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El embajador en su laberinto

Eugenio Pérez Monje
Por : Eugenio Pérez Monje Columnista de El Quinto Poder
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Sus subordinados no lo aprecian, los pares lo evitan y sus consejeros ya lo negocian. El canciller de la República suspira esperanzado apostando a su espontánea vaporización. El parlamento lo investiga y contraloría cursa sus causas. Es el pago de Roma, que duda cabe.


Aunque parezca del todo difícil e inverosímil dar crédito a tanta desesperanza, al Embajador pocos lo quieren y menos aún lo aman. Sus subordinados no lo aprecian, los pares lo evitan y sus consejeros ya lo negocian. El canciller de la República suspira esperanzado apostando a su espontánea vaporización. El parlamento lo investiga y contraloría cursa sus causas. Es el pago de Roma, que duda cabe.

Frente a tan hostil contexto y tras el resultado de la segunda vuelta de la elección presidencial de diciembre recién pasado, parangonando a Publio Cornelio Escipión, más conocido popularmente y entre sus amigos como Escipión el Africano, ante la acusación de Marco Porcio Catón el Viejo, que no lo amaba, nuestro homérico Embajador cooperante decidió emprender viaje, no a Liternum pero si a Uruguay, Paraguay, Trinidad y Tobago, Qatar y Francia, con la esperanza y a diferencia de Escipión, de regresar a la patria días antes del 11 de marzo próximo, de modo de ser ungido con la corona de laureles en retribución al cúmulo de acuerdos y compromisos de cooperación pactados durante su periplo transcontinental en nombre del país, como corresponde a su tan alta investidura.

Pero quienes no quieren al Embajador buscan minar tan nobles aspiraciones, confundiendo a las autoridades y a la ciudadanía, al igual que Catón el Viejo, mediante la cuestionable argumentación referida a que, si bien, el gobierno actual debe gobernar hasta el 11 de marzo próximo, de acuerdo a su responsabilidad constitucional y legal, no parece del todo prudente o aconsejable que sus representantes desarrollen nuevas negociaciones y adquieran nuevos compromisos que deberán ser asumidos y cumplidos por el gobierno entrante; más aún, considerando que en menos de dos meses quienes accederán al poder gubernamental no son de los que ungieron a nuestro épico Embajador cooperante. Asimismo, cuestionan ácidamente el sentido y finalidad de sus múltiples y extensos periplos con cargo a los recursos fiscales, sin una justificación razonable en el marco de los requerimientos y definiciones de la política exterior nacional determinada para el próximo período presidencial.

Ignominia, oprobio de quienes no alcanzan a comprender las ignotas profundidades del compromiso social, del desprendimiento personal, y de la imperecedera responsabilidad de servicio hacia los más necesitados de nuestro país, de la región y del mundo. El pago de Roma, sin duda; pero, quizás, nuestro benemérito funcionario público pueda encontrar un profundo y revitalizador consuelo en la oración iluminadora de la Novena del trabajo de Josemaría Escrivá de Balaguer: “Para que Dios nuestro Señor me oriente en el esfuerzo de buscar trabajo y me bendiga haciéndome conseguir un empleo honesto, digno y estable; y me ayude después, a ver mi tarea profesional como un camino de santificación y de servicio a los demás…”[1].

Catón el Viejo mira hacia Liternum complacido de si mismo y se equivoca, aún hay quién le escribe al Embajador o, al menos, le firma las autorizaciones para las comisiones de servicio al exterior, en las que sólo él dejará una huella indeleble comprometiendo generosamente recursos y cooperación técnica para el próximo período presidencial. Sacrificio a la altura de la noble e incomprendida causa del Embajador en su laberinto.

[1] Cita tomada de El Mostrador, 6 de diciembre del 2012.

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