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La muñeca de Don Carlos

Marisol Águila
Por : Marisol Águila @aguilatop Periodista. Magíster(c) en Ciencia Política y Magister(c) en Gobierno y Gerencia Pública.
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Haciendo gala de su particular y polémico estilo, en las postrimerías del gobierno de Piñera, don Carlos no tuvo problema en señalar en un programa de televisión, así como que no quiere la cosa, que la Subdere del gremialista Miguel Flores operaba para los municipios de la UDI, revelación que seguramente sacará chispas en sus socios y generará una nueva polémica sobre el uso político de los recursos estatales, especialmente en época de campañas.


El Consejo Nacional de RN, realizado el fin de semana, estuvo lejos de reflejar la profunda crisis por la que atraviesa el partido: la fragmentación de la derecha que, incluso, puede derivar en una reorganización del sistema de partidos en miras a un futuro cambio en el sistema electoral que supere la obligatoridad de dos bloques políticos y, eventualmente, genere un nuevo nicho en el centro político.

Es cierto que hubo una tímida autocrítica y que en el voto político se incluyó a última hora el llamado a Piñera a volver a militar en el partido, buscando detener el éxodo de los liberales (aunque dicha invitación resulte paradójica, dado que la actual dirigencia considera que es justamente La Moneda la autora de un “plan” para desestabilizar a RN).

Sin embargo, no se adelantaron las elecciones de la próxima mesa fijadas para mayo, la actual directiva liderada por Larraín estuvo lejos de dar un paso al costado y la disidencia no se expresó con la fuerza que un momento crítico como éste habría ameritado.

De hecho, la jugada de la diputada Marcela Sabat rozó la ingenuidad política, dado que, tras su dura intervención en el Consejo, decidió permanecer en el partido para “dar la pelea por dentro” y seguir en estado de “reflexión” hasta marzo (tal como los ministros, que no tomarán decisiones hasta que dejen de ser secretarios de Estado), a pesar de que los liberales y disidentes no recibieron ningún incentivo para quedarse en RN.

[cita]Haciendo gala de su particular y polémico estilo, en las postrimerías del gobierno de Piñera, don Carlos no tuvo problema en señalar en un programa de televisión, así como que no quiere la cosa, que la Subdere del gremialista Miguel Flores operaba para los municipios de la UDI, revelación que seguramente sacará chispas en sus socios y generará una nueva polémica sobre el uso político de los recursos estatales, especialmente en época de campañas.[/cita]

Por el contrario, Sabat no sólo no consiguió que la mesa de Larraín renunciara como era su exigencia, sino que ésta logró el apoyo de los consejeros. Y con su duro discurso contra la figura de Allamand terminó validando la postura oficialista de que el partido permite la crítica, “es abierto, democrático y participativo”. De hecho, luego del Consejo Nacional, el propio Allamand surge como una de las cartas para competir por la presidencia del partido y el nombre de Cristián Monckeberg pierde fuerza para liderar una mesa de consenso.

La respuesta del Tricel validando la elección de los tres diputados renunciados podría haber envalentonado a más parlamentarios/as, además de Lily Pérez, a dejar la tienda de Antonio Varas. Pero ello todavía no ocurre. ¿Acaso estarán esperando la respuesta de la justicia a las demandas civiles que Larraín amenazó con presentar en contra de los diputados renunciados, por uso de recursos públicos que devuelve el Servel por gastos de campaña, en tanto eran militantes de RN?

En su propio terreno, Carlos Larraín ganó la partida con un voto político (que según la senadora Lily Pérez no se votó ni siquiera a mano alzada) que refuerza su crítica al “déficit político” del gobierno de Piñera como una de las razones de la derrota electoral, cuestión evidenciada por él desde el inicio de la gestión presidencial, especialmente por la difícil relación del mandatario con los partidos oficialistas. La idea de la excelencia de Piñera se planteaba como lo opuesto a los cuadros políticos, pero no pasó mucho tiempo hasta que los técnicos terminaran por verse sobrepasados por la complejidad política de gobernar un país y no una empresa, frente a lo cual debieron entrar los “históricos” nombres de la derecha, como Allamand, Longueira y Chadwick.

Tampoco se equivocaba don Carlos al criticar la extrema influencia de la UDI en la primera etapa del gobierno de Piñera, que hacía pesar su mayoría en el Congreso con rebeliones de sus parlamentarios bastante cercanas al chantaje. Fue así como a mediados del 2011, 35 de los 39 diputados gremialistas redactaron una carta cuestionando la conducción política del Ejecutivo en el debate sobre regulación de uniones de hecho, por priorizar esta temática que generaba divisiones internas en la Alianza. La acción la complementaron con una puesta en escena en que los parlamentarios mostraron un disco “Pare” al entonces Ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter (promotor de la “Nueva Derecha”), por no considerar la opinión de los gremialistas. Cabe mencionar que, a menos de dos meses del fin del gobierno, aún no se aprueba el proyecto de Acuerdo de Vida en Pareja (AVP), que fue promesa de campaña presidencial de Piñera.

El olfato político de don Carlos se anotó otro acierto, aunque más que resistido por sus socios de la UDI, cuando a sus espaldas firmó un acuerdo político con la Democracia Cristiana para impulsar reformas políticas bastante innovadoras para su mirada conservadora, que, aunque no prosperaron, incluían avanzar hacia un sistema semipresidencial y reemplazar el sistema binominal por uno proporcional corregido, entre otras medidas. Acuerdo que el voto político del Consejo Nacional valoró como un aporte para “la estabilidad del país y garantía de políticas públicas moderadas y realistas”.

Don Carlos sabe de política, por ello ha sostenido que “una derecha atomizada puede facilitarle las cosas a la Concertación”, por cuanto el próximo gobierno podría contar con los votos de los diputados de Amplitud para lograr los quórums que se necesitan para aprobar las grandes reformas comprometidas en el programa de gobierno de Bachelet. Aunque la aspiración de Amplitud de convertirse en “el tercer partido de la Alianza”, en vez de tratar de ubicarse en el centro del eje político, habla más de fragmentación de la derecha que de “ampliarse” hacia otros sectores.

Haciendo gala de su particular y polémico estilo, en las postrimerías del gobierno de Piñera, don Carlos no tuvo problema en señalar en un programa de televisión, así como que no quiere la cosa, que la Subdere del gremialista Miguel Flores operaba para los municipios de la UDI, revelación que seguramente sacará chispas en sus socios y generará una nueva polémica sobre el uso político de los recursos estatales, especialmente en época de campañas.

La muñeca política de Don Carlos es fuerte y astuta. Y en el corto plazo pareciera haber desdramatizado la pérdida en las últimas parlamentarias de 65 mil votos para la Alianza y cuatro parlamentarios para Renovación Nacional.

Sin embargo, en el mediano plazo, Carlos Larraín no podrá evitar el fin de la coexistencia de conservadores y liberales en la misma tienda, dado que su conducción fue nefasta en la oportunidad de sintonizar con la exigencia ciudadana de avanzar en el ejercicio de derechos civiles (los mal llamados “temas valóricos”). Su permanente bloqueo a las ideas de liberales y la disidencia terminarán por desangrar al partido (por goteo), ubicándolo en el eje conservador y alejándolo del centro que, paradójicamente, le resulta tan atractivo de conquistar.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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