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¿Qué esperamos de la Educación Parvularia en el Chile actual?

María Victoria Peralta
Por : María Victoria Peralta Académica U.Central y Premio Nacional de Educación
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La educación no es inocente, es siempre intencionada y puede favorecer fantásticas potencialidades o, por otro lado, prejuicios y limitaciones. Hoy al parecer no hay tiempo para pensar lo que se hace educativamente con los niños pequeños; son pocos los adultos y los espacios educativos para los aprendizajes activos de los niños; no hay suficientes instancias en los establecimientos para elaborar planificaciones reflexionadas para las educadoras y sus equipos, ni tiempo de ellas y de las familias para acercarse a las expresiones de arte, cine o ciencias del mundo actual, cuando deben ser mediadores culturales de nuestro fantástico mundo cultural que va de lo local a lo planetario.


En Chile prácticamente no hay familia que no tenga o haya tenido un niño en educación infantil. Aproximadamente el 95 % de todos los niños de 5 a 6 años va a un centro o programa de educación parvularia, y se estima que aumentará la cobertura significativamente en función de las nuevas políticas de la Presidenta electa. Sin embargo, más allá de esta supuesta valoración, cuando se revisa cómo se visualiza esta educación y, por tanto, qué se espera de ella, empiezan a detectarse profundas diferencias que afectan su potencial aporte a los niños.

[cita]La educación no es inocente, es siempre intencionada y puede favorecer fantásticas potencialidades o, por otro lado,  prejuicios y limitaciones. Hoy al parecer no hay tiempo para pensar lo que se hace educativamente con los niños pequeños; son pocos los adultos y los espacios educativos para los aprendizajes activos de los niños; no hay suficientes instancias en los establecimientos para elaborar planificaciones reflexionadas para las educadoras y sus equipos, ni tiempo de ellas y de las familias para acercarse a las expresiones de arte, cine o ciencias del mundo actual, cuando deben ser mediadores culturales de nuestro fantástico mundo cultural que va de lo local a lo planetario.[/cita]

Para un segmento importante de la población la sala cuna o el jardín infantil es un lugar donde se cuida fundamentalmente a los niños, es decir, es una “guardería”; para otros, su propósito es preparar tradicionalmente a los niños para la Educación Básica, por lo que las actividades de los niños se centran en copiar números o hacer “palotes”, lo que ocasiona un aburrimiento de ellos por lo supuestamente escolar. Sin embargo, para muy pocos se vincula con el desarrollo del potencial humano del niño y la niña y, con ello, su posibilidad de desplegar sus capacidades de relación, indagación, creación e interpretación del mundo. Todo ello a partir de sus intereses mediante el juego y  el descubrimiento, construyendo activamente sus aprendizajes sin dejar su “ser” de niños o niñas.

Este planteamiento ha sido postulado por los autores fundantes de la educación parvularia en el mundo desde hace más de doscientos años, como Federico Froebel, María Montessori y Ovidio Decroly, entre otros. Si bien en Chile estas ideas potentes sobre una educación infantil integral y muy humana llegaron a fines del siglo XIX, aún la sociedad en general y algunos “tomadores de decisión” continúan esgrimiendo argumentos muy reduccionistas sobre la educación parvularia, que se dieron en esas épocas cuando se instalaron los primeros kindergartens, frenando significativamente los temas de calidad de hoy de esta atención.

La educación no es inocente, es siempre intencionada y puede favorecer fantásticas potencialidades o, por otro lado,  prejuicios y limitaciones. Hoy al parecer no hay tiempo para pensar lo que se hace educativamente con los niños pequeños; son pocos los adultos y los espacios educativos para los aprendizajes activos de los niños; no hay suficientes instancias en los establecimientos para elaborar planificaciones reflexionadas para las educadoras y sus equipos, ni tiempo de ellas y de las familias para acercarse a las expresiones de arte, cine o ciencias del mundo actual, cuando deben ser mediadores culturales de nuestro fantástico mundo cultural que va de lo local a lo planetario.

Por tanto, qué esperamos de la educación parvularia chilena de hoy, parece ser una pregunta que no está contestada con suficiente detención y profundidad. Esperamos que no tengan que pasar otros cien años para que el Chile de esa época empiece a hacerse esta interrogante y empezar e invertir entonces en esfuerzos y recursos para darle una adecuada calidad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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