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Los Malos Días


Castigué a la Matthei por su complicidad en la última felonía del presidente contra los presos políticos militares y anulé mi voto, junto con escribir vistosamente en la cédula «PINOCHET VIVE». Casi todos los que me rodean me ha imprecado por mi conducta, con mi mujer a la cabeza, pese a que ni siquiera fue a votar. Además, cumpliendo con lo que anuncié, voté por Golborne y por el hijo del coronel Labbé, que perdieron, pero mi candidato a CORE resultó electo.

En apariencia, y tal como la UDI, en este momneto no tengo candidato para 2018. Pero esto último sólo en apariencia, y voy a explicar por qué, pero antes advertiré que la nueva campaña presidencial comenzará el mismo 16 de diciembre. Tómese razón de que ni la DC ni la izquierda tienen candidato(a) para 2018, y de que, en cambio, en la derecha nos sobran. En efecto, Allamand y Ossandón han quedado excelentemente posicionados en RN, lo que, con gran alivio de mi parte, significa que Sebastián Piñera no tendrá ninguna posibilidad de conseguir de nuevo lo más preciado para él, y eso es bueno para el país.

Dije que la UDI carece de candidato sólo en apariencia, pues en los hechos tiene uno muy potente: Laurence Golborne. Sí, ya sé que perdió, pero nótese que ganó en todas las comunas de la circunscripción oriente, salvo en Puente Alto, donde la buena gestión de Ossandón como alcalde le permitió conseguir una ventaja de 80 mil votos, merced a la cual no sólo derrotó a Golborne sino que privó de decenas de miles de votos de centro a Soledad Alvear, determinando su derrota. Esto último es muy importante y tiene consecuencias de largo plazo.

Lo que quiero predecir es que las futuras encuestas van a seguir señalando a Golborne como una figura de gran ascendiente y popularidad, porque tiene ese rasgo indefinible tan escaso en la derecha: carisma.

En cuanto a Evelyn Matthei, a quien sancioné con mi anulación del domingo en razón de lo que antes dije, he decidido indultarla y votar por ella el 15, en la confianza de que no va a reincidir y de que, si fuera Presidenta, procuraría cumplir las promesas que Piñera hizo a los presos políticos militares y que no sólo incumplió, sino que escarneció, persiguiéndolos y denigrándolos como nunca siquiera la propia izquierda lo había hecho. Ya lejos el actual Presidente del poder que le ha permitido perpetrar esos abusos, Evelyn podría contribuir a la justicia en ese crucial tema, restableciendo la legalidad y el Estado de Derecho.

Creo que vienen tiempos muy duros para Chile. La elección de Bachelet implicará la destrucción del celebrado «modelo chileno», que ha funcionado tan bien y que ni siquiera los gobiernos de la Concertación, entre los cuales por cierto incluyo al de Piñera, han podido destruir, aunque hayan aumentado desproporcionadamente el tamaño del Estado, los impuestos y los impedimentos para crear riqueza. Lo que se viene es mucho peor que eso. Leyendo hoy miércoles 19 en «El Mercurio» la columna de un supuesto «moderado» de izquierda, como Eugenio Tironi, titulada «Reforma o Revolución», advierto el mismo tono amenazador de Salvador Alleden en su primer mensaje presidencial de 1971, cuando advertía al Parlamento y a todos los chilenos que si su plan revolucionario no era aprobado por el Congreso, se desencadenaría la violencia. Si ése es hoy el lenguaje de un izquierdista moderado como Tironi, imagínense ustedes qué estarán pergeñando los sujetos más extremos de la Nueva Mayoría, como Andrade, Quintana y Teillier.

Además, todos ellos, sin excepción, están perdidos en la mayor de las confusiones, pues, por ejemplo, hablan del «subsidio» que el sistema binominal brinda a la minoría, en circunstancias que la Nueva Mayoría ha obtenido el domingo la elección de siete parlamentarios que tenían menos votos que sus rivales de la Alianza, contra sólo cuatro casos en que esa situación ha favorecido a esta última. ¡La más subsidiada por el binominal ha sido la mayoría!

La desconfianza general de los inversionistas, que no siempre se refleja en lo que ellos dicen (pues siempre procuran mostrarse partidarios de los gobiernos), sino en lo que hacen (véase cómo viene cayendo la inversión y cómo baja la Bolsa), junto al deterioro de los términos de intercambio y a la salida de capitales extranjeros (que se va a acentuar con la promesa de Bachelet de derogar el DL 600 que les garantiza estabilidad) van a coincidir con la hemorragia de gasto público que va a generar el acatamiento de las exigencias de «la calle».

Vienen malos días para Chile. Y la que más mal lo va a pasar a raíz de ellos va a ser Michelle Bachelet. Pero eso no es ningún consuelo para la población que va a ser víctima de la superficialidad de su programa y de su falta de idoneidad personal para gobernar bien.

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