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¿Por qué toleramos la elusión?

Sergio Fernández Figueroa
Por : Sergio Fernández Figueroa Ingeniero comercial de la Universidad de Chile. Ha ocupado cargos gerenciales en el área de Administración, Contabilidad y Finanzas, y se ha desempeñado como consultor tributario y contable en el ámbito de la Pyme.
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Los hechos tienen características particulares que los hacen, pese a ser tan comunes (todos los días ocurren miles de millones en el mundo), un poco ajenos a la naturaleza humana. Ésta es, de por sí, maleable, adaptable, flexible, podríamos decir acomodaticia (enumerar tres o más adjetivos calificativos para cada sustantivo se me ha vuelto un hábito enraizado; estoy tratando de combatirlo); aquéllos son inconmovibles, inamovibles, inmodificables, inalterables (estoy trabajando en ello, insisto). Es como cuando usted está redactando un mensaje, mete mal los dedos en el teclado o se equivoca en una cifra, y aprieta Enviar. Desde ese mismo momento, usted está liquidado. El hecho ya se concretó, y por mucho que usted haga para “sacar la pata” sin consecuencias, ésta no saldrá limpia. Alguien habrá que, sin ir al fondo del asunto, le enrostrará periódicamente el error. Los hechos son implacables.  Ocurrieron y no hay más que hablar.

Donde usted, eso sí, puede tener problemas, es intentando probar la ocurrencia de un determinado hecho. Ahí el asunto ya no es tan sencillo. Para probar, se necesitan pruebas (le aseguro que no estoy postulando a ningún reconocimiento internacional con semejante hallazgo). Y las pruebas, a veces son esquivas. En ocasiones, inhallables.

La mayoría de las veces, sin embargo, es posible obtenerlas si uno sabe dónde buscar.

Efectuado este potente alcance, vamos a nuestro tema. Es un hecho que en Chile se elude el pago de impuestos a la renta. Todos lo sabemos. Tanto es así, que la corrección de tal anomalía ha sido mencionada por ambas candidatas finalistas, como una de las principales fuentes de financiamiento de sus respectivos programas. No obstante, ¿hay pruebas concretas de ello?

Sí las hay. De partida, existe una profusa literatura en internet (parte de ella elaborada por el mismísimo SII) que describe los mecanismos que se utilizan para tal efecto. No obstante, si ello no es suficiente, usted puede ir directo a las cifras. Un ejemplo: en mi columna anterior describí uno de los mecanismos de evasión más utilizado, el retiro de utilidades en exceso sobre el FUT disponible. Pues bien, ahora debo decirle que en el formulario 22 queda, año a año, el registro del uso de dicho mecanismo. ¿Dónde? Específicamente en el recuadro N°6, Datos del FUT, código 320: Exceso de retiros para el período siguiente. Ahí está, para quien quiera investigar a fondo, toda la evidencia. Si quiere saber cuánto es lo retirado por los contribuyentes con cargo a ese mecanismo, usted debe solicitarle al SII que se lo informe. Si así lo hace, se enterará de que en el 2010 aproximadamente un tercio de los contribuyentes obligados a llevar FUT registraba esta situación. El monto involucrado mejor no se lo digo, porque es tan alto, que me resulta imposible creerlo de buenas a primera (como dicen los contadores, no me cuadra, así que estoy a la espera de datos actualizados para confirmarlo). Desde luego, dado el actual nivel de retiros que el crédito de primera categoría cubre a los empresarios ($ 5,6 millones mensuales app.), quienes efectúan la elusión no son los pequeños empresarios, sino los grandes y medianos. Son, en otras palabras, quienes más se ven beneficiados por nuestro actual sistema, los que utilizan las argucias para no aportarle a éste lo que en justicia le corresponde.

El punto, en todo caso, no es la cifra exacta, sino la posibilidad concreta de obtenerla. En este caso específico, por ejemplo, nuestras autoridades podrían, si quisieran, saber con exactitud cuánto se eludió (¿evadió?) por esta vía y quiénes fueron los que llevaron a cabo la acción correspondiente. Tienen la evidencia del problema, y acceso a los montos involucrados y a las identidades de quienes eluden sus obligaciones tributarias. Y todo eso desde hace muchos años.

Pero no sólo ellos están en esa situación: además podría acceder a dichos antecedentes la Fiscalía, si decidiera que hay en este tema un posible delito involucrado (si usted usa un vericueto legal en forma reiterada con el exclusivo propósito de no cumplir una obligación impuesta por la misma legislación, como Allende con sus famosos “resquicios legales”, ¿no hay delito?). Y, desde luego, también podría obtenerlos (tal vez no todos, pero sí los más relevantes) el que Edmund Burke denominó (erróneamente, al parecer) “el cuarto poder”, la Prensa.

Si eso es así, ¿puede usted explicarme entonces por qué nadie ha hecho nada al respecto?

Nótese que no estamos hablando de una cosa menor.  ¿O usted considera que miles de millones de dólares de elusión es menos grave que la colusión de las farmacias o el caso “La Polar”? El que durante años los grandes y medianos empresarios hayan usado un mecanismo de dudosa legalidad para no tributar por sus retiros, ¿es un hecho menor? ¿No amerita, acaso, una comisión investigadora? ¿Unos cuántos reportajes? ¿Una investigación de la Fiscalía? ¿Modificaciones legales? Sin embargo, nada de eso existe. Ni el Gobierno, ni el Congreso, ni la Prensa han investigado. ¿Qué ha pasado en todos estos años en este país? El abuso institucionalizado es unánimemente aceptado sin ningún cuestionamiento. Ni siquiera el más mínimo pataleo. ¿En qué nos hemos convertido?

Respecto de las autoridades, aceptemos que la dictadura no se preocupara del problema. Mal que mal, fueron los autores del espurio sistema tributario vigente y no se le puede pedir almendras a una mata de achicoria. Pero, ¿y los cuatro gobiernos concertacionistas posteriores? ¿Y el actual? ¿Por qué no lo corrigieron? ¿Me van a decir que no sabían del problema? ¿Que nunca se ha hablado de elusión en Chile? ¿Que los mecanismos usados para perpetrarla les son desconocidos? Piense usted en cuántos empresarios medianos o grandes han pasado por el Gobierno y por el Congreso (Piñera, Carlos Larraín, Ruiz Tagle, Golborne, por nombrar algunos). ¿Desconocen ellos este mecanismo de elusión? ¿Nunca lo utilizaron (éste u otro parecido) en sus empresas?

¿Y qué ha hecho el Congreso al respecto? ¿Se acumulan, acaso, los proyectos de ley presentados por los parlamentarios para corregir estas falencias? ¿Cuántos hay que tocan estos temas? ¿Cuántos parlamentarios se han involucrado en ellos? El Congreso, amigo lector, no ha hecho nada.

Lo lamentable del caso, es que si queremos averiguar el por qué de esta situación, las posibilidades de respuesta son sólo cuatro, y cuál de todas es más “brígida” (me encanta este término del lenguaje juvenil, disculpe por la licencia):

O nuestras autoridades (Gobierno y Congreso), pese a toda la información existente, ignoraban el problema, lo que nos lleva a dudar de su idoneidad para los cargos que ocupan;

O lo conocían, pero no les interesaba, por lo que habrían pecado de indolentes y negligentes;

O lo conocían, les interesaba, pero no sabían cómo enfrentarlo, lo que nos devuelve a la primera posibilidad;

O, la más terrible, lo conocían, les interesaba, sabían qué hacer, pero no les convenía llevarlo a cabo, con lo que estarían pecando de venalidad.

Corríjame, por favor, si se me escapa alguna, pero por el minuto no veo más.

Ahora, dígame usted, ¿cuál de todas esas opciones es la correcta en el caso de la Prensa? Un buen tema de discusión, ¿verdad? Podríamos allegar más antecedentes una vez que se efectúen los debates. Un tema como éste debería dar origen a alguna inquietud periodística, ¿no es cierto? Las candidatas debieran tener algo que decir al respecto. ¿Les preguntará alguien? Veamos.

¿Qué le parece el escenario? Desesperanzador, ¿verdad? ¿Cómo confiar en nuestras autoridades después de conocer estos antecedentes? ¿Habrá otras materias donde nos habrán pasado olímpicamente por el aro (la palabra “pesca” se me repite una y otra vez, ignoro por qué)? ¿Cuántas más?

La vida casi siempre da nuevas oportunidades, es cierto. La reforma tributaria que pretende implementar nuestra casi segura nueva presidenta, es una de ellas. Hay que prestarle mucha atención, porque si el problema descrito no se corrige (de inmediato, al comenzar el gobierno, no es necesario dilatar más algo tan obvio), habrá que pensar mal.

Porque ahí ya no habrá cuatro opciones, sino una sola: precisamente la más “brígida”.

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