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Bachelet reconstruye el mundo

Daniel Flores
Por : Daniel Flores Antropólogo. Encargado de Descentralización de Fundación Progresa.
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Y entonces vemos que integra a Jackson, pero también a Horvath; invita a Vallejo, pero también a Farcas; se junta con Sfeir, pero también con los Luksic; trabaja con Estela Ortiz, pero también con Alberto Kassis. Ninguno se parece entre sí, pero todos se parecen a Bachelet (como los precursores de Kafka).


Bachelet está haciendo una agenda arriesgada, más propia de los dioses que de los humanos. Porque su obsesión por el consenso la está llevando a replicar el mundo que existe al otro lado de las fronteras de su conglomerado que es la Nueva Mayoría. En siútico, diremos que está replicando el acontecer político total al interior de este conglomerado. Bachelet está actuando como la memoria perfecta de Funes.

Y entonces vemos que integra a Jackson, pero también a Horvath; invita a Vallejo, pero también a Farcas; se junta con Sfeir, pero también con los Luksic; trabaja con Estela Ortiz, pero también con Alberto Kassis. Ninguno se parece entre sí, pero todos se parecen a Bachelet (como los precursores de Kafka).

El problema de esta forma de construir el mundo es el sinsentido que requiere. Porque sólo el sinsentido permite replicar en una organización que quiere ser Gobierno la contingencia política total, incluyendo las posiciones políticas antagónicas. En este contexto del sentido del sinsentido,  Bachelet está articulando más como Zelig, el famoso personaje del documental del mismo nombre de Woody Allen, que se transformaba emocional y físicamente en sus interlocutores. Vivía la vida de otros sin vivir la propia. Ninguna definición de populismo me ha convencido nunca, pero presiento que esta forma de «hacer converger» de Bachelet lo es. Porque la política es todo lo contrario. Es proponer un sentido, un compromiso y una visión país.

[cita]Y entonces vemos que integra a Jackson, pero también a Horvath; invita a Vallejo, pero también a Farcas; se junta con Sfeir, pero también con los Luksic; trabaja con Estela Ortiz, pero también con Alberto Kassis. Ninguno se parece entre sí, pero todos se parecen a Bachelet (como los precursores de Kafka).[/cita]

Hubo un imperio que trató de hacer lo mismo. Lo relata Borges (me tomo la licencia de la transcripción): “En aquel Imperio, el Arte de la Cartografía logró tal Perfección que el Mapa de una sola Provincia ocupaba toda una Ciudad, y el Mapa del Imperio, toda una Provincia. Con el tiempo, estos Mapas Desmesurados no satisficieron y los Colegios de Cartógrafos levantaron un Mapa del Imperio, que tenía el Tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él. Menos Adictas al Estudio de la Cartografía, las Generaciones Siguientes entendieron que ese dilatado Mapa era Inútil y no sin Impiedad lo entregaron a las Inclemencias del Sol y los Inviernos”.

Bachelet está haciendo lo mismo, replicando el mundo al interior de la Nueva Mayoría, sin importarle las contradicciones de sentido. Entropía. Por eso es que el Chile de los tercios me parecía más propio, republicano y político. Porque mientras la obsesión (influjo del binominal, seguramente) de Bachelet es alcanzar la máxima popularidad para hacer los cambios a los que no se ha comprometido, los tercios permitían unir a los semejantes políticos y tramarlos en discusión con los diferentes. Para unir a los semejantes era preciso articular un sentido político convocante. Pero la Nueva Mayoría y Bachelet están logrando algo inusitado. Acuerdos entre políticos sin hablar de política. Replicar el mundo, como los dioses. Pero cuidado, que los dioses se quedan fuera del mundo, porque no pueden intervenir en el libre albedrío de las personas. Y acá se trata de gobernar, no de observar.

El peligro y la esperanza son que las nuevas generaciones entiendan la inutilidad del dilatado mapa de la Nueva Mayoría, y que entreguen estas formas de hacer política, también, a las inclemencias del Sol y los Inviernos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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