chile de hoy parte de la realidad de que es necesario construir nuevos canales de información, efectivos y eficientes, y cuyos contenidos se reconozcan en lo que somos, lo que tenemos y lo que haremos. No se trata de comenzar de cero ni de inventar la «cuadratura del círculo».

Observamos que la estructura para la transmisión de información en Chile no aporta al desarrollo de los contenidos, que deben ser la expresión de la diversidad, sino que hace imposible el surgimiento y crecimiento de una prensa que sea reflejo de su pueblo.

En Chile, el Director del Medio es el representante del dueño del Medio, sea este un privado o el Estado. Es el que pone y saca contenidos para equilibrar los mensajes de sus medios a los deseos de sus dueños. Esto vale para todo Medio, privado o estatal. El refinamiento llega al límite del escándalo cuando se trata de la TV estatal, en que todo depende de un Directorio, el que, a su vez,  responde a un cuoteo  ideológico con representantes de partidos de gobierno y oposición. Este último mecanismo incluso es sancionado por el Senado de la República, en conformidad a una «transacción previa» y «de pasillo» entre parlamentarios gobiernistas y opositores.  No sólo eso, los contenidos llegan a ser definidos por los mercaderes que han llegado a transformar a los periodistas en voceadores de sus productos y promotores del consumo, donde no se alcanza a distinguir una información noticiosa de una mercantil.

[cita]Para el futuro, y para la mayoría silenciosa que va a colocar su voto de esperanza en pocos días más, no es verdad que casi como por arte de magia los grandes señores de la banca, la política, la religión y del poder renunciarán a la influencia que tienen sobre los Medios de Comunicación. Quienes están influyendo decisivamente en lo que se publica o no se publica no van a renunciar «porque sí» a la instrumentalización que creen merecer en justicia por el poder de la herencia, de la influencia, de las creencias o del dinero.[/cita]

A todo el mecanismo anterior se lo justifica disfrazándolo de «respeto por las reglas del Medio y del Mercado y porque es lo único posible hacer de acuerdo a la ley». El círculo cierra a la perfección.

Entonces, ¡Viva la libertad de expresión!

¿Qué hará la triunfante ahora «Nueva Mayoría»? Ya fracasó, aceptemos, el modelo actual.

¿Cuál puede ser el rol del Estado en el área de la información? ¿Alguien duda que hoy es perfectamente posible y necesario que el Estado juegue un papel, a lo menos, promotor en la entrega de la información diversa?

Nadie quiere una concepción totalitaria para el manejo de las noticias. Se trata de un razonamiento elemental, más justo y democrático: así como en el manejo de los ahorros previsionales, de la salud, de la educación y en tantos otros temas, se clama para que el Estado juegue un rol «regulador», en la Comunicación Social en general, y en particular en el manejo de la información, el rol del Estado hoy es claro, pertinente y urgentemente necesario.

Si no hay una intervención directa del Estado en el enriquecimiento de la oferta noticiosa la realidad muestra que, salvo honrosas excepciones, casi lo único que va quedando a los chilenos para acercarse a lo que en la realidad está ocurriendo es el uso de las redes sociales.

Como fuente de información y de formación de opinión pública las redes sociales tienen hoy más impacto, pero no necesariamente son más veraces y confiables que lo que deberían ser muchos de los Medios de Comunicación Social. Y lo anterior no porque los profesionales de radios, diarios y TV sean incompetentes, sino porque la influencia del dinero y del poder político hace, muchas veces, que se presente como «verdad» aquello que el poder necesita que los demás creamos que «es la verdad».

Para el futuro, y para la mayoría silenciosa que va colocar su voto de esperanza en pocos días más, no es verdad que casi como por arte de magia los grandes señores de la banca, la política, la religión y del poder renunciarán a la influencia que tienen sobre los Medios de Comunicación. Quienes están influyendo decisivamente en lo que se publica o no se publica no van a renunciar «porque sí» a la instrumentalización que creen merecer en justicia por el poder de la herencia, de la influencia, de las creencias o del dinero.

En otras palabras, la principal responsabilidad para ampliar la entrega de información en Chile recae sobre la comunidad política y social organizada. Especialmente sobre los partidos políticos y los gobiernos. A ellos les corresponde ser «la vanguardia» en la introducción de los grandes cambios que la sociedad de la información chilena requiere con urgencia.

El nuevo gobierno tiene la responsabilidad histórica y si no quiere que su paso por el poder sea tan poco relevante, en esta materia, como en los 20 años anteriores de la Concertación, de iniciar junto al mayor número de chilenos los pasos que hagan posible llegar a un nuevo sistema comunicacional.

Lejos de toda influencia totalizadora, respetando las especificidades propias de la información y de la informática y de la transformación actual que viven el diarismo, la radiodifusión y la televisión, se debe poner a la libre disposición de los chilenos un nuevo sistema que –viniendo su financiación del Estado–, no sea otro Canal de TV al servicio del ego de los parlamentarios, ni otro diario de gobierno destinado a resaltar la labor de algún Ministro, sino un medio en donde cada chileno vea reflejada la realidad de país que tenemos y los caminos para mejorarla.

Jamás será ni subversivo ni inconveniente «hablar de» y «con la verdad». Para el Cristo se trataba de predicar «desde los tejados». Para el hombre moderno es sólo el ejercicio de un derecho, pero, para la Autoridad  es una obligación no escatimar esfuerzos por mantener a los ciudadanos informados de todo y por todos los que tienen algo que informar y que lo hagan dentro de lo que la propia sociedad se da como sus normas de convivencia.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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